CIUDAD DE MÉXICO, septiembre 10 (EL UNIVERSAL).- Ocho meses de pandemia parecen una eternidad, pero para poner a prueba medicamentos eficaces contra el SARS-CoV-2 son realmente un lapso muy corto. Comprobar la efectividad de una terapia requiere de tiempo, dinero y mucho rigor científico, sin embargo el Covid-19 aceleró los motores y los datos fluyen para apoyar o rechazar la efectividad de muchas terapias que dividen opiniones.
El llamado plasma convaleciente, ese líquido amarilloso que queda cuando se eliminan los glóbulos rojos y blancos de la sangre, se ha usado desde hace más de un siglo como un tratamiento multifuncional de anticuerpos. Esta terapia encontró uno de sus momentos estelares durante la pandemia de influenza de 1918. Más de un siglo después, el 24 de agosto de este año, las autoridades de salud de EU autorizaron el uso del plasma donado por personas recuperadas del SARS-CoV-2 para utilizarse en casos de emergencia, pero la OMS ha advertido que se trata de un tratamiento experimental que debe tomarse con reservas.
Varios protocolos clínicos en diferentes países siguen probando su nivel de efectividad, como RECOVERY, el prestigiado estudio avalado por la Universidad de Oxford que da seguimiento a diferentes tratamientos contra Covid-19. Para sus investigadores, quienes han extendido sus grupos de estudio incluso a menores de edad, la efectividad del plasma convaleciente aún debe probarse ampliamente a través de más ensayos clínicos sólidos antes de que pueda proporcionarse para uso general.
Inmunoterapias
El plasma convaleciente entra dentro de la categoría de las llamadas inmunoterapias pasivas mediante las que se le dan los anticuerpos al organismo; mientras que las activas buscan que el cuerpo genere sus propios anticuerpos, a través de las vacunas. Aún se debate el nivel de efectividad de la transfusión directa de plasma proveniente de pacientes curados de Covid-19, pero recientemente investigadores de Johns Hopkins empezaron dos nuevos ensayos de plasma en personas no graves para probar incluso una nueva teoría: que el tratamiento podría funcionar mejor al principio de la infección.
El problema es que hay necesidad de muchos estudios y las dosis son limitadas, pues algunos de los focos de contagio han cedido o cambiado, y muchas personas aunque ya están recuperadas, se mantienen debilitadas por la enfermedad y esto dificulta el proceso de donaciones; sin embargo, este material sigue siendo contemplado para el desarrollo de otros productos, como la globulina hiperinmune. La doctora Carla Amigo, directora de Asuntos Médicos del laboratorio farmacéutico Takeda, señala que al inicio de este año comenzaron a trabajar en el desarrollo de un compuesto llamado TAK-888, una globulina hiperinmune derivada de plasma con potencial para el tratamiento de pacientes con complicaciones graves.
Amigo subraya que lo inédito de la iniciativa fue la decisión de formar una alianza con sus competidores con el propósito de compartir el conocimiento transfiriendo los avances realizados en torno a este compuesto. Su meta es unir recursos para trabajar en grupo en el desarrollo de una globulina hiperinmune sin marca para que un mayor número de pacientes pueda recibir un eventual tratamiento en el menor tiempo posible.
«La terapia hiperinmune ha demostrado ser eficaz en el tratamiento de infecciones respiratorias, por eso creemos que esta globulina podría ser potencialmente eficaz en pacientes con riesgo de complicaciones serias. Este desarrollo será probado en estudios clínicos de fase 3 para el tratamiento de pacientes con Covid-19 hospitalizados y para la prevención de enfermedad pulmonar en trabajadores de la salud con alto riesgo de infección».
Existen otras terapias relacionadas con el sistema inmunitario que se siguen explorando. Por un lado están los interferones, como se le llama a las proteínas secretadas naturalmente ante la presencia de un patógeno. Las inyecciones de interferones sintéticos se utilizan como un tratamiento estándar para una serie de trastornos inmunes, pero los científicos buscan determinar si un aumento en los interferones podrían ayudar a las personas a resistir el Covid-19, particularmente al comienzo de la infección. Hace poco más de un mes, la farmacéutica británica Synairgen mostró los resultados de un pequeño ensayo clínico, donde una forma inhalada de interferón lograba reducir los riesgos en pacientes graves.
Por otro lado, están los anticuerpos monoclonales. Este tipo de medicamentos son fácilmente reconocibles porque su última sílaba es «mab», como el tocilizumab, medicamento utilizado para tratar la artritis reumatoide y que se llegó a considerar como una opción contra el Covid-19. Sin embargo, los investigadores se han dado a la tarea de buscar los mejores anticuerpos específicamente contra el Covid-19 para luego fabricar copias sintéticas de estas moléculas. Paulatinamente se han encontrado decenas de anticuerpos monoclonales que se muestran en prometedores estudios preclínicos en células y animales, pero algunas farmacéuticas como Eli Lilly ya iniciaron ensayos clínicos en esta área.
Semáforo verde y rojo
Hay otros medicamentos que ya han logrado conjuntar más pruebas de efectividad contra el Covid-19, como algunos esteroides. Desde mediados de junio, RECOVERY ya había confirmado la eficacia de la dexametasona al reportar la disminución de la mortalidad hasta en un tercio en los pacientes con ventilación mecánica y en un quinto en pacientes que recibieron únicamente oxigenoterapia. La eficacia fue confirmada en una publicación en JAMA (revista médica publicada por la Asociación Médica Americana desde 1883) del pasado 2 de septiembre. En el artículo Asociación entre administración de corticoesteroides y mortalidad entre pacientes críticos con Covid-19 se exponen los resultados de un metaanálisis que se realiza desde febrero en más de una centena de hospitales en 12 países. Bajas dosis de medicamentos como dexametasona, hidrocortisona y metilprednisolona ayudaron a reducir el riesgo de muerte de pacientes críticos un 20 %. Así que aunque no son una cura, ayudan a la recuperación del paciente con medicamentos que además son más accesibles.
Los científicos siguen en la búsqueda de antivirales que funcionen contra el nuevo coronavirus, medicamentos que impidan la replicación de los virus al insertarse en nuevos genes virales. Hasta ahora el remdesivir, fabricado por Gilead Sciences, fue el primer medicamento en obtener autorización de emergencia de la FDA para su uso, pero sus altos costos y su disposición limitada no lo han vuelto muy popular más allá de EU, Europa y Japón; de hecho, en México, la Cofepris no lo ha autorizado para su registro sanitario, pues señala que sigue a la espera que demuestre su potencial eficacia. Recientemente la Secretaria de Salud hizo un llamado a la comunidad médica para dejar de recetar contra Covid-19 tanto remdesivir y tocilizumab, así como hidroxicloroquina (la que promovía el Presidente Trump y no ha demostrado evidencia médica contra este virus, pero sí peligrosos efectos secundarios) y el desparasitante ivermectina.
La búsqueda de nuevos medicamentos continúa e incluso también se trabaja en alternativas para evitar una crisis de suministro de fármacos para los que demuestren mayor eficacia. Se le apuesta a la Inteligencia Artificial para trazar rutas más eficientes para sintetizar moléculas que hayan demostrado utilidad pero con materia prima más abundante y económica, sin catalizadores y con miras a producción de gran escala. Artificial o no, el Covid-19 pone a prueba cualquier tipo de inteligencia.