En un esfuerzo por «salvar su vida», la gobernación de Antioquia reveló a comienzos de año un plan para trasladar unos 70 hipopótamos a santuarios de fauna en México e India.
El Universal
Uno de los animales más peligrosos de África pasa frente a una docena de curiosos en una calle del pueblo de Doradal, en Colombia, a donde los hipopótamos llegaron por capricho del narcotraficante Pablo Escobar. Esterilización, traslados internacionales, cacería: todas las posibles soluciones están sobre la mesa ante la peligrosa «invasión» de unos 160 animales que se reproducen sin control en esa zona del departamento de Antioquia, en el noroeste del país.
La bestia de enormes colmillos y más de dos toneladas camina a sus anchas y es ahora atractivo de miles de turistas que llegan seducidos por la que fue la extravagante hacienda del barón de la cocaína. Tras la muerte de Escobar a manos de la policía durante un intento de fuga en 1993, la pequeña manada de hipopótamos que había llevado a su zoológico privado quedó abandonada a su suerte en una zona donde abunda el alimento y no hay grandes predadores.
Hoy son decenas de ejemplares, temidos y adorados por igual en la región. Figuras de hipopótamos decoran el parque central del pueblo, la fachada de muchos negocios y otras se venden como recuerdos turísticos. Existe además un tráfico de crías que se ofrecen como mascotas, se rumorea entre pobladores.
Ante la que podría ser la mayor manada de hipopótamos fuera de África una «tragedia» es inminente, advierten expertos. Hace unos meses, uno de ellos interrumpió un encuentro de niños y padres en el jardín de la escuela Balsora, en una zona rural de Doradal.
«Las mamás se asustan mucho al ver un animal de este tamaño (…) percibimos el peligro y nos trasladamos» a las aulas, relata la profesora Dunia Arango, habituada a dar clases con el ruido gutural de los hipopótamos de fondo.
Aquella vez, el animal se alimentó de los frutales que rodean la escuela y luego siguió su rumbo hacia un mercado. Una nueva manada se está consolidando en un pequeño lago a unos 20 metros de la escuela, explicó David Echeverri, funcionario de la autoridad ambiental local (Cornare).
«Hay como 35 niños jugando, se pueden acercar mucho y generar una tragedia», advierte el experto. A sus espaldas una familia de tres hipopótamos se mueven en el agua plácidamente sin ninguna clase de encierro. «Si bien los ves muy tranquilos, en cualquier momento, en su comportamiento tan impredecible, pueden atacar, como ya ha pasado», agrega.
De su lado, el pescador John Aristides (33 años) recuerda muy bien aquella tarde de octubre de 2021 cuando lanzó su caña a la orilla de un riachuelo.