Su cuerpo fue embalsamado y se preparaba el gobierno juarista para enviarlo a su natal Austria, después de las exigencias del Archiduque Francisco José, quien por varios meses, esperaba que entregaran el cuerpo de su hermano, Maximiliano de Habsburgo, quien fuera fusilado hace 154 años en el Cerro de las Campanas, en Querétaro.
Tras la traición del coronel Miguel López, quien dio acceso al ejército juarista a la cuidad de Querétaro para capturar a quien se le conocía como el Segundo Emperador de México, Fernando Maximiliano José María de Habsburgo-Lorena, fue detenido y encarcelado en el Convento de La Cruz, junto a sus generales Tomas Mejía y Miguel Miramón, siendo este último olvidado como uno de los héroes que defendió el Castillo de Chapultepec en la invasión norteamericana.
Al momento de iniciar su juicio, fue llevado al Convento de Capuchinas, en donde pasó sus últimos días, o al menos, eso es lo que marca la historia mexicana, que al paso de los años ha entrado en duda, tras darse a conocer la aparición de un personaje en la República del Salvador.
Existen mitos sobre el fusilamiento del segundo emperador de México y el que más fuerza cobró, fue sobre el supuesto perdón que Benito Juárez dio en secreto a quien fuera su Hermano Mason.
Se habla de cartas que el mismo Maximiliano escribió a Benito Juárez, pero solo una de ellas se ha dado a conocer por parte del gobierno de México, en donde el segundo emperador abdicaba al trono de México y se comprometía a abandonar el país inmediatamente, además de entregar la Ciudad de México, la cual aún era defendida por su ejército, petición que fue rechazada por Juárez.
Sin embargo, se habla que en una de ellas, exigió hacer valer su juramento masónico, y varios de sus hermanos de logia, se presentaron ante Juárez, quien presuntamente, obedeció a los reglamentos masónicos.
Se habla que el 19 de Junio de 1867, arribó el pelotón de fusilamiento proveniente de Veracruz, en donde ninguno de los soldados conocía físicamente a Maximiliano, quien se encontraba colocado a la derecha de Miguel Miramón y Tomas Mejía. Acto en donde se prohibió el acceso a los habitantes y soldados, pues se rumora que solamente estuvo presente Mariano Escobedo.
Tras darse a conocer la muerte de Maximiliano, su madre, la Reina Sofía de Baviera exigía que el cuerpo de su hijo fuera sepultado en la cripta real en Viena, por lo que el Archiduque Francisco José, inmediatamente dio inició a las negociaciones para que el cuerpo de su hermano les fuera entregado.
En el Convento de las Capuchinas se realizó el embalsamamiento, pero debido a un mal trabajo realizado, nuevamente se embalsamó en la Ciudad de México, pero el cuerpo, no era entregado.
Fotografías del cadáver fueron enviadas a la monarquía Austriaca, pero no estaban conformes y continuaban las exigencias para que Maximiliano fuera entregado y no fue hasta el 18 de enero de 1868 cuando arribó a Vienta, en donde se mencionó que la Reina Sofía de Baviera al ver el cuerpo exclamo: Este no es mi hijo.
Se dice que el cuerpo se encontraba en perfectas condiciones, como si tuviera poco tiempo de haber fallecido, a pesar de haber transcurrido meses de su fusilamiento y que a decir de médicos que han estudiado el caso, aseguran que ya debería de haberse descompuesto.
Por esas fechas, en la República del Salvador, un extranjero que se hacía llamar Justo Armas apareció de la nada, era alto, ojos claros y cabello a rapa, quien a pesar de no contar con riquezas, fue inmediatamente acogido por el gobierno de ese país, quienes se encargaron de brindarle un hogar.
Él siempre se encontraba descalzo y al ser cuestionado al respecto, aseguró que prometió a la virgen que nunca usaría zapatos si llegaba a salvarlo de un peligro de muerte en el que se encontraba.
Las dudas en torno a este personaje comenzaron a salir, al desempeñarse como comerciante y además de rentar losa para eventos de gala en el gobierno salvadoreño, en donde utilizaba platos con el símbolo real de la casa Habsburgo.
En el año de 1916, una comitiva proveniente de Austria llegó al salvador y se presentaron ante Justo Armas, quienes le exigían que regresara a dicho país y tomara sus riendas al ser el heredero directo de Francisco José, quien había muerto, negándose este personaje rotundamente.
Según se especula, Benito Juárez entabló platicas con Gregorio Arbizú, vicepresidente del Salvador y hermano masón, para que recibiera a una persona “especial”, la cual permanecería exiliada de por vida.
Antes de partir al exilio, se le indicó a Maximiliano que nadie debía saber sobre su existencia, pues para México, Austria y el mundo, él había muerto en el Cerro de las Campanas el 19 de Junio de 1867, motivo por el cual cambió de vestimenta, costumbres e imagen, buscando de esa manera pasar desapercibido.
Por su parte, Mariano Escobedo envió una carta al presidente Juárez en donde le aseguraba que Maximiliano de Habsburgo, había pasado Justo por las Armas.