Exhaustos del confinamiento, vecinos acudían al Huerto Tlatelolco para ver si podían entrar al recinto que reconocen como un lugar de armonía y tranquilidad.
«Estuvimos cerrados y, cuando reabrimos, sucedió igual que después del sismo de 2017, entraban a sentarse entre la vegetación, a observar, a relajarse», contó su fundadora, Gabriela Vargas.
Situado en la esquina de Paseo de la Reforma y el Eje 2 Norte, el espacio es un oasis en medio de los edificios de la unidad habitacional y los talleres mecánicos de Peralvillo.
El ruido de los autos que pasan por Reforma y el calor acentuado por el pavimento son sustituidos por el sonido de las aves, los colores y los olores de la 116 variedades de plantas y flores, todas comestibles.
«El huerto es un espacio en donde el suelo está vivo, es fértil y tiene mucho que ver con la composta que hacemos», mencionó Vargas.
La propuesta del lugar es producir alimento y promover la terapia que implica el cultivar.
A diferencia de los parques, en los huertos urbanos se da la oportunidad de interactuar con la naturaleza, pues se ofrecen talleres para aprender a generar cultivos en casa.
El enriquecimiento del suelo depende de un ciclo que comienza con los vecinos que acuden a dejar sus residuos orgánicos.
Estos se convierten en composta y, en función de los desechos entregados, los donatarios de orgánicos reciben a final de mes los comestibles cosechados con el riego de lluvia almacenada.
En el sitio estuvo la Torre Oaxaca, que fue demolida por los daños del sismo de 1985. Por un tiempo, la superficie quedó abandonada, hasta que Vargas propuso su regeneración con la apertura del lugar, en el que participan jóvenes quienes realizan su servicio social.
Ejemplo de esto son las arquitectas que diseñaron los baños.
Recientemente, el espacio también albergó una investigación realizada con ayuda de psicólogos para determinar cómo los huertos urbanos son un remanso de paz en medio de la Ciudad.
«El cultivo de plantas en el interior de las ciudades, a escala reducida, puede desarrollarse en traspatios, techos, paredes, balcones, calles, viviendas, pequeñas parcelas», cita la Ley de Huertos Urbanos de la Ciudad de México.
En la Capital conviven huertos como el Roma Verde y otros proyectos comunitarios organizados en Tláhuac e Iztapalapa.
«Proporcionar a la población acceso a espacios libres alternativos con áreas verdes que permitan realizar actividades físicas en contacto con la naturaleza, con calidad de vida y una alimentación saludable», prevé dicha legislación.
De acuerdo con Vargas, la Ciudad y sus habitantes están en espera de más propuestas de huertos urbanos.