LA CONTAMINACIÓN ATMOSFÉRICA: UN ASESINO
SILENCIOSO
Ignacio Moreira Loera
Instagram: @thewaxwingmra1
En los últimos cien años los seres humanos hemos contaminado nuestro planeta de forma
exacerbada, según la plataforma Our World in Data, en 1921 los humanos produjimos un
aproximado total de 10.19 billones de toneladas de gases de efecto invernadero; para el 2021
esta cifra había ya superado los 54 billones de toneladas anuales.
Entre los gases de efecto invernadero, los más comunes son el dióxido de carbono, el metano
y el óxido nitroso; sin embargo, estos no son los únicos químicos contaminantes hoy en día, ya
que existen otros elementos que flotan en el aire y dañan nuestro cuerpo, como son las
partículas metálicas, el hollín, y la ceniza, producto de diversas actividades humanas; estos
compuestos inundan nuestras ciudades y hogares, causando daños a nuestro organismo y
acortando nuestra expectativa y calidad de vida.
En los primeros tres meses del 2023, Estados Unidos libero un total de 941 millones de
toneladas de estos gases nocivos; México, en el 2020, un aproximado de 804 millones de
toneladas, y si le damos un vistazo a las gráficas anuales, el incremento de estas
emanaciones, a pesar de los esfuerzos de las organizaciones ambientales, sigue
incrementando de forma acelerada. Estos contaminantes no solo afectan la capa de ozono, la
barrera que nos protege de la radiación solar y que sostiene la vida en la tierra, sino también
perjudican nuestro cuerpo de forma directa. Un estudio científico (Naiyer, S., Abbas, S.S.
(2022)) evidencia que la exposición crónica a estos contaminantes puede afectar de manera
radical al organismo humano, especialmente al sistema respiratorio, cardiovascular, al sistema
nervioso central e inclusive a los aparatos reproductivo y digestivo.
Aterrizando lo dicho a una escala local, ponemos como ejemplo al municipio de Santa
Catarina, Nuevo León, en donde a la fecha de escrita esta columna, la concentración de
partículas PM2.5, materiales como metales, ceniza, polvo u hollín, es 4.2 veces mayor a los
límites establecidos por la Organización Mundial de la Salud. Apodaca es otro ejemplo, en
donde la contaminación generada por la industria satura el aire y eleva la presencia de estas
sustancias a más del doble recomendado por la OMS.
Lamentablemente, las cifras alarmantes no acaban aquí, los efectos combinados de la
contaminación ambiental exterior, junto con la de nuestros hogares, se asocian actualmente
con la muerte prematura de 6.7 millones de personas alrededor del mundo cada año, y la
contaminación atmosférica en los exteriores se estima que fue la causa de 4.2 millones de
muertes prematuras en el 2019 (World Health Organization, 2022). Esta polución, aunque nos
afecta a todos, perjudica especialmente a niños y adultos mayores, cuyos organismos suelen
ser más susceptibles a estos químicos dañinos y a sus efectos abrasivos.
¿Qué podemos hacer? Como individuos, lo primero sería reducir el uso de nuestros
automóviles y evitar productos derivados de la madera para cocinar o calentar nuestros
hogares, estos combustibles suelen tener efectos negativos en nuestra salud, tanto al respirar
los gases, como al consumir los alimentos derivados de estas cocciones. Sin embargo, el
mayor contaminante es la industria, por lo tanto, es nuestra responsabilidad exhortar a las
autoridades y a la iniciativa privada a regular de forma estricta la contaminación resultante del
uso de combustibles fósiles, de la industria metalúrgica, petroquímica, textil y ganadera.