El Gobierno de la CDMX justificó que la maqueta es asesorada por el INAH y es resultado de un convenio de hace años con la empresa de espectáculos OCESA a través de una “condición de impuestos”.
Desde 2019 el gobierno de la llamada Cuarta Transformación inició acciones encaminadas a conmemorar los 500 años de la llegada de Hernán Cortés a Veracruz, de su encuentro con Moctezuma Xocoyotzin en noviembre de 1519, así como de la caída de la Gran Tenochtitlán y la Conquista de México.
Incluso, un par de semanas antes de asumir la Presidencia, el 19 de noviembre de 2018, Andrés Manuel López Obrador creó la Coordinación de Memoria Histórica y Cultural de México y nombró a su esposa Beatriz Gutiérrez Müller la presidenta honoraria. Entre sus diversos propósitos, se le encomendó preparar la programación del V Centenario y del Bicentenario de la Consumación de la Independencia.
De entonces a la fecha, una sucesión de eventos controvertidos, polémicos y hasta desafortunados han aderezado el programa, como se ha consignado en diferentes ediciones de este semanario.
El primer acto fallido fue en enero de 2019, cuando durante la primera visita de Estado del presidente hispano Pedro Sánchez al nuevo gobierno, en plena ceremonia en Palacio Nacional, López Obrador le anunció que solicitaría a España una disculpa por los agravios sufridos por los pueblos indígenas durante la conquista, lo cual desconcertó a Sánchez, como se consignó en la edición del 31 de marzo (Proceso 2213).
Ahí se cuenta cómo se filtró la carta enviada por el gobierno mexicano al Palacio de la Zarzuela en Madrid, y fue publicada por el diario El País el mismo día en que López Obrador reiteró su petición a través de un video desde Comalcalco, Tabasco, al conmemorar los 500 años de la batalla entre mayas-chontales con las tropas de Cortés; iba acompañado por su esposa, “a quien el gobierno de España tiene como responsable de la iniciativa”, según una fuente consultada por el corresponsal de Proceso en Madrid, Alejandro Gutiérrez.
Al respecto, el ahora oficial director ejecutivo de Diplomacia Cultural de la Secretaría de Relaciones Exteriores, Enrique Márquez –quien se encontraba en España para presentar al escritor Jorge F. Hernández (cesado el pasado fin de semana) como responsable de las conmemoraciones de los 500 años y los 80 del Exilio Español, le declaró:
“…que los historiadores mexicanos, que la esposa del presidente, en tanto historiadora, tengan una iniciativa de este tamaño no nos debe llamar a extrañeza. Debemos verlo con naturalidad… Que presida una comisión de memoria histórica en tanto historiadora, es una iniciativa con sanas intenciones de conocimiento.”
La petición de perdón se extendió al papa Francisco, para que se disculpara por los abusos cometidos por la Iglesia católica. La misiva, en este caso, fue entregada por la propia Gutiérrez Müller en un encuentro que le concedió el pontífice, quien “casi exclusivamente sólo acepta visitas de sus homólogos jefes de Estado”. Hasta hoy ni España ni el Vaticano han cedido.
Politización
Consultados entonces sobre la idea del perdón, los historiadores Carlos Aguirre Rojas, Rodrigo Martínez Baracs y Ricardo Pérez Montfort coincidieron en considerarlo un acto meramente político, resultado de una visión muy elemental de la historia. Y advirtió Martínez Baracs:
“La politización de la historia está haciendo mucho daño. Claro, los hechos deben discutirse entre los historiadores y ver la manera de transmitir el conocimiento y el interés al resto de la gente, pero sin la cuestión partidaria que está invadiendo y corrompiendo toda nuestra sociedad… El historiador no puede transigir con nada ni nadie, ni con el Estado, y menos estos herederos trasnochados de la concepción liberal…”.
En cambio sus pares Felipe Echenique y Leonel Durán aprobaron la petición. Para el primero, tanto la corona española como la Iglesia son instituciones que trascienden los tiempos, y por lo tanto responsables del pasado. Durán aclaró que pedir perdón no es nuevo, lo han hecho gobernantes en otros periodos, y es un acto generoso que contribuye a establecer mejores relaciones humanas y entre países.
Al presentar el programa sobre los 500 años de la UNAM (Proceso 2325), Jorge Volpi, coordinador de Difusión Cultural, hizo notar que difiere del sello que imprimió el gobierno federal. Para él las conmemoraciones deben abrir reflexiones, sobre todo en el ámbito universitario y “más allá de que los gobiernos en turno hagan uso político”.
Equivocadamente, dijo, se ha simplificado y usado políticamente, el pasado, para diferenciarnos de “los otros”, cuando las conmemoraciones deben servir para revisar esa visión “simplificada y politizada” y las comunidades, marcadas también por lo que significa ser mexicano, elaboren sus propios relatos.
En una nueva entrevista por correo electrónico, Martínez Baracs hace un breve balance de algunas de las acciones que han marcado este V Centenario. Miembro de la Academia Mexicana de la Historia (AMH), a la que perteneció su padre, el también historiador y biógrafo de Hernán Cortés José Luis Martínez, destaca que conmemorar es “recordar juntos” y es una oportunidad para establecer un diálogo entre la academia y la sociedad.
A decir suyo, la historiografía sobre la conquista ha tenido grandes avances desde el siglo XIX hasta el presente, e instituciones como el INAH, la UNAM, El Colegio de México (Colmex), la AMH, la de la Lengua, El Colegio Nacional (Colnal), la Cámara de Senadores, la Junta de Extremadura (en España), y medios como Proceso, Letras Libres, Nexos, Arqueología Mexicana y Relatos e Historias, han cumplido su función y están dejando un patrimonio cultural y educativo, un material de reflexión importante.
En cambio, señala, la conmemoración por parte del gobierno “ha sido lamentable”, contrariando así la tradición de que los aniversarios contribuyen a promover el flujo de recursos para estudiar y difundir el conocimiento de un hecho histórico:
“Esto fue imposible por la agresiva disminución presupuestal impuesta por el gobierno a las instituciones culturales. De modo que se volvió imposible aprovechar para reeditar o traducir libros importantes, que no circularon por acá.”
Entre ellos menciona Veracruz 1519: los hombres de Cortés, y otros de María del Carmen Martínez, o Dictionnaire des conquistadores, de Bernard Grunberg. Señala que no se ha hecho una edición facsimilar del Libro XII sobre la conquista en náhuatl-español, con imágenes de fray Bernardino de Sahagún y sus colaboradores nahuas, que dan la versión de los vencidos tlatelolcas en la defensa de la Ciudad de México. Igualmente, dice, no contamos con una edición bilingüe náhuatl-español de dicho libro, hay que recurrir a las ediciones náhuatl-inglés, “y no se ha editado más que parcialmente el Juicio de Residencia de Cortés”.
La reducción presupuestal afectó asimismo a los archivos, apunta al recordar la inundación sufrida el año pasado por el Archivo de Notarias de la Ciudad de México, que resguarda documentación desde 1524 y muestra el inicio de la explotación de los indios novohispanos a través de la encomienda y la esclavitud en las minas de oro. Y refiere el robo y venta de documentos históricos relativos a Cortés, sustraídos del Archivo General de la Nación, que denunció en estas páginas hace unos meses:
“Ajeno a esto, el gobierno se ha dedicado a ciertos desfiguros, como la petición de perdón a España. La historia de la humanidad ha sido de guerras y conquistas, que dan lugar a situaciones de explotación en todos los extremos del planeta. En Mesoamérica los mexicas fueron muy crueles conquistadores y explotadores de territorios lejanos, sometieron a terribles castigos a quienes se rebelaban.
“Esto generó situaciones terribles durante la conquista, como la participación tlaxcalteca en las matanzas de Cholula y del Templo Mayor. Ciertamente, todos nos deberíamos pedir perdón mutuamente, y debemos tratar de ser mejores y aprender a dialogar para conocer el mundo y tener alguna oportunidad de resolver los problemas nacionales y planetarios.”
Tristeza y victoria
En su afán por sumar eventos que alcancen su periodo y queden en este 2021, el gobierno incluyó las efemérides de la Conquista (1521), consumación de la Independencia (1821) y fundación de la Secretaría de Educación Pública (1921). Pero erró al pretender incluir la fundación de México-Tenochtitlan hace 700 años, como si hubiese ocurrido en 1321 y no en 1325, lo cual provocó que desluciera la ceremonia realizada en mayo pasado, ante la descalificación de historiadores y especialistas.
“Fue un desfiguro, ninguna fuente menciona esta fecha, sino la de 1325. Además, la fundación de la Ciudad de México fue un proceso gradual, en una isla ya poblada por otomíes que la llamaban Amadetzana, que quiere decir lo mismo que Metzxicco en náhuatl: ‘En el ombligo de la Luna’. La luna en el centro del Lago de Texcoco. El desfiguro aumentó al justificar que en 1321 fue la ‘fundación lunar’, lo cual aumenta el dominio de la religiosidad new age y sectaria en el gobierno, que ha sido motivo de seria preocupación.”
El historiador añade, entre otras “acciones desafortunadas”, los cambios de nomenclatura en calles y sitios históricos hechos por el gobierno de Claudia Sheinbaum, con la Coordinación para la Memoria Histórica: La avenida Puente de Alvarado –que recuerda “el salto” de Pedro de Alvarado (responsable de la masacre del Templo Mayor) y “en realidad no fue un salto, pues tuvo que salir pisando cadáveres de gente y de caballos hundidos en el fango”– se llama ahora Puente Cuitláhuac o Puente de la Victoria; la estación del Metro Zócalo será México-Tenochtitlán; y la plaza donde están los restos del ahuehuete de la Noche Triste es ya de la Noche Victoriosa.
Lo considera desafortunado porque se trata de lugares de la memoria:
“La noche triste lo fue para los españoles que perdieron hombres, aliados y el oro que los hundió en el fango, pero también para los mexicas, que no pudieron perseguir y aniquilar a los españoles y sus aliados, quienes lograron regresar a Tlaxcala, reponerse y planear la exitosa toma de la ciudad.
“Y fue una noche victoriosa para los mexicas que consiguieron expulsar a españoles y tlaxcaltecas y vengarse por la matanza del Templo Mayor; victoriosa para los españoles porque salieron vivos de la ciudad, por eso dice el cronista mestizo texcocano don Fernando de Alva Ixtlilxóchitl: ‘Cortés lloró no de tristeza por los españoles y aliados indios muertos en la retirada, sino de agradecimiento a la virgen María por permitirles salir con bien de la ciudad.”
Y enfatiza el especialista:
“Los gobiernos no tienen derecho a cambiar el nombre a los hechos históricos. En lugar de hablar de conquista, ¿llamarle resistencia indígena, cuando un ejército de más de 150 mil guerreros, pertenecientes a una gran cantidad de señoríos mesoamericanos, se aliaron a los españoles contra los mexicas? ¿Se resistieron al dominio español estos ‘indios conquistadores’? Es una concepción infantil de la historia dividir entre buenos y malos, buenos indios y malos españoles, buenos mexicas hasta 1521 y malos novohispanos hasta 1821, y buenos mexicanos, continuadores de los mexicas.
“Y en realidad estos mexicanos son los que más contribuyeron a afectar a los indios, con la agresión contra el autogobierno de los pueblos y la defensa de sus tierras, con la propiedad privada capitalista, contra sus lenguas. La agresión a los pueblos indios ha continuado hasta el presente, con el Tren Maya.”
Contradicciones
Desde hace tiempo se ha estado dando una revisión historiográfica del enfoque. En el número 2235 de Proceso, el doctor Luis Barjau reseñó el libro Cuando Moctezuma conoció a Cortés, de Matthew Restall (Taurus, 2019), que reivindica a Moctezuma Xocoyotzin. El historiador Federico Navarrete, fundador del proyecto Noticonquista en la UNAM, dirige también el estudio del Lienzo de Tlaxcala, en el cual los tlaxcaltecas plasmaron su propia verdad histórica de la conquista, en la cual nunca se ven como vencidos, sino como aliados y conquistadores. La semana pasada, en estas páginas, se dio a conocer el exhorto en el Senado para eliminar a la Malinche de su estigma de traidora.
Se le pregunta a Martínez Baracs a qué atribuiría que la 4T no incorpore, en su discurso sobre los 500 años, las aportaciones de la historiografía moderna. No tiene respuesta pero le parece “raro, triste y preocupante”. Expone que, a la llegada del gobierno, el país ya vivía una situación grave, como el propio planeta: pobreza, desigualdad, crisis económica, violencia, narcotráfico, guerras, refugiados, destrucción del patrimonio cultural y natural, peligro atómico y biológico.
Todo ello, agrega, requiere de un conocimiento objetivo y, por tanto, de apoyo a la ciencia, la investigación, la educación, la cultura y la libre discusión de las ideas; sin embargo “el gobierno decidió atender solamente sus propias ideas y las de su comité central, en lugar de convocar a investigadores y maestros a reflexionar sobre los problemas. Existe una vigorosa comunidad intelectual en México que debe ser estimulada y mejorada, y en su mayoría es o se considera de izquierda democrática, pero está siendo sistemáticamente ninguneada y reprimida. Es el caso particular de los periodistas. Una especie de ‘¡muera la inteligencia!’, como lo expresó Gabriel Zaid. Supongo que en el caso de la conmemoración de la conquista sucedió algo parecido”.
En tanto que cada vez más articulistas señalan el peso que Gutiérrez Müller ha tenido en los temas de la vida nacional y en las conmemoraciones, se le pide evaluar el papel de la Coordinación para la Memoria Histórica.
Indica que no ha seguido sus actividades, pero no le parece bien destinar recursos a una nueva institución cuando ya existen otras dedicadas a la conservación, estudio y difusión de la memoria histórica, a las que se restaron recursos y se les ha agredido: INAH, UNAM, UAM, Colmex, El Colegio de Michoacán, Instituto Mora, Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE), y otras dedicadas a la difusión de documentos, como la Biblioteca Digital Mexicana (BDMx), dirigida por su hermana Andrea Martínez Baracs:
“Tenemos una institución dedicada a la Memoria Histórica que se enfrenta a las instituciones ya existentes, en lugar de defenderlas de manera activa contra las agresiones presupuestales gubernamentales. Defenderlas sería de esperarse de parte de la doctora Beatriz Gutiérrez Müller, estimada colega historiadora y filóloga.
“Respecto a la injerencia mencionada, sí ha sido lamentable su probable participación en la destitución de Jorge F. Hernández, escritor e historiador de la conquista, como excelente agregado cultural en Madrid, debido a su crítica a Marx Arriaga, amigo de la doctora Beatriz. Es de atenderse la advertencia de Octavio Paz sobre la necesidad de que los intelectuales se mantengan alejados del poder, porque el poder enloquece, impide ver con claridad las cosas. Aún es momento de rectificar. Así como la Conmemoración de la Conquista implica hacer memoria juntos, reflexionar libre y respetuosamente, es importante mantener esta misma actitud con todos los problemas del país.”
Desde el inicio y hasta los días previos a los actos del 13 de agosto (al cierre de esta edición), las contradicciones de la política cultural y las conmemoraciones marcaron el centenario: Cuando se solicitó el perdón a España, Aguirre Rojas hizo notar que “al indio del pasado se le glorifica, reivindica y defiende… pero al vivo se le ignora cuando se ve su pobreza”, y la política de López Obrador no ha sido distinta frente al despojo de sus territorios por las mineras, la contaminación de sus aguas y bosques y las presas que han inundado “literalmente” sus pueblos.
El arqueólogo Eduardo Matos Moctezuma, profesor investigador emérito del INAH y fundador del Proyecto Templo Mayor, ha señalado en diversos medios varios de los despropósitos: el error en la fecha de fundación de Tenochtitlán; cuando Gutiérrez Müller viajó a Europa para solicitar en préstamo códices, e incluso el Penacho de Moctezuma, aclaró que son parte del patrimonio nacional y no se puede pedir prestado lo que es de México.
Y hace unos días cuestionó la creación de la maqueta monumental del Templo Mayor en la plancha del Zócalo, frente a Palacio Nacional, cuando a pocos metros se tienen los vestigios reales y “un museo de primer orden”. Además, se han reducido presupuestos a la investigación y hace unos meses colapsó la techumbre que protegía la Casa de las Águilas en dicha zona arqueológica.
Tanto el gobierno de la Ciudad de México como el INAH tuvieron que salir al paso. El primero justificó que la maqueta es asesorada por el instituto y resultado de un convenio de hace años con la empresa de espectáculos OCESA a través de una “condición de impuestos”, dijo en rueda de prensa la secretaria de Cultura de la CDMX, Vanessa Bohórquez López, pero no aclaró cuál es la “condición” o si quiso decir “condonación”. El INAH, por su parte, aseguró que un equipo de especialistas está trabajando en la restauración de la techumbre del Templo Mayor.
En opinión de Martínez Baracs, la megamaqueta, igualita a como era el Templo Mayor, “resulta ofensiva por el gasto y desperdicio” de recursos en momentos en los cuales la población mexicana sufre de penurias por la pandemia y las crisis, tanto la mundial como la generada por el propio gobierno:
“Es un gasto inútil estando a un paso el verdadero Templo Mayor, ciertamente destruido por los españoles, pero al cual podemos conocer en sus fases constructivas, y en mil elementos significativos de su existencia que se estudian y pueden verse en la magnífica maqueta del Museo del Templo Mayor y en el Nacional de Antropología.”