Por Samuel Cepeda Tovar
Se trata de un problema tan añejo que no se circunscribe a la energía eléctrica. Se trata de un tema pendiente de soberanía en el sentido de la autosuficiencia energética más allá de un falso nacionalismo.
Cada semestre en clase analizamos el tema de la independencia de México y con cifras recientes concluimos que México es un país dependiente, principalmente de los Estados Unidos, y el inveterado estribillo de “cuando a Estados Unidos le pega un catarro, a México le pega una pulmonía” quedó de manifiesto esta semana en que un solo Estado de la unión americana (Texas) que sufrió afectaciones por el clima extremo provocó secuelas en por lo menos 12 estados mexicanos.
Desde los tiempos de la expropiación petrolera, documentos históricos dan fe y cuenta del financiamiento estadunidense al gobierno mexicano para la indemnización de las compañías que en los tiempos del General Cárdenas monopolizaban la industria petrolera.
Al final de cuentas se trataba de una inversión que al paso del tiempo beneficiaría principalmente a los Estados Unidos. Los datos, hoy, son sugestivos y contundentes: más del 50% de la generación de electricidad depende de centrales eléctricas que funcionan con gas, y este gas es principalmente importado desde los Estados Unidos.
Estamos hablando de un gasto de más de 15 millones de dólares DIARIOS que se pagan a empresas norteamericanas para el suministro de gas.
El resto del funcionamiento de las centrales eléctricas es mediante el combustóleo y el carbón. En cuanto a las gasolinas, importamos más de 700 mil barriles diarios de gasolina y 300 mil de diésel, aproximadamente 70 millones de dólares DIARIOS por ambos combustibles.
Casi 90 millones de dólares diarios gastamos en combustibles para mover energéticamente hablando a nuestro país. No se necesita un grado de expertise elevado para deducir que nos urge invertir en extracción de gas y construcción de refinerías para dejar de gastar caso 100 millones de dólares diarios.
Sorprende el comunicado del clúster minero-petrolero de Coahuila, cuando en términos generales culpa al gobierno actual de la dependencia energética, tan absurdo pensar que en solo dos años un gobierno pudiera romper con una dependencia y entreguismo de casi 100 años hacia los intereses norteamericanos auspiciados por gobiernos poco comprometidos con su pueblo y más impulsados por intereses macroeconómicos.
El clúster encontró rápidamente un culpable y olvidó así de fácil los resultados de una reforma energética que incumplió en todas sus promesas y manchada de corrupción por el caso Odebrecht.
También olvidó la fiera defensa de los ambientalistas que se han opuesto a la explotación de la cuenca de burgos.
La privatización del sector energético iniciado por Calderón y las reformas a las paraestatales como PEMEX y CFE con Peña Nieto solo permitieron la facilidad para los negocios fraudulentos que ya todos conocemos y la cada vez más excesiva dependencia externa volviéndonos susceptibles de las tragedias ajenas.
Como si no tuviéramos ya suficientes problemas por resolver, hoy nos vuelve a quedar claro que el camino es la inversión para cambiar de senda, de la dependencia a la autosuficiencia, porque la supuesta apertura a la IP solo nos trajo ignominia.
Sigo sin ver reducciones en el cobro en mis recibos de luz, gas y gasolina con la consciencia de que algunos salieron bastante beneficiados con estas grandes promesas energéticas que hoy vuelven a dejarnos claro que debemos invertir o seguir padeciendo, como siempre.
