Por Milenio
La Prensa
La noche del 26 de septiembre de 2014 ocurrieron al menos tres ataques contra los estudiantes normalistas de Ayotzinapa, en Iguala, dejando como saldo seis muertos y 43 desaparecidos. El tercero fue justo en la intercesión de las calles Juan N. Álvarez y Periférico, hasta donde otros estudiantes de la Normal Rural se habían desplazaron para apoyar a sus compañeros.
En ese punto, de acuerdo con testimonios de sobrevivientes, disponibles en Los 43 de Ayotzinapa: Un crimen de Estado, la nueva serie documental de MAX, los jóvenes fueron atacados a balazos.
La noche de Iguala
Los ataques contra los normalistas de Ayotzinapa se registraron, principalmente, durante la noche del 26 de septiembre de 2014, pero se extendieron hasta las primeras horas del siguiente día. Al menos 19 de los agresores de los jóvenes fueron identificados por los sobrevivientes como policías municipales de Iguala.
A unos días de cumplirse una década de la desaparición de forzada de los 43, aún se conocen pocos detalles sobre lo que vivieron los jóvenes. Un muro que no ha logrado ser derribado impide conocer la verdad de lo que ocurrió esa noche.
Édgar, uno de los sobrevivientes, no viajaba en los camiones en los que los normalistas buscaban llegar a la Ciudad de México para participar en la marcha del 2 de octubre. Pero, como el resto de sus compañeros de escuela, al enterarse del ataque abordó un vehículo y se dirigió a Iguala para apoyar.
«Yo me encontraba en el dormitorio, cuando llega un compañero diciéndonos que algunos chicos de la academia de primer grado habían sido agredidos por policía. Tomamos unas Urvan de la escuela y salimos a Iguala», narra.
Al llegar, él y sus compañeros de Ayotzinapa comenzaron a caminar entro los camiones donde viajaban los 43. Ahí, pudo atestiguar los impactos de bala en los camiones, los vidrios rotos, incluso encontró, en medio de un charco de sangre, la credencial del Cochiloco, uno de sus compañeros desaparecidos.
En medio del horror por esos hallazgos, escucharon un grito de alerta: «corran, corran». La advertencia llegó con una lluvia de balas.
Los jóvenes que viajaron a Iguala para ayudar a sus compañeros atacados, también eran agredidos, pero ahora por hombres encapuchados y no por policías municipales.
«En ese momento traté de pensar que era un sueño y que esto iba a pasar, pensé mucho en mi mamá, en mi papá», agrega Édgar, quien recibió balazos en la parte superior de boca. En su testimonio frente a las cámaras, aún se pueden notar las cicatrices que dejaron las herida.
«Nos fuimos caminando al hospital Cristina, había dos enfermeras pero no nos quisieron atender, todas las personas se fueron y sólo nos quedamos los estudiantes. Me acerco a una ventana, me reflejé en el cristal y ahí vi dónde se me había herido, era todo el maxilar superior, yo sólo lo veía negro y rojo», finaliza.
El testimonio de Édgar y de sus compañeros sobrevivientes ya está disponible en MAX.