Rubén Moreira Valdez
Con el pretexto de ofrecer la seguridad que durante el gobierno de López Obrador no logró, Morena propone una estrategia invasiva, donde lo privado se reduce a la nada. En seis leyes reformadas en 10 días, el país se militariza, los medios de comunicación tendrán sobre su cabeza la posibilidad de ser silenciados y la vida privada quedará en manos del gobierno. El Estado espía aparece de la mano de un régimen que se presumía promotor de las libertades.
Como en la distopía de Orwell, en la pantalla de un burócrata convertido en espía y sin dar explicaciones a nadie, se desplegarán los datos más íntimos del ciudadano elegido. Desde el color de su iris hasta los trámites que ha realizado en cualquiera de los órdenes de gobierno. La intromisión incluye expedientes médicos y, por supuesto, lo relacionado con propiedades, cuentas bancarias, deudas y viajes en el país o el extranjero. Con la misma clave, y sin la intervención de un juez, la compañía telefónica dará al “Big Brother mexicano” acceso a los datos y registros del celular espiado, y por si fuera poco, la ubicación en tiempo real de su dueño y de quienes lo acompañan.
No hay posibilidad de defensa; el Poder Judicial Federal fue desmantelado, la Ley de Amparo mutilada y reducida a temas de menor importancia. Tampoco hay esperanza de que el régimen recapacite y dé pasos atrás. No hay pudor en los gobernantes; la soberbia y el clima de polarización los hace festejar la destrucción de las instituciones que los llevaron al poder.
Para la casta gobernante, lejanos están los días en que reclamaba órganos autónomos que sirvieran de contrapeso al presidencialismo. También quedaron atrás aquellos en los que Porfirio Muñoz Ledo o Juventino V. Castro respaldaban reformas que permitían el control de convencionalidad.
Los medios de comunicación resienten la andanada del régimen. La nueva ley de telecomunicaciones y radiodifusión nos regresa a los tiempos del poder que silenciaba a los críticos. La marca de la casa es reprimir, pero ahora con instrumentos legales obtenidos a la mala. A Morena le molestan las libertades, y prueba de ello es la salida de casi cincuenta analistas y críticos que tenían altos ratings en radio y televisión.
Se trata de una estrategia que se ejecuta de manera tenaz y que incluye desde el adoctrinamiento de escolares hasta la impresión de decenas de títulos que se extraen de las bibliotecas de los ideólogos del movimiento. Todo el Estado se moviliza y para ello se alinean instituciones como el CIDE, Canal Once o el Fondo de Cultura Económica.
El fantasma del viejo Althusser, con todo y martillo, flota en Palacio Nacional, San Lázaro y Paseo de la Reforma; los aparatos ideológicos y represivos del Estado afilan sus dientes para sostener al nuevo régimen autoritario que ha nacido en el prometedor siglo XXI.