El Papa Francisco habló del «nuevo dios» que amenaza a la humanidad
Por Staff/El Cronista
La Prensa
ROMA.- El Viernes Santo, 18 de abril, Roma se volvió a vestir de sombras y silencio para recibir el tradicional Vía Crucis en el Coliseo. Esta vez, sin embargo, algo fue distinto. Aunque el Papa Francisco no pudo estar presente por cuestiones de salud, su voz se escuchó como un eco profundo a través de las meditaciones que él mismo escribió y que fueron leídas por el cardenal Baldo Reina. El mensaje no pasó desapercibido: denunció la existencia de un «nuevo dios» que está moldeando el mundo con una frialdad inhumana.
El Pontífice, que viene atravesando una recuperación tras una neumonía bilateral, no participó físicamente en la ceremonia, pero logró dejar una marca contundente en una fecha clave del calendario cristiano. Sus palabras, meditadas y simbólicas, llamaron a una conversión no solo espiritual sino también social: una ruptura con la lógica de los algoritmos que hoy, según dijo, rigen nuestras decisiones, relaciones y economías.
El Papa Francisco y su crítica a los algoritmos
En su reflexión sobre el Vía Crucis, Francisco advirtió sobre lo que llamó una «economía de los algoritmos», un sistema que, según él, está basado en «la lógica del descarte, la frialdad de los cálculos y los intereses implacables». Frente a este modelo, contrapuso la «economía de Dios», una que «no mata, no aplasta, no excluye», y que en cambio cultiva, repara y protege.
«Corremos sin aliento, no porque falte el aire, sino por evitar la responsabilidad», escribió el Papa en uno de los tramos más simbólicos de sus meditaciones, según informó Vatican News. Para Francisco, la humanidad está perdiendo el norte al priorizar sistemas basados en números, estadísticas y rendimiento por sobre la compasión, el perdón y el amor.
En ese sentido, su crítica no se dirige únicamente a lo tecnológico, sino a la forma en que esas tecnologías están reorganizando el mundo bajo una lógica casi religiosa, donde el nuevo dios no es otro que el algoritmo.
Un llamado espiritual en medio del silencio del Coliseo
El Papa Francisco también aprovechó las estaciones del Vía Crucis para reflexionar sobre la libertad humana, el valor del sufrimiento y la esperanza como motor de transformación. En la tercera estación, recordó que Jesús cayó al suelo y se volvió a levantar, como ejemplo del «ritmo natural del alma humana»: caer, errar, pero también volver a empezar.
A través de las figuras de María, Verónica y las hijas de Jerusalén -mujeres clave en el camino al Calvario-, el Papa puso en valor la sensibilidad, la ternura y la mirada silenciosa que acompaña el dolor. «Dios no se impone, se ofrece», escribió, en una de las líneas más poéticas y contundentes del mensaje.
También se refirió al «tiempo de espera» simbolizado en el Santo Sepulcro, pidiendo aprender a no hacer nada cuando todo parece paralizado, y a escuchar los tiempos de la tierra, del cuerpo y del alma.
Las meditaciones de Francisco resonaron más allá de los muros del Vaticano. Medios internacionales como Catholic News Agency y Telesur destacaron el tono crítico del Pontífice y su capacidad de conectar el mensaje cristiano con los dilemas contemporáneos. No fue un discurso teológico, sino existencial. Tampoco fue solo para creyentes, sino para toda una civilización que parece haber olvidado cómo mirar al otro a los ojos.
Como cierre, Francisco eligió una oración de San Francisco de Asís. Pidió «luz en el corazón», pero también humildad, sabiduría y entendimiento. «Para poder hacer tu voluntad verdadera y santa», dice el final de ese texto. Un gesto que resume, en pocas palabras, su visión de un cristianismo activo, incómodo y, sobre todo, humano.