Por: Juan Latapí O.
Por estas fechas es común escuchar leyendas y narraciones sobre muertos, aparecidos, sucesos inexplicables y lugares tenebrosos. Entre esas leyendas locales se encuentra la de “El funesto líder de los cuervos”, que escribiera Doña Sixta Juárez Torres, de Castaños y que aparece en el libro “Entre la realidad y el mito”, de María Concepción Recio Dávila.
Cuenta esa leyenda que hace años, en los límites de Castaños vivía Martín, un hombre repudiado por la población porque tenía un criadero de cuervos que por la noche sobrevolaban el cielo de la población, y uno de ellos, el más grande e imponente, decían en el pueblo que era el mismísimo Martín.
Narra la leyenda que también había en el pueblo una joven poco escrupulosa llamada Elodia. Se decía que no tenía remilgos a la hora de entregarse a los brazos de un hombre ya fuera casado o no. Sin embargo, Elodia era un mal necesario pues era la comadrona del pueblo y conocía las hierbas que sanaban los males y también sabía de las plantas que los provocaban tanto como de los secretos del infierno, pues solo esto explica que haya ocurrido lo que le sucedió a Martín.
La única compañía que tenía Elodia era la de un cuervo negro como la noche que habitaba su jacal y varias veces al día volaba cerca, pero volvía siempre mansamente con su ama, el animal jamás causaba males, pero la gente le temía.
La negra ave estaba presente la noche en que Martín se presentó al jacal de Elodia y mostrándole unos billetes le pidió caricias, pero la mujer lo despreció por andar borracho y porque además era un hombre feo y gordo que no despertaba sus apetitos de mujer. Para Martín aquel rechazo fue toda una afrenta y no estuvo dispuesto a dejarla así, por lo que con toda su fortaleza atacó a la mujer que gritaba horrorizada, mientras el cuervo revoloteaba nervioso ante la desesperación de su ama.
La infeliz Elodia ordenó al cuervo que atacara. Ante los picotazos del cuervo Martín se protegía la cara con un brazo y de pronto se topó con lo que parecía un hacha; con su mano libre abanicaba el arma de un lado a otro, a ciegas, con la intención de librase del animal. Elodia, al ver al ave en peligro, se interpuso y recibió un hachazo en el pecho. Mientras caía maldijo a Martín advirtiéndole que se iría al infierno.
El cuervo revoloteó sobre el cuerpo de su ama, emitió un espeluznante graznido y salió volando seguido del asesino quien evadió la responsabilidad de su crimen. Fue entonces cuando Martín se mudó a las afueras de Castaños, repudiado por todos y encima con la pegajosa presencia continua del tenebroso cuervo que lo seguía como su sombra. Pronto llegó otro cuervo, y otro y uno más…
Los cuervos habitaban donde Martín, y no era que él los criara, sino que se había convertido en su líder. En la parvada, que era de unas 200 aves, había un cuervo más grande que un águila y que el resto de las aves seguía por las noches: era Martín que calladamente cumplía la condena de la maldición que Elodia le profiriera. Nadie alcanzaba a comprender su nefasto poder de convertirse en cuervo por la noche hasta que una mañana apareció muerto un buen parroquiano, un ranchero, al que le habían sacado los ojos.
Una turba de gente fue a donde Martín y empezó a apedrearlo mientras la parvada de cuervos salió volando despavorida ante el ataque y hasta que todo había acabado los indignados agresores se percataron de que a cada pedrada que recibía el maldito caía un ave muerta, y al morir la última murió el condenado también para así cumplir su destino infernal.
Hoy en día cuando se escucha graznar a los cuervos en Castaños hacen recordar esta leyenda que aconteció en Castaños hace ya muchos años, aunque no falta quien se pregunte si entre esas aves no habrá regresado Martín.
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Contribución de: Juan Latapí O., en colaboración con socios Arqueosaurios ~ Arnoldo Bermea Balderas, Francisco Rocha Garza, Luis Alfonso Valdés Blackaller, Oscar Valdés Martin del Campo, Willem Veltman, y Ramón Williamson Bosque.
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