Por Yuriria Sierra
Mutación
Lo último llegó hace unos días. Reino Unido alertó, luego confirmó, que una nueva cepa del SARS-CoV-2 era la responsable del incremento de contagios que los llevó a un nuevo confinamiento
Un año viviendo en la incertidumbre. ¿Cómo se originó el virus? ¿Por qué? ¿Qué debemos hacer para protegernos? ¿Cuándo se acaba? Pregunta tras pregunta. Y, junto a ellas, nuevas condiciones que nos confirman que estamos aún lejos de encontrar una respuesta que nos dé tranquilidad. Lo último llegó hace unos días. Reino Unido alertó, luego confirmó, que una nueva cepa del SARS-CoV-2 era la responsable del incremento de contagios que los llevó a un nuevo confinamiento, que los obligará a pasar la Navidad en casa. Le siguieron otros países los que reportaron los primeros contagios a causa de esta mutación que, según lo que se ha difundido, se transmite con una mayor velocidad. Lo que nos faltaba, más factores que retrasen el entendimiento, no sólo de la pandemia, sino del momento en el que nos encontramos. Sin embargo, salió la OMS la mañana de este lunes a decir que sí hay una nueva cepa, pero lo mismo sucede con cualquier virus. Sí, hay razones para la alerta, pero también hay para pensar que los proyectos de vacuna que se aprueban y desarrollan funcionan contra ésta y el resto de las mutaciones del coronavirus que se han identificado desde el inicio de la pandemia. Incluso la Organización Mundial de la Salud fue más precisa: “El SARS-CoV-2 está mutando a un ritmo más bajo que la influenza. Una cantidad de cambios y mutaciones, pero ninguna ha tenido un impacto significativo en la susceptibilidad del virus a terapias, medicamentos o vacunas. Hay que esperar a que esto continúe de la misma manera…”. Hasta se dio la oportunidad de contradecir lo advertido por el gobierno británico, sobre que los contagios están fuera de control.
El asunto es que la llegada de las vacunas no representa la salida más inmediata a la pandemia. Sin duda, es la puerta deseada, pero mientras ésta se convierte en un bien público, accesible a todos los habitantes del planeta, algo que costará varios años, lo que las estrategias contra la propagación del virus deberían tener como objetivo, es justo la identificación de los contagios, para, así, restar espectro a su expansión. Bajo este criterio es que, al menos, 20 países han cerrado su frontera a viajeros británicos. Sí, territorios como Francia, Italia o Alemania no han frenado sus contagios locales, y se blindaron ya para no agregar un nuevo factor. Lo mismo han hecho países en Latinoamérica, como Chile y Argentina. México, en teoría, anunciará hoy las medidas que implementará ante esta nueva cepa, porque es claro que lo que menos podemos permitirnos es sumar posibilidades de contagios. Ya veremos.
Y en la víspera del inicio de la campaña de vacunación, también habrá que anotar que ésta debe dirigir su cobertura a la población realmente vulnerable. Anotaba el domingo Sara Sefchovich, en El Universal las complicaciones globales para una rápida producción, distribución y aplicación de la vacuna. Pero también recordemos que ésta se volvió bien electoral para algunos. Donald Trump, aun tras su confirmada derrota en la elección, presume los fármacos de Pfizer y Moderna como si fueran logros de su gobierno, un regalo para sus bases. La urgencia por la inmunización es tanta, pero eso no debe nublar nuestra visión sobre cuáles deben ser los correctos caminos para su distribución. Ni para bajar la guardia.
Pero algo está muy mal cuando la capacidad de mutación (y de corrección de su propia estrategia) del virus es más veloz y evidente que de la principal especie a la que está atacando (con sus gobiernos incluidos).