Aunque parece una práctica funcional y cómoda, los efectos del speedwatching a largo plazo son graves
Hoy en día es prácticamente imposible alejar a las generaciones más jóvenes de la tecnología. Es la mejor manera en la que se relacionan con su alrededor y están muy acostumbrados a que muchas de sus actividades tengan un enfoque digital. Sin embargo, hay que tener cuidado cuando se trata de exponerlos al consumo acelerado de videos y audios pues el llamado speedwatching los está afectando de una manera importante.
Poder ver lo que queramos en el momento en que lo deseamos es una gran ventaja que nos genera comodidad. Pero ese beneficio también tiene su lado negativo. Cuando las personas reproducen los videos y podcasts a velocidades más rápidas de las que fueron creados, lo que también sucede, por ejemplo, con los audios de WhatsApp, se afectan nuestras conductas, en particular las de aprendizaje.
¿Cómo afecta el speedwatching?
Un artículo de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) explica que la tendencia, conocida como speedwatching, es cada vez más frecuente y, aunque todos los sectores de la población son susceptibles de recurrir a esta práctica, los expertos advierten que tiene consecuencias negativas sobre todo entre las generaciones jóvenes que se encuentran en un periodo de formación y aprendizaje.
El riesgo de esta tendencia es que se puede ver frenado el proceso de madurez de capacidades como la atención, la retención, la comprensión y la memoria, apuntó Sylvie Pérez, psicopedagoga y profesora de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación en la UOC. «El speedwatching es la respuesta a visualizar las cosas desde un mundo con prisas, en el que la gestión de los tiempos de espera no es suficiente. De hecho, en muchas ocasiones, y en muchos campos, se está yendo demasiado rápido en este proceso, especialmente para los más jóvenes”.
Actualmente plataformas como YouTube, WhatsApp, Telegram, TikTok e incluso Netflix y Amazon Prime Video ofrecen entre sus funciones la opción de incrementar la velocidad del contenido lo que puede ser una gran herramienta ante la falta de tiempo, pero también fomenta la ansiedad ya que la estimulación rápida y permanente genera una gratificación en el cerebro que no requiere tanto esfuerzo mental.
El problema es que en la mayoría de los casos no se procesa toda la información aportada y se pierda la valoración del esfuerzo que hace el emisor del mensaje, ya sea el profesor, un compañero o la propia compañía audiovisual.
Videos y audios acelerados afectan la compresión
Aunque se obtiene mayor información en menos tiempo, practicar el speedwatching afecta la comprensión del contenido, especialmente si no se tenía conocimiento previo sobre la temática, advierte un estudio de la Asociación Americana de Psicología (APA, por sus siglas en inglés).
El desafío es especialmente importante para las generaciones más jóvenes. «Actualmente, vivimos en la cultura de la prisa y el estrés, un modo de vida que puede afectar en mayor medida a los jóvenes y menores en etapas educativas. Los adultos mayores tienen el cerebro formado, pero un menor, adolescente o joven se encuentra en una fase de construcción, por lo que su cerebro es más frágil y mucho más débil», afirmó Sylvie Pérez.
Lo peor es que si este tipo de consumo se prolonga o se convierte en costumbre, se necesita mucho esfuerzo para contrarrestar el daño que esto haya podido ocasionar en capacidades como la atención, la concentración, la retención, la memoria o la crítica, así como en el desarrollo cognitivo, emocional y social.
«Ante tanto estímulo acelerado, el cerebro ‘se aburre’ y, si no recibe este tipo de estímulo a esa velocidad, se vuelve más pasivo, ya que no está acostumbrado a estar atento ni concentrado, sino exclusivamente a la recepción de estímulos. Fenómenos como el speedwatching hacen que nos volvamos más primitivos y solo actuamos ante el estímulo-respuesta sin procesamiento de la información», concluyó la experta de la UOC.