Con raíces en la misión de Santa María de las Parras, esta ciudad ha forjado una identidad única basada en la religión, la herencia vinícola y el desarrollo comunitario
Por: Roberto Ulíbarri
LA PRENSA
El pasado martes 18 de febrero, Parras de la Fuente celebró 427 años de su fundación, un aniversario que reafirmó su legado histórico, cultural y religioso en el norte de México.
Desde su origen como Misión de Santa María de las Parras en 1598, su nombramiento como ciudad en 1868, hasta su distinción en 2004 como el primer Pueblo Mágico del norte de México, ha mantenido vivas sus raíces, tradiciones y su vocación vitivinícola. Su historia es un reflejo de la perseverancia y el esfuerzo de generaciones que han contribuido a su desarrollo.
SUS RAÍCES RELIGIOSAS
La historia de Parras de la Fuente está profundamente ligada a la religión católica, pues su fundación en 1598 fue impulsada por la labor evangelizadora de los misioneros jesuitas que, además de establecer un asentamiento, buscaron transformar la vida de los indígenas a través de la fe.
La construcción de templos, la enseñanza de nuevos valores y la introducción de prácticas agrícolas esenciales para los ritos religiosos fueron pilares en el desarrollo de la comunidad.
Desde su origen como la Misión de Santa María de las Parras, la presencia de la Iglesia ha marcado el rumbo de esta ciudad, cuya identidad y tradiciones siguen enraizadas en la devoción y el legado de sus primeros evangelizadores.
UN VISTAZO AL PASADO: LOS PRIMEROS POBLADORES
Antes de la llegada de los colonizadores españoles, el Valle de Parras era habitado por diversos grupos de la gran tribu chichimeca. Entre estos grupos se encontraban los ahomama, alaraque, bohavines, boboyanes, basmananes, babosarigamis, bajanero, coinamas, caviceras, cabezas, epicuamaras, hymama, hipimama, irritilas, maiconeros, mamacorras, manos prietas, neguales, salineros, vasapales, quienes llevaban un estilo de vida seminómada basado en la caza, la pesca y la recolección de frutos silvestres.
El paisaje original de Parras era muy distinto al que se conoce hoy en día. No había huertas, calles ni edificios, sino parras silvestres, manantiales y una naturaleza virgen que proporcionaba sustento a sus primeros habitantes. Con la llegada de los españoles, las costumbres y el modo de vida de los nativos cambiaron radicalmente, marcando el inicio de un proceso de evangelización y colonización.
LOS CIMIENTOS DE PARRAS
Las primeras exploraciones en la región datan de 1566, cuando Fray Pedro de Espinareda describió por primera vez el valle. Sin embargo, fue en 1598 cuando Juan Agustín de Espinosa, junto con el escribano Francisco Andrade y el capitán Antón Martín Zapata, llevó a cabo la fundación formal de la Misión de Santa María de las Parras.
El trabajo de Juan Agustín de Espinoza como evangelizador y colonizador duró cinco años, logrando la formación de lo que más adelante vendría a ser una importante región productiva (la Comarca lagunera).
La evangelización de los pueblos indígenas y la introducción de la agricultura fueron pilares fundamentales en el desarrollo de la comunidad.
Dos figuras clave en la consolidación de Parras fueron Francisco de Urdiñola y Lorenzo García.
Mientras que Francisco de Urdiñola se instaló en la que llamó Estancia de Arriba, más tarde Hacienda del Rosario, y para el año de 1593 ya tenía casa, viñedos y bodega. La bodega de Urdiñola es actualmente La bodega del Marqués de Aguayo.
Hacia el norte de la Hacienda mencionada se estableció Lorenzo García, en lo que llamó Estancia de abajo, luego llamada Hacienda de San Lorenzo y ya en 1597 también tenía viñedos y bodega, hoy Casa Madero, sentando las bases de la vitivinicultura en la región.
LA FUNDACIÓN DE MISIÓN DE LAS PARRAS
La fundación de la Misión de Santa María de las Parras tuvo lugar el 18 de febrero de 1598, cuando el padre Jerónimo Ramírez, tras recibir la solicitud de varios caciques de la laguna, decidió congregar a los habitantes dispersos en un solo asentamiento.
Para ello, se llevó a cabo una procesión desde la Estancia de Arriba hasta la cueva de Texcalco, donde se celebró una misa que marcó el inicio de la comunidad. Sin caminos ni calles, el proceso de establecimiento fue complejo, pero representó un paso fundamental para la consolidación de la población.
Los misioneros enfrentaron grandes dificultades, principalmente la barrera del idioma y la desconfianza de los indígenas. Para facilitar la evangelización y la integración de los habitantes, implementaron estrategias de comunicación mediante cantos y ofrecieron cuidados y alimentos.
Además, promovieron la agricultura con cultivos clave para los ritos religiosos como la vid, el trigo y los olivos. La educación también jugó un papel crucial, con la fundación del Colegio de San Ignacio, donde se enseñaban técnicas agrícolas, oficios y normas de higiene para mejorar las condiciones de vida de la comunidad.
El crecimiento de la misión se vio favorecido por la construcción del templo de San Ignacio, que sirvió como punto de reunión para los pobladores.
La administración del territorio estuvo a cargo del capitán Antón Martín Zapata, quien asignó un manantial para el riego de huertas y viñedos, conocido como el «Agua de los Padres». Con el tiempo, se fortaleció la estructura social y económica del asentamiento, sentando las bases para el desarrollo de Parras como una comunidad establecida y próspera.
¿POR QUÉ SE LLAMÓ SANTA MARÍA DE LAS PARRAS?
El nombre de Parras proviene de la abundancia de vides o parras silvestres que los españoles encontraron en la región, similar a las de Castilla. El nombre de Santa María fue adoptado en honor a un templo dedicado a la Asunción de la Virgen María en Cerro Gordo (hoy Hidalgo, Durango), cuya devoción fue trasladada a la nueva misión, consolidando a la Virgen de la Asunción como patrona de la localidad.
Durante los primeros años de poblamiento, se establecieron normas de convivencia, como el herraje de los animales y la regulación del uso del agua, acuerdos que se formalizaron en 1899. Con el tiempo, la región se consolidó con la creación de haciendas y grandes comunidades agrícolas, que impulsaron su desarrollo económico y social.
Parras perteneció a la jurisdicción de la Nueva Vizcaya hasta que el 21 de mayo de 1785 pasó a la provincia de Coahuila con Monclova como su capital.
Su crecimiento continuó hasta que, el 11 de enero de 1868, la villa de Parras fue elevada a la categoría de ciudad, consolidando su importancia en la región.
PARRAS SIGUE HACIENDO HISTORIA
Hoy, Parras de la Fuente sigue escribiendo su historia, consolidándose como un destino turístico de relevancia, un emblema de la cultura vinícola y un ejemplo de preservación de la identidad en el norte de México.
A lo largo de más de cuatro siglos, Parras de la Fuente ha evolucionado sin perder la esencia de su origen, donde la fe, la tradición y el esfuerzo de sus habitantes han sido pilares fundamentales en su desarrollo. La influencia de la religión católica, junto con el impulso de la vitivinicultura y el crecimiento social y económico, han convertido a esta ciudad en un símbolo de historia y cultura en el norte de México. Hoy, al celebrar su 427 aniversario, Parras continúa siendo un referente de identidad, preservación y orgullo, demostrando que su legado sigue vivo en cada rincón de su tierra y en el corazón de quienes la llaman hogar.