Otra COP y nada cambia
Ignacio Moreira Loera
Instagram: @thewaxwing1
Del 21 de octubre al 1 de noviembre del 2024, se llevó a cabo, en uno de los países con mayor diversidad biológica del planeta, la última COP en materia de biodiversidad.
Hace unos días, en Cali, Colombia, se desarrolló la decimosexta Conferencia de las Partes sobre biodiversidad, mejor conocida como la COP16; órgano de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, que reunió, en un gran encuentro, a 196 países, junto con la Unión Europea. El objetivo de este gran evento multinacional es el de convocar a naciones, organizaciones no gubernamentales, organismos internacionales, jefes de Estado y ministros de todo el mundo con el fin último de discutir las problemáticas relacionadas con el cambio climático y la crisis ambiental.
Sin embargo, así como muchos otros, tengo mis propias reservas sobre este evento y sobre el verdadero impacto que tiene en la mitigación del cambio climático, la protección de los ecosistemas terrestres y la salvaguarda de la basta biodiversidad de nuestro planeta.
La primera gran crítica viene de los grupos y comunidades indígenas, quienes, con toda razón, alegan que la cumbre de la ONU excluye a estas minorías, las cuales, en la mayoría de los casos, son las más importantes defensoras de la tierra, las selvas tropicales y los ecosistemas; además de ser las más afectadas por la crisis climática que vivimos y por la devastación ecológica derivada del narcotráfico, la industria minera y agropecuaria.
Representantes indígenas de México, Sudamérica y África han organizado, en el estado de Oaxaca, la AntiCOP, evento que busca visibilizar y denunciar cómo la militarización, la construcción de megaproyectos y el crimen organizado —temáticas normalmente ignoradas por los gobiernos— son algunas de las actividades con mayor impacto medioambiental, sobre todo en Sudamérica, África y algunas regiones de México.
Además, se critica que la cumbre sobre la biodiversidad se lleve a cabo en Colombia, y no por ser un país megadiverso, sino por la hipocresía de sus autoridades, las cuales han ignorado a biólogos y científicos en temas cruciales para la conservación, como lo es el caso de los más de 170 hipopótamos de Pablo Escobar, especie invasora que ha generado un desequilibrio ecológico a lo largo del río Magdalena.
La polémica también recae sobre sus representantes, políticos de alto nivel y grandes empresarios. Tal es el caso de la COP28 realizada en el 2023 en Dubai, y cuyo presidente designado de la conferencia fue el sultán Al Jaber, director ejecutivo de ADNOC, una de las empresas petroleras más grandes del mundo. En el 2022, ADNOC produjo más de 4 millones de barriles de petróleo por día (un aumento del 11.11% respecto al 2021); fue el mismo Al Jaber quien posteriormente declaró duplicar la producción para el 2027 y 2030.
En fin, otra COP se lleva a cabo, otra reunión entre opulentos empresarios y representantes de estado que se comprometen a solucionar y mitigar —sin sacrificar sus fortunas e intereses— la catástrofe ambiental que nos acecha, que desplaza de sus hogares a más de 21 millones de personas al año, que pone en peligro la habitabilidad de nuestro planeta y que sofoca, hasta la extinción, a miles de especies silvestres.
Esperamos, escépticos, que esta vez los acuerdos y discursos se transformen en verdaderos cambios, en políticas públicas, regulaciones y acciones palpables, y no solo en meras reuniones entre poderosos, que, ante la catástrofe ambiental de la que se saben responsables, solo buscan palear su culpa.