Por Vianey Esquinca
Legislador(a) simpatía
Los diputados pueden llegar a extremos inimaginables, como hacer el ridículo
En el Congreso de la Unión hay una competencia entre los morenistas. El ganador no es quien trabaje más o presente más iniciativas, el más productivo o el que nunca falta, el vencedor es quien logre la simpatía del presidente Andrés Manuel López Obrador.
Y para lograrlo, los legisladores pueden llegar a extremos inimaginables, como hacer el ridículo o dejar el honor en prenda. Si bien todo mundo tiene el derecho constitucional de equivocarse con ocurrencias o pecar de ignorante, cuando se trata de diputados o senadores la gracia cobra seriedad. Ha quedado de manifiesto que Morena y sus aliados han convertido al Congreso en una mera oficialía de partes del Ejecutivo, pero encima trabajar todos los días para agradar a un solo mexicano debe ser extenuante y obsceno.
El Presidente pidió que no les movieran una coma a las leyes secundarias de la reforma eléctrica y ni una coma fue movida, pero cuando comenzaron los esperados y anunciados amparos y el enojo de López Obrador no se hizo esperar, ni tarde ni perezosos los morenistas movieron su maquinaria para no provocarle malestar.
La diputada Reyna Celeste Ascencio Ortega, a nombre del Grupo Parlamentario de Morena, presentó una iniciativa para modificar la ley de amparo “para evitar que se otorgue la suspensión contra el régimen de remuneraciones y de fomento de Empresas Productivas del Estado”.
Pero, para no quedarse atrás, un compañero suyo, Alfredo Rivas, adelantó que presentará otra iniciativa con el mismo propósito de limitar amparos contra leyes gubernamentales, para que no se “use de manera facciosa” o, lo que es lo mismo, que haga encolerizar a su líder máximo.
Así como en el 2019 López Obrador arremetió contra las calificadoras e inmediatamente el senador de Morena Salomón Jara anunció una iniciativa para echar a las agencias calificadoras que actúen “sin transparencia ni objetividad”, hoy nuevamente su compañero Ricardo Monreal vuelve a revivir esa polémica, bajo el entendido que la palabra objetividad significa, en el lenguaje del partido guinda, que sea del agrado del Presidente.
Debe reconocerse que el senador zacatecano, que en otros momentos había mostrado independencia, está muy aventajado para obtener la mención de empleado del mes. Quiere que López Obrador esté feliz, no quiere que su felicidad baje como los 23 puestos que cayó la de los mexicanos, según el reporte mundial de la felicidad que realiza la ONU.
Por eso, cuando el mandatario criticó que las empresas dueñas de redes sociales bajaran las cuentas del expresidente estadounidense Donald Trump, tras el asalto al Capitolio de aquel país, inmediatamente puso manos a la obra y presentó una iniciativa para regular las redes.
Después de serios debates, el senador decidió dejar para otro momento la discusión, pero seguramente lo hizo no por la presión de expertos o activistas, sino porque el mandatario dijo que él no era partidario de regular las redes.
Con esas ocurrencias no debería sorprendernos que un día algún morenista presente una iniciativa en la que queden “terminantemente prohibidas las inundaciones en los barrios de la ciudad provocadas por las fuertes lluvias, lluvias de granizo, tempestades con rayos o vendavales, sobre todo en Tabasco”, los legisladores podrán desempolvar el proyecto de ley que un alcalde brasileño de nombre José Luiz Rodrigues presentó por allá del 2007.
O que decidan que nadie debe pensar distinto al mandatario, para que éste no se irrite. Con el Congreso que tenemos actualmente cualquier ocurrencia del Presidente puede convertirse en ley porque López Obrador propone y dispone, y los morenistas acatan.