Luis Alberto Arce, el Presidente boliviano, vino a México a presumir lo que su «hermano Andrés Manuel López Obrador» no hizo con sus compatriotas: otorgar apoyos para evitar la asfixia en tiempos de pandemia.
En su visita al Senado, ante un grupo mayoritariamente morenista, Lucho Arce resaltó los apoyos que su Gobierno ha otorgado, incluso, con un fideicomiso, como los que la 4T desapareció recientemente.
Los anfitriones del sucesor de Evo Morales –en las filas del Movimiento al Socialismo– no pudieron ofrecer la posibilidad de que Arce, como sí ocurrió con el argentino Alberto Fernández, entrara a pie a la sede parlamentaria por un acceso de Paseo de la Reforma.
El campamento que resguardan los activistas promotores de la mariguana se ha extendido y a los organizadores de la visita del Mandatario boliviano no les quedó de otra que meterlo por el acceso al estacionamiento.
Lo que sí se percibió, al menos mientras se entonaban los Himnos Nacionales de México y Bolivia en el Patito del Federalismo, fue un olor a mariguana, justo cuando Arce levantaba el puño.
«Hemos otorgado un bono contra el hambre que ha alcanzado a más de cuatro millones de beneficiarios. Hemos aplicado un fideicomiso crediticio al sector productivo con tasas de 0.5», dijo Arce.
Y los Morena se quedaron en ascuas. Sólo hubo aplausos cuando terminó su sobrio mensaje.
Lucho Arce, que en noviembre de 2019 llegó a México como asilado político tras el golpe de Estado a Evo Morales, abrió su intervención con un agradecimiento a su «hermano Andrés Manuel López Obrador» por haberlo invitado a México.
El Presidente apremió a las naciones del continente a unir fuerzas para enfrentar la pandemia.
«Es importante aglutinar fuerzas para la lucha mundial contra el Covid», dijo, antes de citar a Octavio Paz, «quien nos marcó la hoja de ruta al señalar que la libertad no necesita alas sino echar raíces».
Dentro y fuera del salón de sesiones, los panistas Xóchitl Gálvez y Jesús Horacio González levantaron sendas cartulinas para reclamar libertad para la ex Presidenta Jeanine Áñez y señalar que los demócratas no encarcelan a opositores.
Testigo de la frugal ceremonia fue el Canciller Marcelo Ebrard, que caminó unos cuantos metros al lado del anfitrión, Ricardo Monreal. Éste último, de hecho, presidió una ceremonia previa en la que recordó que México había solicitado ante la Organización de Estados Americanos (OEA) que procurara el diálogo, el consenso y soluciones pacíficas de las controversias en el hemisferio.
En la ceremonia oficial, el presidente del Senado, Eduardo Ramírez Aguilar, afirmó que México y Bolivia están comprometidos en el fortalecimiento «de sus derechos humanos, su autonomía y su libre determinación, enalteciendo sus conocimientos ancestrales, sus tradiciones y su cosmovisión ligada a la naturaleza».