Por: Luis Alfonso Valdés Blackaller
Diario de las novedades que me ocurrieron a mí, el alférez Don Casimiro Valdés cuando de orden del Señor Comandante Gral. de las Provincias de Oriente acompañé hasta sus Rancherías al Gran Capitán Lipiyan Manuel Picax-ande Ins-tinsle de Ugalde al regreso de la visita que el día 31 de Diciembre de 1788 vino a hacer a aquel Jefe.
Día 3 de Enero de 1789 – Salí del Valle de Santa Rosa (Múzquiz) escoltado de un cavo y siete soldados acompañando al Capitán Lipiyan que volvía para sus rancherías con dos Capitanes Lipanes, nueve indios de la misma Nación y uno de la lipiyana, única gente que trajo a la visita y habiendo marchado hasta después de la oración de la noche dormimos en el arroyo de San José.
Día 4, Al romper el día salimos de dicho paraje y llegamos a la Villa de San Fernando (Zaragoza) a medio día, de donde habiendo dejado allí cinco soldados de mi escolta seguí con los tres restantes, un intérprete, el referido Gran Capitán de los Lipiyanes, los dos de los Lipanes, y demás indios, y llegados a la oración de la noche a la ranchería del Capitán Lipan Dabeg-Silipete que era uno de los que nos acompañaba, dormimos en ella a las márgenes del río de San Antonio.
Día 5, Quedados en esta ranchería dos los Lipanes, salimos Picax-ande, su indio ordenanza, los tres soldados, el intérprete, y yo, de ella, a las 6 de la mañana, y habiendo caminado hasta las once llegamos a la ranchería del Capitán Lipan Davinica-jate, que estaba a las orillas del río de San Rodrigo, en donde habiendo hecho una pequeña mansión marchamos a las 12 del día y llegamos al paso de la Cortada en el río de San Diego a las oraciones de la noche.
Día 6, Al aclarar el día salimos de dicho paraje y acercándonos a las nueve y media de la mañana al de las Vacas, hizo el ordenanza de Picax-ande un humo que correspondido en sus rancherías sirvió para que saliese a recibirle toda la indiada de ellas. A esta hora que serían las 10 del día se apeó Ins-tinsle y precedido el cumplimiento de haber fumado tres veces en la pipa conocí en la reunión de la gente que le iba a hablar a su Nación y encargándole yo al cautivo la mucha atención que debía poner, hice lo mismo con el fin de aprovechar en alguna manera lo poco que entiendo de aquella lengua.
No tardó nada en principiar su razonamiento, el cual aunque fue largo se dirigió todo a manifestar el buen recibimiento que había encontrado en su amigo el Capitán Grande de los Españoles, el mucho aprecio con que lo había tratado los cuatro días que había estado en Santa Rosa, los regalos que le había hecho, y en fin, se amenó y detuvo toda la tarde este Capitán en contar lo satisfecho que venía y lo que le había ordenado el Señor Comandante Gral. sin que en mi concepto dejare en el indio cosa alguna sin contarles, a excepción de lo que tocaba a Mezcaleros, pues sobre estos observé que nada les dijo, siendo así que fue sobre lo que más le habló el Señor Comandante Gral. en Santa Rosa.
Por último, concluyó su razonamiento haciendo saber a aquella numerosa indiada , que a mí me debían en lo subcecibo reconocer por Capitán suyo porque él en recompensa de lo mucho que debía a su Padre el señor Comandante Gral. y de lo yo también me interesaba en su favor, me había hecho aquella gracia, lo cual entendido de los Lipiyanes principiaron la algazara de alegría y ofrecieron obedecerme y respetarme, y los Capitanes que estaban presentes pasaron a abrazarme, después de haberlo hecho Picax-ande. Ya bien noche, y con la luz de grandes hogueras, se concluyó esta ceremonia y mandando el gran Capitán que me llevasen a la tienda preparada para mi alojamiento, se retiró él a la suya, y habiendo yo hecho lo mismo a la que me guiaron, la hallé muy bien dispuesta y adornada de pieles y principié a recibir las visitas que me hacían los Capitanes e indios principales, las que duraron hasta que Picax-ande mandó a decir que me dejaren cenar y recoger, que estaría cansado.
Día 7, En cuanto amaneció este día pase a la tienda de Ins-tinsle con el intérprete, y habiéndome recibido con mucho agasajo me dijo que estaba aguardando a que fuese más tarde para enviarme a llamar con el fin de decirme que aquella noche habían llegado dos Capitanes Mezcaleros a visitarle y que él los había recibido porque no eran de los que estaban de paz en santa Rosa, y porque el uno era hermano de su mujer, y el otro era Capitán poco tiempo hace, pero que le quería el mucho; Que ellos venían a valerse de él para conseguir el que el Señor Comandante Gral. los admitiese de paz, y que todo me lo comunicaba para que no extrañase el verlos allí. Yo me hubiera hallado con mil dudas en este lance, si el Señor Comandante Gral., sospechoso de que pudiera haber Mezcaleros con el Lipiyan no me hubiera encargado al salir de Santa Rosa que lo averiguara con el mayor disimulo y sigilo y que aunque los viere lo disimulase porque así convenía a sus ideas: Prevenido de este antecedente le dije que yo ni mi Capitán grande no extrañábamos el que se juntasen a él los Mezcaleros que estuvieron en el norte cuando la paz de Santa Rosa, porque con estos no teníamos sentimiento, y que también porque estábamos bien satisfechos de lo que cuantos indios vivían con Picax-ande estaban sujetos a su voluntad sin que él les permitiese el venir a hacernos daño.
A vista de mi conformidad que, aunque no era sencilla se lo pareció al Lipiyan mando llamar a los dos referidos Capitanes Mezcaleros, los cuales tardaron bien poco en concurrir, y habiéndoles mandado que me abrazaran lo hicieron ellos con mucho agrado, y yo se le correspondí en lo exterior, sin darles a conocer el disgusto que me causó su vista.
Habiéndose juntado con este motivo mucha indiada al frente de la tienda de su Gran Capitán, hizo saber este lo enojado que estaba el Señor Comandante Gral. con los Mezcaleros que habían quebrantado la paz; Que le había asegurado que no comería ni dormiría con gusto ni tendría sosiego hasta no castigarlos con el mayor rigor; que para ello estaba disponiendo una campaña que duraría hasta lograr su intención y dejar bien vengadas las muertes y robos echo a los (????) desde que se levantaron aquellos ingratos y como con esto se retiró a su tienda Ins-tinsle, hice yo lo mismo y se fueron a la mía varios capitanes Lipiyanes y los de los dos Mezcaleros empeñados en manifestárseme finos y muy amigables.
Al cabo de un rato se fueron estos y como poco a poco hicieron lo mismo los demás, aproveché un rato que me quede solo para preguntarle al interprete si respecto a que había estado cautivo entre los Mezcaleros muchos años, conocía aquellos dos capitanes, quien al instante me dijo que si los conocía, que el más viejo era capitán cuando él estaba con ellos, y que se llamaba Gabicachoche pero que los Españoles en la Vizcaya lo conocían por Alegre, que el otro mozo no era capitán cuando estaba él cautivo, pero que era uno de los indios más guapos de la apachería, y que por eso era estimadísimo entre ellos, el cual se llamaba Natax-tinde y que los Españoles le decían el Zaragato.
Informado pues de esto y advertido el cautivo de que se manejare con mucho sigilo y que procurase ver si conocía algún Mezcalero, me ofreció uno y otro, y siendo ya medio día, comí sin que dejasen de visitarme los capitanes Lipiyanes, sus mujeres y otros muchos indios e indias.
(fin de parte 1; a continuarse la próxima semana)
Notas:
1. Documentos del Archivo General de la Nación de México.
2. Se corrigió la ortografía mínimamente para facilitar su lectura.
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Contribución de: Luis Alfonso Valdés Blackaller, en colaboración con socios Arqueosaurios ~ Arnoldo Bermea Balderas, Juan Latapí O., Francisco Rocha Garza, Oscar Valdés Martin del Campo, Willem Veltman, & Ramón Williamson Bosque.
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