Por Carlos Ramírez
Migración: crisis social del capitalismo
El más grave problema de la primera mitad del siglo XXI será el de la migración, aunque se venga arrastrando desde finales del siglo XX. Antes la migración estaba motivada por el desplazamiento de poblaciones enteras huyendo de la violencia criminal por guerras civiles y religiosas locales; hoy la estimulación es el desencanto a la oferta de bienestar de sus gobiernos y la búsqueda de una nueva identidad nacional basada en los valores del nivel de vida en cualquier otro país.
La crisis migratoria de EEUU ofrece algunos indicios que debieran analizarse con frialdad. Los migrantes quieren ingresar a territorio estadunidense para acceder a los salarios, y buena parte de ellos remitirlos a sus familias en sus países de origen. El costo social es alto: empleos de baja calidad y condiciones de vida que emulan y hasta deterioran más las condiciones en sus respectivos países.
La migración lleva implícita una pérdida de la identidad nacional, aunque muchos de los migrantes se reúnan en comunidades de origen nacional similar en EEUU, mantengan algunas de sus tradiciones religiosas y culturales, sobrevivan el lenguaje y hasta se muevan con identidad de origen. Pero ninguno de ellos quiere regresar a sus países, porque las condiciones de vida son deplorables.
Las oleadas de migrantes hacia EEUU provienen de Centroamérica, manteniendo consistencia las de mexicanos. Pero son significativas las caravanas de miles de centroamericanos que cruzan en Río Suchiate y atraviesan todo México, de sur a norte. Y a la penuria de la salida de familias de sus países se agrega los ataques del crimen organizado a las caravanas, un poco para tomar el control del cruce de indocumentados, bastante para usarlos al cruzar como vendedores de droga en EEUU y sobre todo para asumir el control de la frontera.
En 2010 el Cártel de Los Zetas asesino a 72 migrantes en Tamaulipas y apenas en febrero de este año otro grupo de narcos mato a dieciséis guatemaltecos. Y a lo largo de los últimos años se han asesinado a migrantes con impunidad porque las autoridades mexicanas carecen de voluntad y de decisión para recuperar la seguridad de las carreteras y vías férreas.
El problema de migración hacia EEUU sin cubrir los requisitos legales ha mostrado que la causa del problema está en sus países de origen. Centroamérica es una zona estratégica de unión de océanos, pero con gobiernos dejados a la dinámica de los grupos legales e ilegales de presión. EEUU quiere armar un programa de inversiones en Centroamérica para aumentar la disponibilidad e empleo y bienestar, pero con fondos que serán una gota de agua en el desierto.
Centroamérica ha sido, en la geopolítica de la Casa Blanca, una incomodidad. En 1983 el presidente Reagan creo una comisión especial para analizar la crisis de Centroamérica y puso al frente de ella a Henry A. Kissinger, un estratega geopolítico. El reporte Kissinger se basó en el enfoque de guerra fría porque esa zona territorial era vista por el dominio de las guerrillas castristas y las revoluciones socialistas.
La conclusión más importante de Kissinger quedó como advertencia y casi cuarenta años después regresa en condiciones de mayor precariedad: “América Central es tan vital como vulnerable; y que cualesquiera otras crisis que pudieran sobrevenir para reclamar la atención del país, EEUU no podrá dar la espalda a esta amenazada región. La crisis de América Central es nuestra crisis”.
Sólo que hoy la crisis revolucionaria socialista es inexistente, las guerrillas se pervirtieron con el uso del poder y la opción socialista aparece descartada, pero en su lugar se ha asentado una de las peores crisis de seguridad: bandas criminales locales, cárteles de la drogas, crimen organizado trasnacional y deterioro de la calidad democrática de los gobiernos, aunada a la crisis económica con desigualdades sociales crecientes.
Los migrantes centroamericanos que huyen de sus países lo hacen con decisión de ser para siempre, de no tener en mente regresar en alguna ocasión y ya no se trata sólo de jefes da familia que van en busca de empleo y salarios que envían de regreso como remesas crecientes, sino familias anteras que rompen todo vínculo de nacionalidad originaria y buscan construir una nueva definición de nacionalidad.
La crisis de migrantes tiene el móvil anímico de la violencia social contra la sociedad por parte de bandas criminales, pero en el fondo se localiza la crisis de los modelos de desarrollo que han concentrado la riqueza en pocas manos y aumentado el número de personas y familias marginadas del bienestar indispensable. La pobreza generalizada sería el indicio del fracaso –no crisis cíclica– del capitalismo como modelo de desarrollo impuesto por EEUU por la fuerza de las invasiones y por el dominio imperial de la zona.
La población total centroamericana es baja, apenas 50 millones en siete países. No hay estimaciones especificas, pero cálculos someros indicarían una migración de hasta un millón de personas hacia EEUU. La élite gobernante estadunidense ve a Centroamérica como un peligro, no como una responsabilidad. Siguen vigentes las palabras de Kissinger antes de estar en la Comisión: “nada importante puede venir del Sur, la historia no se ha producido en el Sur. El eje de la historia empieza en Moscú, va hacia Bonn, cruza sobre Washington y de ahí pasa a Tokio. Lo que ocurra en el Sur no tiene importancia. (No sé nada del Sur) y no me importa”.
Pero hoy ese Sur centroamericano está dinamitando la estabilidad migratoria de EEUU y ahora el Sur no es un destino pero sí un problema. Y ha mostrado la arrogancia del Norte al ignorar que el Sur existe como problema, pero existe.
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