
CIUDAD DE MÉXICO.-En la calle de Corregidora una señora miró el pelo blanco y pensó que era el del Presidente hasta que un vendedor ambulante le aclaró: era Manuel Bartlett. “Es que sí se parecen, los dos cabecitas de algodón”, se justificó ella y le dio risa. Los dos se carcajearon y ese fue el único clímax entre los mirones que se acercaron a Palacio Nacional el día del nuevo informe, uno más, del Presidente Andrés Manuel López Obrador.
El tabasqueño hace día y noche propaganda de las buenas nuevas de su Gobierno. En dos años y cuatro meses, ya ha dado nueve informes oficiales, más que cualquier otro Presidente y los ciudadanos casi ni se enteran.
-No estaba enterado, pero yo me imagino que así es-, dijo un taxista sobre Avenida Juárez.
-¿Por qué se lo imagina?
-Porque hay un despapaye-, respondió, eludiendo el tráfico que ya venía en sentido contrario.
El caos vial era por una manifestación en Eje Central, pero en el Zócalo la vida transcurría como si no fuera un día de informe, y en Corregidora, los ciudadanos estaban con el pie descansando sobre la valla, en espera de que ver si López Obrador saldría de Palacio.
“¿Y si no, por qué hay tanto camarógrafo?”, preguntó el dueño de Impresiones Mauricio, un hombre con bastón por una fractura en su pie izquierdo, convertido en vendedor de chicles y paletas por falta de trabajo. “¿Un informe? ¿Informe de qué?”, insistió, revisando que estuviera bien puesta la tapa del frasco de dulces. Pero así era.
A Palacio Nacional entró medio gabinete como si llegaran a cualquier mañanera. “A la salida, a la salida”, respondían a los reporteros. Sólo Bartlett comentó algo sobre los amparos contra la reforma eléctrica.
“Estamos viendo un show de amparos y todo es para hacer creer que es una ley que está siendo rechazada por la población, pero son unos cuantos”, dijo.
López Obrador tuvo poco que informar. De hecho, con 38 minutos, fue el más corto de los nueve informes que ha dado, con especial interés en promover su reforma eléctrica para resarcir las privatizaciones del pasado.
No repitió exactamente lo mismo, pero sí muy parecido en sus deseos: “Hacia allá vamos, en busca de esa maravillosa utopía, de ese fecundo y bello ideal de ser felices”, dijo.
Casi fue el mismo final de su primer informe, del 11 de marzo de 2019: “Vamos a seguir construyendo, entre todas y todos, la bella utopía; vamos a seguir caminando hacia ese gran ideal de vivir en una patria nueva”.
En el silencio de la tarde, cuando los mirones ya se habían ido Corregidora, comenzaron a salir la Secretaria del Trabajo, Luisa María Alcalde; la de Función Pública, Irma Eréndira Sandoval, el director de Pemex, Octavio Romero, la Jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, y allá fueron los reporteros con las preguntas comunes. ¿Alguna novedad? ¿Con qué dato se queda? Pero no respondieron nada.
La titular de Economía, Tatiana Clouthier, respondió apenas sobre el peligro de que la reforma viole los tratados internacionales: “Gracias a Dios, tenemos un País de leyes y en un País de leyes al que se siente ofendido le da el derecho (de quejarse)”.
El último en irse fue Juan Pablo González Medina, un vendedor de “pejeluches” de Ciudad Neza. Traía tres muñecos grandes en el brazo y media docena pequeños colgando de los llaveros. Se fue sin ninguna venta, pero sin desánimo. “Mañana, mañana”, dijo, “mañana va haber otro informe”.