Con su imponente arquitectura colonial, este templo que nació pequeño y creció junto a su comunidad, hoy es un emblema de la ciudad
Por: Lucero Velázquez
LA PRENSA
En el marco del 427° aniversario de la fundación de Parras de la Fuente, que se conmemoró el pasado 18 de febrero, La Prensa de Parras continúa con su serie especial de artículos dedicada a recorrer la historia de nuestra ciudad.
Con el invaluable apoyo de la cronista del Pueblo Mágico, Elvia Guadalupe Morales García, le presenta datos y fotografías de los sitios históricos más emblemáticos, rescatando su legado y relevancia.
En este viaje por la memoria de esta ciudad, nos detenemos hoy ante la imponente Parroquia Santa María de las Parras, una joya arquitectónica que ha resistido el paso del tiempo y sigue siendo faro de fe y tradición.
UN TESORO DE CANTERA ROSA
Majestuosa y serena, la Parroquia Santa María de las Parras es uno de los principales atractivos turísticos de la región. Su arquitectura colonial y su fachada de cantera rosa la convierten en un verdadero tesoro histórico.
Al cruzar sus puertas, el visitante es recibido por la solemnidad de sus retablos dorados y pinturas religiosas, testigos de siglos de devoción. En su interior se encuentra la imagen de la Virgen María, patrona del pueblo, cuya presencia es venerada por los fieles. Sin duda, un destino obligado para los amantes de la historia y la cultura religiosa.
UN TEMPLO QUE CRECIÓ CON SU PUEBLO
La historia de esta parroquia se remonta al año 1648, cuando fue erigida bajo la advocación de la Virgen de la Asunción.
Para 1680, el templo original —de apenas 8,36 metros de largo— resultó insuficiente para albergar a los fieles. La comunidad, con el apoyo del cabildo y las autoridades eclesiásticas, emprendió la tarea de ampliarlo.
Durante seis años (1681-1687), los pobladores aportaron monedas, materiales y mano de obra, dando forma a una iglesia más grande y digna.
Pero el crecimiento del pueblo no se detuvo, y el templo volvió a quedar pequeño. En 1797, se emprendió una nueva obra que incluía cuatro naves con sus arcos, el bautisterio, la sacristía, el cubo de la torre del campanario y el presbiterio. En 1853, la familia Páez financió la construcción de la Capilla de los Dolores, un espacio de reconocimiento y oración que aún se conserva.
LA VOZ DE LA CAMPANA MAYOR
En 1859, la parroquia recibió un elemento que marcaría para siempre su identidad sonora: la campana mayor, fundida por Rafael Alatorre.
En su bronce, se grabó una inscripción en latín que, al ser traducida, resuena como un eco sagrado:
«Alabo a Dios verdadero,
Llamo al pueblo,
Congrego al clero,
Lloro a los difuntos,
Alejo la peste,
Adorno la torre.»
Desde entonces, su repique ha acompañado los momentos más trascendentales de Parras, llamando a la oración, anunciando la alegría y jugando las lágrimas de la despedida.
TRANSFORMACIONES A LO LARGO DEL TIEMPO
Con el paso de los años, la parroquia ha sido objeto de diversas restauraciones. En 1938, se iniciaron trabajos de rehabilitación que se prolongaron hasta 1942. Más tarde, en 1983, se revistieron las paredes inferiores con mármol travertino color café, extraído de las canteras al oriente del municipio.
EL CEMENTERIO Y SU TRASLADO
Durante muchos años, el cementerio de Parras estuvo ubicado en el lado norte de la parroquia. Sin embargo, su constante crecimiento llevó a la construcción del Panteón de Guadalupe, inaugurada en 1814.
En 1833, se dio la orden de clausurar el antiguo cementerio y exhumar los restos para trasladarlos. No obstante, el proceso fue lento; Pasó entre 20 y 30 años , y aún no concluía la exhumación. Finalmente, el terreno fue convertido en una plaza, conocida primero como Brigada Zaragoza y hoy llamada Plaza del Reloj .
UN LEGADO QUE PERDURA
La Parroquia Santa María de las Parras no es solo un edificio; es el alma de un pueblo que ha crecido y cambiado a su sombra. Sus muros han sido testigos de bautizos, bodas, funerales y plegarias que han dado forma a la historia de esta tierra.
En cada piedra, en cada retablo, en cada repique de su campana, resuena el eco de siglos de fe y tradición. Y así seguirá, impasible ante el tiempo, resguardando la memoria y la identidad de Parras de la Fuente.