Por Enrique Martínez y Morales
“Si hubiese sabido antes lo que es ser abuelo, habría tenido primero a mis nietos y luego a mis hijos”, escribió en uno de sus magníficos textos Armando Fuentes Aguirre, “Catón”, cronista de Saltillo y uno de mis historiadores favoritos. Sin duda, una hermosa frase que trasmite el sentimiento profesado de los abuelos hacia los hijos de sus hijos.
Y es que con los nietos los abuelos se liberan y se realizan. Ya no pesa sobre ellos la responsabilidad de educarlos y bien criarlos, esa recae ahora en los padres, así que se pueden dar el lujo de consentirlos sin remordimiento y corregirlos sin severidad.
El infinito amor que los abuelos profesan por la segunda generación de su descendencia no solo ha servido para redactar emotivos poemas o frases hermosas, como la de mi amigo Catón, sino también ha sido la causa que la especie humana haya incrementado su longevidad enormemente y se haya consolidado como la preponderante en el planeta.
En el libro titulado “La muerte contada por un sapiens a un neandertal”, de Juan José Millás y Juan Luis Arsuaga, leí una teoría interesante al respecto llamada “la hipótesis de la abuela”. Según esta idea, los seres humanos estábamos programados para vivir alrededor de 50 años. Basan este supuesto en que, junto con los elefantes, las mujeres son los únicos seres en llegar menopausia. Es decir, todas las demás especies, a excepción de los ya citados paquidermos, mueren siendo reproductivos.
Según esa hipótesis, hemos podido prolongar la vida gracias al desarrollo de la inteligencia, de la vida en comunidad, del avance de la medicina, de los logros de la ciencia y, principalmente, del amor de los abuelos. De hecho, la relación entre abuelos, padres y nietos ha sido simbiótica; es decir, es de ida y vuelta, benéfica para todos.
Desde la Prehistoria, los niños han sobrevivido gracias al cuidado y la crianza de los abuelos, con o sin la ausencia permanente de los padres; los papás han podido tener más hijos y realizar actividades productivas, como caza y recolección, dejando con sus padres a sus hijos en resguardo; y los abuelos han tenido una razón biológica para prolongar su existencia: el cuidado de sus nietos.
Aunque los hijos cuentan con la mitad de los genes de cada padre y una cuarta parte de cada abuelo, esta dilución genética no merma en el cariño que sienten entre ellos. Son de esas maravillas inexplicables de la vida que la hacen más armoniosa para todos y que explica parte importante de nuestro desarrollo como sociedad.
El 28 de agosto celebramos el Día del Abuelo. Yo ya no tengo a los míos, pero cuando los tuve los amé y disfruté muchísimo. Mi reconocimiento, agradecimiento y felicitaciones a todos ellos, especialmente a los abuelos de mis hijos, que con su infinito amor se han convertido en la adoración de ellos y en un invaluable apoyo para nosotros, los padres, en su crianza.