Por Vianey Esquinca
De penita ajena
En uno más de sus arrebatos, el jueves pasado, el presidente Andrés Manuel López Obrador volvió a exigir al gobierno de Estados Unidos que explique por qué está entregando dinero a un grupo político opositor para atacarlo en plena temporada electoral, refiriéndose a la organización social Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad (MCCI).
El mandatario supone que, gracias a lo que él llama intervención —no ha habido manera de hacerlo salir de su error—, la oposición ha ido recuperando terreno en las campañas políticas. Con esa visión simplista pretende explicar por qué su partido ha bajado en prácticamente todas las encuestas.
El Ejecutivo no ve, o no quiere darse cuenta, de todos los errores garrafales y de estrategia que ha cometido el partido que fundó. En el 2018, muchos candidatos morenistas improvisados, que ni siquiera hicieron campaña y que les cayó la candidatura del cielo, se despertaron el 2 de julio con la novedad de que habían ganado. La popularidad del entonces candidato López Obrador alcanzó para dar y repartir. De la noche a la mañana, los congresos nacional y locales se llenaron de levantadedos, las presidencias municipales de desastrosos administradores y las gubernaturas de verdaderos incapaces.
Lo que es cierto es que elegir malos candidatos, que pueden convertirse en legisladores, alcaldes o gobernadores, no es exclusivo de Morena. Durante estas semanas de campaña, ha quedado demostrado que los partidos siguen quedándole a deber a la gente respecto a muchísimos abanderados que escogieron para competir por distintos cargos de elección popular.
Mientras en el mundo profesional para obtener un puesto de trabajo se requiere experiencia y estudios, en el caso de la política casi casi con que sepan escribir su nombre los hace elegibles para contender en las elecciones. El resultado ha sido el esperado: papelones en los debates, en las entrevistas y en general de las campañas.
Que el candidato a la alcaldía de Venustiano Carranza por las Redes Sociales Progresistas, Manuel Leal, mejor conocido como Tinieblas no supiera qué significaban las sigas LGBTTIQ+; que María Magdalena Cocom, candidata a la gubernatura de Campeche por el mismo partido, dijera que no tenía propuestas para la conservación biocultural de Campeche o que Paquita la del Barrio, candidata por Movimiento Ciudadano a una diputación local, no tuviera idea qué tenía que hacer, son sólo una muestra de lo que pasa en todos los partidos. La culpa no es de esos personajes, sino de quienes los hacen candidatos.
Pero volviendo a Morena, éste ha apostado por candidatos y candidatas que no prenden ni a sus propios seguidores o que son cartuchos quemados. ¿Por qué impulsar por cuarta vez a Layda Sansores al gobierno de Campeche, cuando una y otra vez los habitantes de esa entidad le han dado la espalda? ¿Por qué poner a Alfonso Durazo a competir por Sonora si no pudo con la encomienda de bajar los niveles de seguridad del país? Y así otros muchos casos.
Seguramente, los abanderados pensaron que la popularidad del Presidente los cobijaría nuevamente, pero 2021 no es 2018, no sólo porque el tabasqueño no está en la boleta, sino porque su administración tampoco ha dado resultados capaces de convencer a los indecisos. La economía y la seguridad están peor que nunca; su constante desprecio a las víctimas; los escándalos de corrupción y negligencia que ha enfrentado a últimas fechas y, por supuesto, su burda intervención en los comicios queriendo favorecer a los suyos, no lo están ayudando en nada.
Por todo ello, alguien debería hacer una buena labor y explicarle al Presidente que no debería ver la paja en el ojo ajeno, sino que tendría que voltear a su propio partido y pedirles cuentas a los suyos.