Por: Héctor Garza Martínez
Respeto, una palabra muy trillada pero poco valorada… que curioso que, siendo un valor, muchos de nosotros no se lo demos en lo más mínimo.
Cuando nos faltan al respeto y no ponemos límites, nos faltamos al respeto nosotros mismos, pues dejamos la puerta abierta para que suceda una y otra vez.
Hace algún tiempo, una mujer poderosa me dijo: “Héctor, el respeto se gana”, y yo siendo un joven con poca experiencia de vida, le creí… hice todo para ganarme el respeto de los demás… dos años después me despidió sin pagarme mi quincena, mi aguinaldo y mi terminación… más tarde comprendí que el respeto no se gana, con el respeto se nace y jamás podrás renunciar a él.
En el trajinar de la vida, vamos aceptando faltas de respeto de los demás, sin darnos cuenta que lo son. Permitimos que las personas que amamos o personas con las que convivimos crucen limites, que por más pequeños o insignificantes que parezcan, van adquiriendo fuerza al momento de ser acumulados, inclusive a ser considerados un derecho de quien te violenta.
Así, vemos como familias se van destruyendo poco a poco sin darse cuenta de que es lo que nos genera tal ruina. Propios y extraños se van fundiendo en el calor del descontento, sin saber qué es lo que los ha llevado hasta ese entramado de sentimientos negativos y la bomba del desamor estalla en innumerables ocasiones, al no darnos cuenta del por qué nuestra molestia hacia algo o a alguien sigue latente, a pesar de creer que no hay motivo para estar molesto, pues no alcanzamos a vislumbrar esas faltas de respeto que en muchas de las ocasiones son muy graves, hasta el punto de encontrarnos en riesgo o peligros inimaginables.
El respeto es un valor en donde la reciprocidad es el ingrediente principal, la falta de ella invita a que la parte agraviada responda al igual y el círculo vicioso se forma para emprender el camino hacia la infelicidad.
El respeto nace del derecho a la dignidad de la persona, que, dicho sea de paso, es el único derecho que es absoluto, no hay derecho que lo opaque o bien que le gane una partida al momento de que se contraponga con otro. En ese sentido el respeto cobra una relevancia magnifica, pues sin respeto jamás tendremos una convivencia sana con nuestro prójimo.
Podemos encontrar el respeto en toda configuración de la relación humana, sin embargo, no muy lejos de esta, se encuentra el respeto a toda clase de convivencia cívica y democrática de un país. El respeto cívico fomenta relaciones equilibradas entre los poderes y los ciudadanos, como el respeto a la Ley, al orden público, al interés social o comunitario y también el respeto entre los poderes de la unión.
En México tenemos un grave problema con el respeto, todos queremos cruzar la línea sin importar a que o a quienes lastimemos con nuestras acciones, queremos establecer nuestras ideas a costa de todo, cambiar el entrono abruptamente sin importar que o quien, si estamos listos o no, y es lo que sucede en estos tiempos entre el poder ejecutivo y el poder judicial de nuestro país, una afrenta política que nos ha costado muchos recursos, si no es que hasta vidas.
La base del respeto entre estos poderes radica en que a cada uno le toca hacer tareas distintas, uno se creó para administrar el dinero (ejecutivo), otro para mantener el orden (judicial) y otro para regular presupuestos y crear normas (legislativo), entre los tres órdenes de gobierno se controlan los unos a los otros, formando un círculo virtuoso.
Pero cuando uno de ellos quiere imponerse sobre el otro, o sobre un país entero, tiene un efecto catastrófico, como cualquier relación humana. Lo que sucede con la propuesta de reforma del ejecutivo al Poder Judicial, el tema de la sobrerrepresentación legislativa, la reforma electoral, la eliminación del Instituto Nacional de Acceso a la Información (INAI), entre otros institutos autónomos que fungen como herramientas para que el ciudadano cuestione y se defienda, resultan una falta de respeto a México y a sus ciudadanos, al ser propuestos con la intención de eliminar toda participación ciudadana que implique la defensa del respeto a nuestros derechos.
¿Cuándo alcanzaremos el equilibrio cívico, político y social, en nuestro país?… cuando aprendamos a respetarnos.
Ya lo decía Don Benito Juárez García, “Entre los individuos como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz”; de cierta forma, sería muy bueno agregar la relación entre individuo y gobierno” en la frase, como un memorial dirigido a quien pretende gobernar (indistintamente del color), de que el pueblo mexicano debe de ser respetado por el régimen que gobierne, independientemente si tiene el poder de cambiar las leyes a su antojo de un día para otro, de modificar un sistema, o de gastar el dinero de nuestro pueblo de forma indiscriminada y discrecional sin que nadie le diga nada, solo por el placer de pasar a la historia sin sustento, ni razón que soporte sus acciones.
En las manos de Dios estamos, que pasen un feliz domingo.