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El 31 de Marzo de 1969 murieron 153 mineros en una de las peores desventuras que haya sufrido un pueblo minero en Coahuila
Horacio Domínguez Ovalle
31 de Marzo de 1969: 153 mineros laboraban en el interior de las minas 2 y 3, el reloj marcaba las 5:35 pm, cuando se oyó una explosión que cimbró las casas y chozas del pueblo de Barroterán; a los poco segundos una nueva explosión con igual magnitud se dejó escuchar. Dos inmensos hongos de humaredas se dejaron ver en el cielo, separadas una de otra aproximadamente un 1 kilómetro.
Pronto se llenaron las calles del pueblo de gente corriendo de un lado a otro, maldiciendo y gritando que las minas habían tronado.
Fueron 2 explosiones: el inicio fue en mina 3, la segunda explosión en mina 2. Las minas estaban comunicadas por debajo con un cañón general, cosa que no debió ser, pero por órdenes de la Gerencia así lo hicieron.
Si estas minas no estuvieran comunicadas, el número de muertos tal vez sería la mitad.
En cuestión de minutos los cercos de las minas estaban repletos de gente; como pólvora se extendió la noticia. En las diferentes estaciones de radio, suspendieron sus programas para dar a conocer lo ocurrido, solicitando ayuda para el rescate de los mineros.
Empezar el rescate se llevó muchas horas, debido a que había demasiada acumulación de gas en las bocaminas y por otra parte ambas minas tenían sus cañones de acceso un 70% tapados por los derrumbes que ocasionaron las explosiones.
No querían dar la orden para iniciar el rescate, por miedo a una tercera explosión. Mineros de pozos y minas aledañas estaban en toda su disposición de bajar al rescate, muchos de ellos conocían las minas, pero no les daban el permiso por miedo a perder más gente.
Con maquinaria pesada empezaron a despejar los derrumbes de las bocaminas y a inyectar aire con abanicos auxiliares. Se dio la orden de empezar el rescate con gente capacitada y equipada, recuperando a los pocos metros un cuerpo de una persona de apellido Blancas, este no murió por la explosión sino por asfixia, debido a que él y otra persona llamada Cipriano se introdujeron por un hueco, para tratar de rescatar a los mineros, sin el permiso de nadie. El gas hizo lo suyo, desplazó al oxígeno y así rápidamente se envenenó el señor Blancas.
Cipriano, mareado y a gatas salió con vida, porque él aún no se adentraba mucho al cañón inclinado.
El avance fue lento pero con seguridad ante todo, mientras se fueron adentrando al fondo de los cañones, iban recuperando los cuerpos de los mineros. Era imposible que quedara alguien con vida y así fueron recuperando uno a uno los cuerpos de los mineros. El último de ellos y el más joven fue recuperado el día 10 de Mayo de 1969.
Un año duró el luto en el pueblo, sin bailes, sin fiestas, ningún evento social.
El inicio de la explosión se lo adjudican a varios motivos, pero el que aseguran que lo ocasionó fue la lámpara que usaban los mineros para la medición de gas grisú y para funcionar tenía que estar encendida una llamarada pequeña.
El gasero del turno, quien traía esta lámpara fue quien más daño recibió en su cuerpo, por eso creen que el inicio fue en ese lugar.
Esta tragedia es día de asueto luctuoso, por la gran cantidad de mineros que allí perdieron la vida. Se cumple el 52 aniversario luctuoso que aun la gente mayor recuera lo sucedido.
EULALIA LO PRESINTIÓ
Eulalia, la esposa de Francisco Parga había tenido un presentimiento por su sexto sentido, de esos que solo una esposa o madre pueden tener, se lo hizo saber a su esposo, que por favor en ese día no fueran a trabajar ni el, ni su hijo -su hijo ya era todo un ingeniero minero.
Francisco escuchó a su esposa, y se sintió algo conmovido, trató de calmarla un rato.
– Cálmate mujer- mira que sólo es un turno más, pasadas las 11:00 pm aquí estaremos de regreso.
Francisco no dejó de pensar en una plática de Ramiro un amigo de él, días atrás, que le confesó, que había ido a las oficinas a renunciar, a lo que el gerente le dijo.
– Hombre Ramiro, por qué esa decisión, ya tienes 10 años trabajando y eres buen empleado.
– En esta mina está a punto de ocurrir un accidente – dijo Ramiro- hay mucho gas y mucho polvo, lo he reportado y nadie hace nada.
– mira Ramiro – ponte a trabajar te subiremos el sueldo y te prometo, darle seguimiento a tu reporte.
– No se cómo me convencieron, le dijo Ramiro a Francisco Parga, mírame aquí estoy jugándome la vida nuevamente.
A las 2 de la tarde Francisco y su hijo se dispusieron a trabajar el turno B, la esposa llorando le dijo “por favor este día no vayan a trabajar, por hoy quédense conmigo, por favor” . Omar su hijo se compadeció de su mamá, todo el camino a la mina se fue pensando en la angustia de su madre.
-Papá ¿y si por hoy le hacemos caso a mamá? -dijo Omar-
– Hijo tu sabes que nosotros nunca faltamos al trabajo, ya se le pasara a tu mamá esa angustia – dijo Francisco a su hijo Omar.
Francisco llegó a la mina 2, y Omar siguió de largo a la mina 3.
Cuando Omar bajó su canastilla para cambiarse de ropa, decidió hacer caso a la corazonada de su mama y se devolvió, corrió para convencer a su padre de hacer lo mismo, pero Francisco ya había bajado al interior mina.
Omar regresó a su casa y cuando lo vio su madre llegar, ella se abalanzó a él, llorando y le dijo – y tu papá?? –
– ya no lo alcancé ya había bajado – dijo Omar.
Un minero llamado Julio, renegando salió de la mina 3 por órdenes de su supervisor, quien le ordenó fuera a revisar que problemas había en el malacate, ya que tenía rato de estar pidiendo material y no le contestaban.
Como salió a pie llegó al exterior y vio que el reloj marcaba las 5:35 de la tarde. Lo vio cuando halaba un fuerte tirón de aire, debido a lo cansado que salió del interior, cuando de pronto sintió un fuerte tronido, que sus oídos sintieron reventar, y una enorme polvareda, que alcanzó a observar después de levantar su cabeza del suelo donde fue arrojado, por un enorme impacto.
¡Tronó la mina!, alcanzó a escuchar al personal del exterior, pasaron unos segundos y un segundo estallido se escuchó más retirado, Julio se quedó en shock.
Fco. Parga estaba en el cañón 2 poniente. Sintió el estallido y vio la enorme bola de fuego ir hacia él, entonces supo que su hora había llegado, al igual que a todos los compañeros en turno de esas 2 minas.
LLANTO, MALDICIONES Y REZOS
En las casas vecinas a las minas se quebraron los cristales, la gente salió corriendo sin rumbo fijo, hasta que vieron los 2 grandes hongos de humo negro que se formaron en el aire, la mina explotó, gritaban en las calles, el caos se vino en unos minutos, la gente empezó a correr en dirección de las minas, llanto, maldiciones y rezos se escuchaba en su recorrido.
Cuando la gente llegó a las minas, ya los vigilantes tenían cerrados los portones para entrar a los patios de las minas, la gente se amotinaba en las cercas, gritando diferentes nombres.
A los pocos minutos a las minas arribaron 2 Ingenieros de unas minas cercanas.
– saquen a mi Chuy – gritaba una señora.
– Apenas tiene 2 días de haber entrado, ustedes lo conocen saquen a mi muchacho- decía envuelta en llanto.
Los ingenieros, vieron la magnitud del percance, y dijeron entre sí, no hay mucho por hacer, cuando vieron la mina derrumbada.
-Vamos a la otra mina, salieron rápidamente entre la desesperación, llanto y griterío de la gente, al llegar a la otra bocamina, vieron casi el mismo panorama.
– Dios los ayude, será muy difícil rescatarlos, la acumulación de gas y los derrumbes, auguraba nada de probabilidad de que saliera alguien con vida.
En la radio pronto se empezó a escuchar la noticia,que le dio la vuelta al mundo: explosión en las minas de Barritaran, pocas probabilidades de mineros con vida, decía el locutor, en otras estaciones, pedían grandes cantidades de cebolla, que era una falsa idea de viejos mineros,al creer que comer cebolla desplazaba el gas.
A las pocas horas llegó el ejército, y mucha ayuda de los comerciantes de las ciudades cercanas, todos estaban en una demostración de solidaridad por los mineros accidentados.
Mineros poceros y de minas aledañas llegaron con su ropa de trabajo, listos para bajar y apoyar el rescate, pero nada se podía hacer, debido a la gran cantidad de gas acumulada en los cañones.
En esta tragedia murió Julio Ovalle Espinoza, abuelo materno de Horacio Domínguez Ovalle quien nos comparte esta crónica.