La Diócesis ha seguido de cerca a una secta oscura que realiza rituales con sacrificio de animales y pone en riesgo la integridad física y espiritual de sus adeptos
Alonso Crisante
LA PRENSA
SALTILLO, COAHUILA.- En medio de una creciente inquietud social, la Diócesis de Saltillo ha emitido una alerta sobre la operación de una secta satánica con un considerable número de adeptos en la ciudad, fenómeno que genera preocupación por sus implicaciones espirituales y sociales. El padre Eliamar Vega Carrales, responsable de la Pastoral de la Vida y exorcista de la diócesis, ha atendido personalmente dos casos vinculados a este grupo, revelando la complejidad y el sufrimiento que atraviesan quienes se adentran en estas prácticas.
El sacerdote explicó que los afectados llegan a experimentar un tormento interior intenso, marcado por conflictos de conciencia y un profundo desasosiego espiritual. “Lo que hice no está bien”, es una frase recurrente en quienes enfrentan esta crisis, producto de su involucramiento con rituales y creencias que, según el clero, distorsionan la esencia humana y divina del individuo.
Durante las últimas décadas, el fenómeno ha tomado fuerza en Saltillo, con la proliferación de cultos satánicos, rituales ocultistas y prácticas vinculadas a la santería, magia y uso de la ouija. Algunos de estos rituales han incluido incluso sacrificios de animales, lo que eleva la alarma entre las autoridades eclesiásticas y la sociedad en general.
El padre Vega Carrales advierte que estas prácticas no sólo afectan al practicante, sino que abren “puertas a una acción extraordinaria del maligno” que puede repercutir negativamente en la comunidad. El clérigo destacó que, desde su perspectiva, no existe diferencia entre magia blanca o negra, calificándolas ambas como dañinas, y puntualizó que la santería se basa en el culto a espíritus ancestrales disfrazados de santos, lo que puede confundir a las personas sobre su verdadera naturaleza.
Una de las preocupaciones adicionales es la creciente veneración a la Santa Muerte, fenómeno que ha cobrado relevancia en la región. La Diócesis ha documentado al menos dos muertes vinculadas a este culto en Saltillo: una en la Sierra de Zapalinamé y otra en el Panteón Santo Cristo. El padre instó a la población a desconfiar también de objetos aparentemente inofensivos, como pulseras, collares o atrapasueños, que podrían estar consagrados con fines ocultos y ser vehículos para influencias negativas.
El impacto de estas creencias se traduce, según el exorcista, en un vacío espiritual que desorienta a las personas, alejándolas de su integridad emocional y de su esencia humana y divina. “Son prácticas que terminan por desorientar a la gente y alejarlas de su esencia humana y divina”, destacó.