APUNTE USTED..
José Mariano Orozco Tenorio
En los últimos años hemos escuchado frecuentemente mencionar al “pueblo”; pero así, en general, no se aclara a quien se refiere. Pareciera como si solo se dirige a un sector de la población, como si fuera la clase baja, pero en estricto sentido no es así. Por ello, surge de manera natural la pregunta ¿quién es el pueblo?
Debemos reconocer que el término es algo confuso, por lo que habría necesidad de analizarlo con mayor detenimiento y no solo tomarlo a la ligera.
Tiene diferentes connotaciones: se puede referir a un conjunto de personas; o a un lugar; a un territorio; o inclusive a un país completo. Desde el punto de vista sociológico, se asemeja a un conjunto de personas que tienen en común un mismo idioma, con tradiciones y culturas similares.
“Vox populi, vox Dei”. “La voz del pueblo es la voz de Dios”; así lo plasma una adagio latino de la época medieval. De hecho, el ritual de la iglesia católica cuando se da a conocer que hay un nuevo Papa pregona “Habemus Papa”, que proviene de la tradición romana y se dirigía al pueblo reunido en la Plaza de San Pedro.
Desde el punto de vista jurídico, el término conlleva un contexto de red de relaciones legales que se comparten por alguna comunidad (Kelsen).
El Artículo 39 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos establece que “La soberanía nacional reside esencial y originariamente en el pueblo. Todo poder público dimana del pueblo y se instituye para beneficio de éste. El pueblo tiene en todo el tiempo el inalienable derecho de alterar o modificar la forma su gobierno”.
Entiéndase, con tal precepto constitucional, la relevancia que tiene, al menos para México, el pueblo. Con palabras sencillas, simplemente el pueblo es la máxima autoridad; lo cual frecuentemente lo olvidamos.
Tal poder no es nada nuevo. De ninguna manera es atribuible a alguna administración; ya desde los romanos y griegos el pueblo no solo era un órgano de consulta, sino tenía el poder de decidir. Basta recordar a los jurados populares que son emanados de la comunidad de un pueblo (cuya presencia hoy en día prolifera en el derecho anglosajón, para la impartición de justicia y que se ha adoptado por México). Sin embargo, para los griegos y romanos no intervenían los menores, ni mujeres, ni extranjeros, ni esclavos.
Carlos III de España pronunciaba “todo para el pueblo”, pero en la práctica gobernaba sin éste. Inclusive para los nazis, el lema era “un pueblo, un imperio, un guía”, pero al igual que en España, tal connotación tenía una gran elasticidad para llevarlo a la práctica.
Todo régimen democrático pregona que el gobierno es a cargo del pueblo, pero no se debe de confundir con la oclocracia, porque esta última se refiere al gobierno de la muchedumbre.
La aportación de Argentina, con fuerte influencia religiosa, surgió en 1961con “La Teología del Pueblo”, cuyas raíces se encontraron en la solidaridad para buscar una vida digna y procurar el bien para todos (que por cierto, mucha falta le hace en estos momentos por lo que atraviesa dicho país).
La Real Academia de la Lengua Española, por su parte, relaciona el término con diferentes acepciones: 1. Ciudad o villa. 2. Poblado de menor categoría. 3. Conjunto de personas de un mismo lugar. 4. Gente común y humilde de una población.
No debemos confundir: cuando hablamos del pueblo no nos referimos a una distinción de clases sociales. Me temo que la idea común que prolifera es asociar el término con la clase social baja. En estricto sentido, pueblo engloba a todas las clases sociales, alta, media y baja.
Pero la duda que permea es si engloba a los menores de edad (menos de 18 años) o si cubre a toda la población, incluyendo a los extranjeros radicados en el país. La Constitución no excluye a nadie. El Artículo 41 de la Carta Magna señala: “El pueblo ejerce su soberanía por medio de los Poderes de la Unión, en los casos de la competencia de éstos, y….” Recordemos que están compuestos por el Poder Ejecutivo, Legislativo y Judicial, en el mismo plano, ninguno por encima del otro.
¿Qué tan cierto es que el pueblo tiene el poder o tan solo es una falacia? En principio, por medio del voto, sí. Pero hay dos grandes riesgos:1. Que la gente no ejerza ese derecho de expresar su voluntad. 2. Que haya algún fraude en el conteo de los votos. En cuanto al primero, se podrá remediar fomentando la conciencia entre la población que tiene ese derecho al voto. Pero la tarea no es nada fácil porque se enfrenta con la falta de educación civil. Los mexicanos somos muy desidiosos para el cumplimiento de las tareas civiles. Cómodamente, le dejamos la responsabilidad a otros.
Para la segunda opción, un posible fraude en el conteo de los votos, se podría combatir con una cercana vigilancia ciudadana sobre los organismos responsables del proceso electoral.
Sabemos, y nos sentimos orgullosos, que los últimos cambios del Poder Ejecutivo en México, han sido alternando la preferencia de los partidos políticos. Quizás los resultados no han sido los esperados, para algunos, pero al menos se ha intentado caminar por diferentes regímenes y modelos económicos y sociales. En alguna nota periodística anterior, decíamos que -en realidad- en lugar de votar por partidos políticos, hemos estado votando por las personas, dependiendo de su personalidad.
¡El pueblo es sabio, no se equivoca! ¡Cuidado! Ya nos hemos dado cuenta que si se equivoca.