Cada noche en mis sueños podía ver su sombra y conforme pasaba el tiempo, su rostro se iba aclarando hasta llegar al momento de tenerla frente a mí, fijando su mirada y sonriéndome mientras me apuntaba con su mano. Me negaba a creer que la muerte estaría presente cada vez que cerraba los ojos.
Conforme pasaban las noches, me fui acostumbrando a su imagen y pensaba que nada malo podría pasar, pues todo era producto de mi subconsciente, hasta que me armé de valor para dirigirle la palabra y entablar una conversación.
Cierta noche, los aullidos de los perros me despertaron y al asomarme por la ventana, pude ver una silueta que se alejaba rápidamente y se perdía en la oscuridad de la noche, llegando a pensar que se trataba de algún ladrón, por lo que decidí salir a la calle y ahuyentar a los animales para que me dejaran dormir.
Al momento de cerrar los ojos, la muerte apareció y me agradeció el haber quitado los guardianes para que pudiera entrar a mi habitación.
Parecía ser amigable y me relataba sus experiencias a lo largo de su existencia, llegando al punto de fascinarme cada una de sus historias en donde su presencia, la tragedia era un elemento fundamental.
Nunca me imaginé que sería amigo de la muerte, hasta que comenzó a relatarme sus secretos, información que comprobaba cuándo el sol salía por el horizonte.
Cierta noche, ella mencionó que tendría mucho trabajo y repentinamente desapareció de mis sueños, sin embargo al amanecer, me enteré que a pocas calles de mi casa, había ocurrido un accidente y varias personas había un fallecido trágicamente.
Esperaba ansioso su visita y al ponerse frente a mí, le pregunté qué había ocurrido en aquel accidente, por lo que contenta me relato que un borracho se había asustado al verla sentada a un costado de su automóvil, provocando que perdiera el control y chocara contra una camioneta en donde viajaba una familia.
Cada noche me contaba sus aventuras, las cuales escuchaba con atención, teniendo una excesiva confianza hasta llegar el punto de que me confesara quiénes serían las próximas personas que recibirían su visita.
Me sorprendió que me dijera que mi vecina tenía las horas contadas y recuerdo perfectamente qué hacíamos bromas, al señalar que estaba robando oxígeno o que vivía tiempo extra, pero al amanecer, la pobre anciana sufrió un infarto y mi amiga la muerte se la llevó.
Así fueron pasando los días y al amanecer yo comprobaba lo que me decía, hasta que nuevamente se apareció ante mí y muy seria me dijo que era turno de llevarse a mi madre.
Por toda la noche trate de persuadirla, pero ella me dijo que así eran las reglas y no había nada que hacer y buscando la forma de consolarme, me aseguró que no sufriría, por lo que no tuve más remedio que tragarme mis lágrimas y aceptar el destino.
A partir de ese momento, la plática con la muerte se tornaba más sombría, pues poco a poco se fue llevando a mis seres queridos y no hubo nada que pudiera hacer para salvarlos, llegando el momento de enfrentarme a quién decía ser mi amiga, exigiéndole que no volviera a aparecerse ante mí.
Pasaron los meses sin saber nada de ella, hasta esta noche cuando nuevamente se apareció en mis sueños y me dijo que necesitaba un compañero y extendiendo su mano me levanto de mi cama para nunca más volver a abrir los ojos.