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jueves 2 de enero de 2025

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Bitácora del director

Bitácora del director

Por Pascal Beltrán del Río

Los frutos podridos de la polarización

Mientras centenares de personas escalaban los muros exteriores del Capitolio para tomarlo por asalto, un grupo de asesores legislativos se sobrepuso a la sorpresa y al terror y puso a salvo las cajas de caoba que contenían los votos electorales que habían decidido el resultado de los comicios presidenciales de noviembre pasado en Estados Unidos.

“La muchedumbre las habría quemado”, tuiteó Jeff Merkley, senador por Oregon.

Los sucesos de ayer en Washington dejaron al mundo atónito. El país que ha presumido la fortaleza de sus instituciones democráticas  –casi siempre con razón– de repente se vio envuelto en una violencia poselectoral azuzada por el presidente Donald Trump, quien, a mediodía, había pronunciado un discurso enlistando 38 presuntas violaciones al proceso, con las que, según él, buscaban privarlo de la reelección.

Ayer, con una sesión especial del Congreso estadunidense que ocurre cada cuatro años, debía ponerse fin a una de las elecciones más contenciosas en la historia de Estados Unidos y la de mayor participación que ha habido hasta ahora.

El acto, que se había desarrollado 59 veces, tiene un carácter ceremonial: certificar los votos de los delegados a los colegios electorales estatales y declarar al ganador de los comicios.

Por alguna razón, Trump y sus simpatizantes supusieron que esta vez sería distinto y que el candidato que llegaba ayer con la mayoría de los votos electorales no saldría con la declaración de presidente electo.

Una vez concluido el discurso de Trump, que presenciaron miles de personas llegadas desde todos los rincones del país, un grupo de ellas decidió lanzarse sobre el Capitolio. Tomada por sorpresa, la policía del recinto parlamentario se replegó y los inconformes penetraron en el inmueble.

Fue necesario remontarse más de 200 años en la historia para encontrar un hecho semejante. La última vez que se había dado un asalto al Capitolio fue en 1814, durante la guerra anglo-estadunidense, cuando soldados británicos incendiaron Washington.

Si lo de ayer no fue una insurrección, al menos se trató de la profanación de las tradiciones y valores democráticos del país, que han permitido a los estadunidenses elegir cada cuatro años a su presidente e irse tranquilamente a su casa.

Durante varias horas, no estuvo claro si lo que sucedía en la capital de Estados Unidos era el final de una disputa o el principio de algo más serio. Académicos como Jack Goldstone, de la Universidad George Mason, han venido diciendo, desde hace años, que las diferencias políticas en la sociedad estadunidense están conduciendo al país a un escenario de conflicto armado.

El saldo, 14 policías heridos, una mujer murió después de recibir un balazo adentro del Capitolio y se reportaron otras tres personas fallecidas en áreas de urgencias médicas.

Ver al vicepresidente Mike Pence –quien por ley conducía la sesión del Congreso– ser sacado del Capitolio por el Servicio Secreto mientras los inconformes embozados se tomaban fotos en la silla que él acababa de dejar, trajeron recuerdos de intentos de asonada en otras latitudes, como la de Tejero en España.

“Esto no es Estados Unidos”, repetían analistas, legisladores de uno y otro partido e incluso el presidente electo Joe Biden, quien llamó a la calma. “¿Qué pensarán los niños al ver esto? ¿Qué pensarán en otros países del mundo?”, preguntaba, atónito. Y, efectivamente, varios líderes mundiales expresaron su condena a través de las redes sociales, entre ellos Boris Johnson, Justin Trudeau, Giuseppe Conte, Pedro Sánchez, Sebastián Piñera e Iván Duque. Lamentablemente, al momento de escribir estas líneas, el gobierno mexicano no se había pronunciado.

Es imposible saber qué vendrá después de estos hechos, que parecen haber salidos de la imaginación del guionista de un blockbuster. ¿Los republicanos, hartos de Trump, allanarán el camino para que el todavía presidente vaya a la cárcel por incitar a la violencia u otros delitos? ¿Los simpatizantes de Trump se reagruparán para realizar nuevas protestas o formarán un nuevo partido? ¿A dónde va esto? Es temprano para decirlo.

Lo indudable es el daño que ha hecho la experiencia del trumpismo a la democracia estadunidense. El cinismo, instalado en los salones del poder. Lo sucedido ayer es la consecuencia de polarizar a la sociedad; de gobernar para los partidarios y en contra de los adversarios; de señalar culpables y proponer soluciones mágicas a problemas sociales complejos y de desoír a los expertos.

Es el único desenlace posible del populismo.

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