El Coronel Palma luego trabajo en AHMSA como jefe de grúas
Los huertistas pusieron una “máquina loca” contra el tren en que viajaba el Primer Jefe del Ejército, el choque era inevitable, pero el originario de Castaños hizo una hombrada, he aquí la historia
Por: Armando Fuentes Aguirre
La Prensa/Reforma
Es inminente el choque de las dos máquinas: el tren que llevaba a los viajeros retrocedía a velocidad considerablemente menor que la velocidad a que se iba aproximando la máquina que iba a chocar con ella. La catástrofe era inminente.
Crecía más y más el negro penacho de humo que despedía la «máquina loca».
Se escuchó el fragor de sus ruedas en los rieles. Los aterrorizados pasajeros se dispusieron a saltar antes que perecer en el choque.
Se disponían ya a hacerlo cuando ocurrió el milagro.
Nadie podía creer lo que veía.
De súbito, como si un muro invisible se hubiera interpuesto entre las dos locomotoras, la «máquina loca» se detuvo con humeante chirriar de hierros.
La vida de todos estaba a salvo.
¿Qué sucedió? Los servicios de espionaje del huertismo habían averiguado que el Primer Jefe, don Venustiano Carranza, haría un viaje por tren, saliendo del Puerto de Veracruz, para llegar a Apizaco, donde pasaría revista a las fuerzas del general Álvaro Obregón.
Ese importante dato le fue comunicado al general Juan Andrew Almazán, quien seguía en pie de guerra contra la Revolución, ahora militando bajo las órdenes de Félix Díaz.
Se trasladó Almazán a Soledad de Doblado, y desde esa estación hizo mandar una máquina «loca» contra el tren de Carranza.
¿Quién detuvo esa locomotora?
El mismo maquinista del convoy que llevaba al Primer Jefe. Bajó de su tren, corriendo fue hacia la máquina que los amenazaba, subió a ella con grave peligro de su vida y alcanzó a aplicar todos los frenos antes de que se produjera la colisión.
Al hacerlo resultó herido: un hierro se le clavó en una ingle y le produjo una herida de consideración.
Varias semanas estuvo hospitalizado después de su acto heroico.
Aquel maquinista era Faustino Palma.
Por su acción lo premió don Venustiano designándolo jefe de trenes de la Primera Jefatura. Pasaron los años.
En los cincuenta encontramos a don Faustino como encargado de mantenimiento de las grúas de Altos Hornos de México, en Monclova.
Era él quien decía que ahora los «revolucionarios» eran los políticos en el poder, y que los auténticos combatientes de la revolución habían pasado a ser simples «veteranos».
¿Cómo se portó don Venustiano en aquel trance en el que estuvo a punto de perder la vida? Sorpresa: don Venustiano no se dio cuenta de nada.
Estaba en su vagón, revisando una ringla de papeles.
Sus colaboradores tenían orden de no molestarlo cuando estuviera trabajando, de modo que nadie se atrevió a informarle lo que estaba sucediendo.
Sólo en el último instante el licenciado Espinosa Mireles se dispuso a avisarle, pero en ese momento Palma resolvió la situación.
Afortunado el Primer Jefe: no sólo salió libre del peligro en esa ocasión, sino que ni siquiera se percató de él.