Se marca el inicio de la Semana Santa, en que se recrea la entrada gloriosa de Jesús a Jerusalén en las parroquias de la Iglesia Católica
Por: Irma de la Garza
LA PRENSA
Este 13 de abril, la comunidad católica se une para conmemorar el Domingo de Ramos, una celebración que marca el inicio de la Semana Santa y revive la entrada gloriosa de Jesús a Jerusalén. Con ramos en mano, los fieles recuerdan ese momento en que el pueblo lo aclamó como Rey, gritando con júbilo: “¡Hosanna al Hijo de David!”. En este contexto, Monseñor Néstor Martínez López, párroco de la iglesia Santiago Apóstol en Monclova y vicario de la Diócesis de Saltillo, compartió una profunda reflexión sobre el verdadero significado de esta fecha sagrada para los cristianos.
“El Domingo de Ramos no es solamente una escena victoriosa”, explicó el prelado. “Es la antesala del sacrificio, del amor más grande jamás dado: la entrega de Cristo por la salvación del mundo”. Jesús entra montado en un burro, signo de humildad, no de poder militar. Lo hace con la plena conciencia de que esa aclamación pronto se transformará en rechazo, y que su camino lo llevará a la cruz. Esta paradoja, señala Monseñor, es el corazón del mensaje cristiano: el triunfo del amor a través del sufrimiento.
Jesús tenía alrededor de 30 años cuando comenzó su vida pública, tras ser bautizado por Juan en el Jordán. Desde entonces, anunció un Reino de justicia, misericordia y paz. Su palabra fue bálsamo para muchos y escándalo para otros. En medio de un pueblo sometido por el imperio romano, su figura generaba esperanza, pero también inquietud entre las autoridades. Aun así, ese día en Jerusalén, muchos lo reconocieron como el Mesías prometido, agitando palmas como lo harían ante un rey legítimo.
“¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!”, gritaban las multitudes. Ese clamor, cargado de emoción, tenía un eco profético. Monseñor Martínez recuerda que estos gestos no eran solo símbolo de fiesta, sino una proclamación de fe. “Era el reconocimiento, por parte de algunos, de que Jesús no era simplemente un profeta más, sino el Hijo de Dios hecho hombre. Aunque no todos entendían la magnitud de su presencia, hubo quienes ya veían en Él al Salvador”, expresó con emoción.
Para los fieles de hoy, el Domingo de Ramos es una invitación a renovar la fe y a decidir, desde el corazón, si acompañarán a Jesús en su camino hacia la cruz. “No basta con agitar una palma”, concluyó Monseñor Martínez. “Debemos preguntarnos si reconocemos en verdad a Jesús como Rey de nuestra vida. Esta semana no es solo tradición; es un tiempo de gracia, de conversión y de amor. Es Jesús que vuelve a entrar en nuestras ciudades, en nuestras casas, en nuestros corazones, y nos pide que caminemos con Él hasta la resurrección.”