Conocido por su incansable labor social y su amor por el ciclismo, Carlos Rodolfo Seca festeja 5 décadas de una vida entregada a su pueblo
Por Lucero Velázquez
LA PRENSA
PARRAS, COAHUILA. — Este mes de julio, Carlos Rodolfo cumple 50 años de servicio al Gobierno del Estado de Coahuila. Medio siglo. Cincuenta años entregados no solo al deber, sino al compromiso moral de servir con el corazón, de caminar al lado de su gente, de estar presente cuando más se necesita. Y en cada día de ese recorrido ha dejado una estampa indeleble: la de la honestidad, la sencillez, la constancia y, sobre todo, la humildad.
Nacido el 13 de diciembre de 1957, en Parras, hijo de Cosme Seca Gómez y Aurelia Guerrero Torres, creció en las calles de este Pueblo Mágico con las manos vacías pero el alma llena. Vivió una infancia de carencias, pero nunca de amargura. Aprendió desde niño que la vida puede doler, pero que siempre vale la pena cuando se camina con fe. Así fue como Carlos Rodolfo decidió caminar… y jamás se detuvo.
Su andar lo llevó a integrarse desde joven al municipio de Parras, y más adelante a consolidar una carrera en el Gobierno del Estado, donde ha labrado una carrera de cinco décadas marcadas por la honestidad, el respeto y un profundo compromiso social. En el Sindicato Único de Trabajadores al Servicio del Gobierno del Estado de Coahuila (SUTSGE), dejó huella como secretario de deportes por más de 12 años, organizando torneos y actividades que unieron a cientos de familias tanto en Parras como en Saltillo.
Sin embargo, su verdadero legado está más allá de las oficinas: está en las calles, en las plazas, en la gente. Lo que distingue a Carlos Rodolfo no es solo su currículum, sino su calidad humana, su cercanía con la comunidad, su espíritu servicial y esa inquebrantable voluntad de tender la mano sin esperar nada a cambio. Nunca buscó reflectores, pero se convirtió en un faro para muchos. Escuchó cuando otros callaban, actuó cuando otros dudaban, y estuvo presente cuando más se le necesitaba.
Su gran pasión ha sido siempre el deporte, y dentro de éste, el ciclismo se convirtió en su misión. En los años ochenta, junto a su gran amigo Enrique Hurtado Vázquez, ideó un sueño que se volvería tradición: la Escalada al Santo Madero, nacida en 1985 como una prueba de fe, resistencia y amor a Parras. Una carrera ciclista de 110 kilómetros, que comienza en el corazón del pueblo y culmina en lo alto del cerro del Sombreretillo, donde el Santo Madero observa y bendice a su gente.
Lo que comenzó como una idea entre amigos, hoy es una de las competencias más emblemáticas del norte del país, con más de 160 ciclistas de distintas regiones que vienen atraídos por la mística única de esta prueba. Pero detrás de cada edición, de cada kilómetro recorrido, de cada aplauso en la meta… está él. Seca. Organizando, gestionando, animando, resolviendo. Porque para él, el ciclismo no es solo deporte: es fraternidad, es esfuerzo compartido, es comunidad.
Y es que Seca no ha sido grande por los puestos que ha ocupado, sino por la forma en que los ha vivido. Ha sido ejemplo silencioso, mentor de jóvenes, apoyo de vecinos, respaldo en momentos difíciles. Es de esos hombres que no necesitan decir lo que hacen… porque su hacer habla solo. Ha estado en los momentos donde no hay cámaras ni discursos, solo la necesidad de ayudar.
Celebrar sus 50 años de servicio es, en el fondo, dar gracias. Gracias por su forma de ser, por su tiempo, por su ejemplo, por su amor a Parras. Porque Seca ha sido fiel a su tierra, a su gente, a su vocación. Porque su historia no se escribe en oficinas, sino en las calles, en los parques, en la cima de un cerro, en cada persona a la que tendió la mano.
Hoy, sigue firme, sigue activo, sigue inspirando. Porque para él, el compromiso no se jubila. Se vive hasta el último aliento.
Gracias, Carlos Rodolfo Seca Guerrero, por estos 50 años y por cada instante en que decidiste estar, ayudar, sumar, servir, por no irte nunca del corazón de tu pueblo y de esa gente para la cual eres un faro en su vida, por enseñarnos que la verdadera grandeza camina en silencio, pero deja huellas profundas.