A Lilia de la Fuente: madre, escritora, voz de Monclova
Por: Liliana Sánchez de la Fuente
LA PRENSA
Este 10 de mayo, La Nota Lilia vuelve a escribirse. Pero hoy, las palabras no vienen de su puño y letra, sino del corazón de quienes la recuerdan con amor eterno: sus hijos.
Lilia de la Fuente fue más que una madre amorosa. Fue una mujer brillante, fuerte, visionaria. Durante muchos años, su voz iluminó las páginas de La Prensa de Monclova, donde día con día escribió en esta columna, alentando a las mujeres a ser valientes, a ser libres, a creer en sí mismas y a conquistar lo que parecía imposible.
En tiempos en que muchas callaban, ella escribía.
En tiempos de injusticia, alzaba la voz.
Y en todo momento, amó profundamente a su ciudad, Monclova, a su estado, Coahuila —al que le compuso un corrido a cada municipio— y a su país, México, por el que soñaba un futuro más justo, más digno y más humano.
Lilia fue compositora, periodista, escritora, pero también luchadora social. Su pasión por la política no era de partido, sino de causa: creía en la igualdad, en los derechos humanos, en la necesidad de tender puentes donde otros levantaban muros. Y lo hacía siempre desde la palabra: la escrita, la cantada, la que se decía con amor, con firmeza, con fe.
Amó a Cristo profundamente, y desde ese amor vivió con entrega total. Su vida fue un ejemplo de coherencia, compromiso y esperanza.
Hoy, en este Día de las Madres, queremos conmemorarla no solo como la madre que fue para su familia, sino como la madre espiritual de tantas mujeres a las que guió, inspiró y fortaleció con sus palabras.
En su memoria viva, compartimos algunas de sus poesías dedicadas a la figura materna. Porque ella, que tantas veces escribió para los demás, hoy merece que sus versos regresen al corazón de quienes la leyeron:
AMOR FILIAL
Escucha mi melodía,
canción de amor y de paz;
que en este tu santo día,
entonamos, Madre mía,
con inmenso amor filial.
Si tuviera en mi poder
una vara de virtud;
mil deseos pediría,
más tu bendita salud.
Con oro pulverizado
alfombraría nuestro hogar,
y con liras cantaría
nuestro himno celestial.
Con la luna y las estrellas
coronaría tu cabeza,
e iluminaría tu cara
apagando tu tristeza.
Volviendo a la realidad,
sólo tengo esta canción.
De valor, para obsequiarte,
sólo tengo el corazón.
CONSEJO
¿Quieres aprender?
Decía… la madre a su pequeñuelo;
¿Quieres recorrer el mundo?;
¿Cosechar su fértil suelo?
Te voy a dar un consejo
que es el más grande y mejor;
estudia, aunque te hagas viejo,
sé recto y trabajador.
No te salgas del camino
que nos dicta la decencia;
no niegues ser mexicano
digno de tu descendencia.
Ayuda al necesitado,
demuestra tu humanidad,
que la blancura del cuerpo
no da superioridad.
Pura debe ser el alma,
blanca la imaginación;
tu piel aunque sea morena,
tiene fuerza y corazón.
RECUERDOS
Hace muchos años
llevo este recuerdo,
que no se me olvida;
los dulces momentos,
que nunca en la vida
podrán regresar;
la suave mirada,
las tiernas caricias,
los sabios consejos;
que sólo una madre
con amor sublime,
puede prodigar.
A veces quisiera…
que aquellos instantes,
no hubieran pasado,
que mi infancia loca,
continuara siendo,
como antes lo fue;
que sus dulces besos,
y tiernas caricias;
todo regresara;
y seguir viviendo,
aquellos momentos,
que no olvidaré.
Pasaron los años…
y solo recuerdo,
de aquella mañana
de ese invierno gris;
su pelo sin brillo,
sus ojos cansados,
de tanto sufrir;
la cruel despedida,
sus besos, mi llanto,
más todo fue inútil;
esa madrugada,
la miré partir.
LA ALCANCÍA
¡Ya se acerca el 10 de Mayo!,
que gusto me da pensar,
que rompiendo mi alcancía
algo le podré comprar.
Todos los aparadores
me han llamado la atención,
si son los de joyería,
¡que belleza! ¡que ilusión!
Hay relojes de pulsera,
con perlitas y brillantes,
anillos con esmeraldas
y finísimos diamantes.
En una perfumería
me ha gustado una loción,
una cajita de polvo
y un finísimo jabón.
Una bolsita de mano
creo que le agradaría,
¡No!¡ No !, mejor una licuadora,
o una hermosa vajilla.
También se vería bonita
con zapatos de tacón,
vestida color de rosa
adornada con listón.
Pobrecito cochinito
no lo quisiera quebrar,
es recuerdo de mi abuela
cuando vivió en Mazatlán.
Pero no hay otro remedio,
ya de un golpe lo trocé,
contaré las moneditas
y a las tiendas marcharé.
Diez moneditas de veinte
eran las que hacían montón,
otras treinta de cincuenta
y se acabó la ilusión.
Poco dinero tenía,
nada le podré comprar,
ya terminó mi alegría
siento ganas de llorar.
¡Ah! pero a Mamá,
que es tan buena;
mucho le ha de gustar,
un ramillete de flores
y una tarjeta postal.
SOY MADRE SOLTERA
Cuando le dije un hijo vendrá,
agachó la cara negando su fruto;
y en forma increíble, fría, casi cruel,
me dijo el ingrato deshazte de él.
No sentí dolor, odio no sentí,
lo miré pequeño lo compadecí.
Di la media vuelta y juré luchar;
hasta ver el fruto de ese amor fugaz.
Soy madre soltera
y mi vida entera daría por él;
por ese pequeño,
velo yo su sueño y sueño con él.
Soy madre soltera,
lucho como fiera,
soy hombre y mujer;
y ojalá que nunca,
nunca me reproche,
padre no tener…
SONETO A MI MADRE
Los ojos de mi madre
suave embrujo,
a su rostro senil dan armonía;
con igual suavidad al alma mía
detiene en la tormenta con su influjo.
Con sus claras pupilas me condujo,
salvándome quizá en la agonía;
y aquel motivo que me consumía
salió de mí, igual que se introdujo.
Se produjo en mi ser aprisionado:
serenidad, amor y lozanía.
Difícil comprender lo había jurado.
A mis horas fatídicas venía,
la mirada de un ser santificado;
de esa Madre sublime, que es la mía.
LA ESPERA
Allá en aquel jacal junto al brasero,
una anciana mujer hace el puchero;
su blanca cabellera entretejida,
enmarca más su cara envejecida.
A pesar de los años que ha vivido,
su pensamiento sigue ensombrecido;
y en su mirada brilla la esperanza
como una brasa que el final alcanza.
A través de la rústica ventana,
la vereda se ve blanca y lejana;
haciendo pintoresco aquel paisaje
la pradera que Dios cubrió de encaje.
Más allá, junto al río, en el vallado,
un anciano contempla su ganado;
en sus pupilas la esperanza muerta,
dejó serena su mirada incierta.
Tienen los tristes ojos de la anciana,
la mirada senil y campirana;
el dolor, que revela esa amargura,
del alma dura y a la vez humana.
Hace mucho partió sin rumbo fijo,
en pos de la fortuna, el único hijo
que tras aquella límpida vereda,
sólo dejó dolor y larga espera.
Después de tanta dicha inolvidable,
vino aquel desenlace interminable.
Tanto espera la Madre su regreso,
que el canto de sus labios: es un rezo.
CANTO A MI MADRE
Pido a Dios escuche mi sentido canto
que en lira doliente pulso con mi llanto
Honroso homenaje que este triste día
rezo con mis versos dulce letanía.
Hoy no estoy de fiesta, voy al camposanto
No siento alegría, sólo mi quebranto
Ofrendar mi vida poder yo quisiera
y con mis lágrimas regar la pradera.
Un milagro pido mirarla un instante
ver sus lindas manos mirar su semblante
En vez del túmulo su cuerpo viviente
y ver yo quisiera sus labios sonrientes
Imploro, suspiro recuerdo la cruz
elevo mis manos al inmenso cielo
rogando a Jesús te ofrendo mi vida
bendito señor porque me concedas
tan solo un instante escuchar su voz
mirar sus pupilas, sentir su calor
Todo está en silencio, mis ojos no lloran
ya de mi garanta no brota mi voz
mi madre está ausente y espera dormida
el advenimiento de Cristo Jesús.