Rescatistas y policías retiran media tonelada de basura de la casa de este hombre de 93 años, quien habitaba la casa convertida en un laberinto de deshechos
Iván Villarreal
LA PRENSA
En la colonia Emiliano Zapata, donde las calles guardan historias discretas, un grupo de rescatistas irrumpió en silencio para devolverle un poco de dignidad a un hombre que llevaba demasiado tiempo conviviendo con la basura. Jesús Martínez Villarreal, 93 años, habitaba una casa convertida en laberinto de desechos, donde las cucarachas y las arañas habían tomado posesión de cada rincón.
Convocados por personal del C4 de Seguridad Pública de Monclova, brigadistas, paramédicos y una doctora de la Clínica San Martín entraron al hogar y, durante horas, levantaron bolsas, arrastraron muebles infestados y retiraron cerca de media tonelada de desperdicios. El olor penetrante y el zumbido de los insectos confirmaban lo evidente: allí dentro la vida se había vuelto irrespirable.
Jesús Martínez no estaba solo en este naufragio. Su hijo, Juan Luis Martínez Sariñana, comparte las mismas tendencias de acumulación. Juntos habían visto cómo la basura se amontonaba hasta volver peligrosa la vivienda y amenazar su salud. Sin embargo, un primer diagnóstico médico trajo alivio: el anciano, a pesar del entorno hostil, se encontraba en sorprendente buen estado.
“Había demasiado de todo: cucarachas, arañas, basura. Queremos ayudarlo a tener una mejor calidad de vida”, dijo uno de los rescatistas, mientras sus compañeros seguían cargando bolsas negras hacia el camión recolector. Además de la limpieza, se prepara una despensa y ropa limpia para el señor Martínez, y se planea dar seguimiento para que estas condiciones no vuelvan a repetirse.
Pero este no es solo un caso aislado, sino el reflejo de un problema silencioso: la acumulación compulsiva, un trastorno que poco a poco cercena la salud y la seguridad de quienes lo padecen. Lo ocurrido en Monclova es un recordatorio de que estas situaciones necesitan más que una limpieza: requieren atención médica, apoyo psicológico y una comunidad dispuesta a mirar más allá de la puerta cerrada.
Hoy, al menos por un momento, la casa de Jesús Martínez respira. La basura ya no está, y la esperanza entró con el aire fresco. Pero la verdadera labor apenas comienza: acompañar, vigilar, no olvidar. Porque rescatar a un hombre de su propia soledad no es tarea de un día, sino compromiso permanente.