La Embajadora de México en Ucrania, Olga Beatriz García Guillén, ha sido la encargada de coordinar la salida de mexicanos de ese país, incluso desde antes de la invasión rusa.
La funcionaria, por el momento sin oficina y despachando desde Rumania, reconoce que ha enfrentado momentos difíciles y dificultades logísticas, operativas y de comunicación.
Incluso, asumió la responsabilidad de mantener en ruta -hacia la frontera con Rumania- uno de los vehículos de rescate a pesar del toque de queda.
«Desde el punto de vista humano ha sido una experiencia transformadora», señala en entrevista con Grupo REFORMA.
«Pensar que uno puede perder la vida en cualquier momento, hace reflexionar sobre lo importante que es la paz. Lo que es vivir en un País como México que, a pesar de todos nuestros problemas, no mantenemos estos grados de guerra».
¿Cómo ha sido la experiencia de coordinar la salida de mexicanos por este conflicto?
Ha sido una experiencia súper interesante, sí agotadora, estresante, porque siento, sentimos en la Embajada, la responsabilidad de sacar a todos los mexicanos, de poder tratar de ayudarlos en la manera de lo posible.
Algunos nos pidieron no salir, otros sí, otros tuvieron que salir por sus propios medios porque llegó un momento en que cuando el toque de queda y el estado de emergencia se anunciaron, se acabó el metro, los autobuses, los taxis, todo, y no había manera de conseguir un transporte.
Nos quedamos cuatro días sin comunicación con las empresas de transportes, hasta que después pudimos contactar con una empresa.
La que habíamos contratado originalmente nos dijo que no iban a salir por seguridad de sus operadores, pero afortunadamente conseguimos otra con la que pudimos sacar a los mexicanos, esa parte fue muy estresante porque no encontrábamos cómo sacarlos.
¿Qué ha sido lo más difícil a lo que se ha enfrentado?
Primero, ya no nos dejaron entrar a la Embajada, donde teníamos todas las posibilidades de documentar gente, dar pasaportes, ya no nos dejaron entrar por razones de seguridad. La Embajada está en un edificio, en un piso 15, entonces la gente de seguridad no nos dejó entrar porque está muy cerca, como a un kilómetro, kilómetro y medio, del palacio presidencial, a un lado está el Parlamento Ucraniano, el Ministerio del interior, entonces esa zona la acordonaron rápidamente y no se podía entrar.
Tuvimos que pensar qué hacer, entonces entramos a la residencia, con nuestras computadoras, nuestros teléfonos, afortunadamente el WhatsApp nos ayudó mucho. Pero hubo momentos en que no podíamos localizar a la gente o no nos respondían, o no había comunicación, y eso nos estresaba muchísimo porque no podíamos tener información inmediata.
(También) cuando saqué al segundo grupo, tuvimos que pasar muchos retenes militares, hubo algunos retenes en los que se subieron a revisar los documentos de los hombres; el toque de queda iniciaba a las 7 de la noche y el conductor me preguntó si tenía que pararse o podía seguir, la verdad es que decidimos seguir adelante, nos pararon muchos policías, no tuvimos problema, pero esa parte fue muy pesada.
¿Había señales de alerta sobre la posible invasión rusa?
Nosotros lo hicimos a finales de enero porque nos empezamos a dar cuenta de que sí, el discurso político iba subiendo de tono; sin embargo, las autoridades ucranianas no nos dieron información sobre si se podía alertar de esto, y nos fuimos dando cuenta conforme los días fueron pasando.
El Secretario Ebrard antes de esto (invasión) me pidió que ante la evidencia de que pudiera suceder algo, empezáramos con las evacuaciones, por eso sacamos al primer grupo el 16 de febrero, mucha gente no se quiso subir porque no percibían peligro en Kiev. Hasta un día antes, la gente iba a trabajar, es una ciudad muy bulliciosa, con mucho tráfico, una ciudad que caminaba muy bien, que se murió, se hizo fantasma a partir de la mañana del 25 de febrero (…) Unos días antes sí empezó a crecer el discurso de que se podía tener una guerra, la lectura en la comunidad internacional era esa.
El Presidente (ucraniano) llamaba a la calma, decía: ‘estén tranquilos, no se desesperen, estén seguros, pero ya dos tres días antes vimos que había movimiento en el parlamento ucraniano para crear este estado de emergencia, que era un toque de queda, y fue exactamente la noche anterior al ataque.
¿Desde ese momento se preparó para la salida de mexicanos?
Nosotros ya teníamos los protocolos desde el 16 de febrero, ya lo habíamos hecho y teníamos lista la salida para el siguiente grupo, el problema fue que se perdieron los transportes y nos costó mucho trabajo conseguir. Yo tenía registrados entre 65 y 70 mexicanos, con parientes, familiares directos, y entonces a la hora de la hora llegaron alrededor de 25 ¿por qué? porque no encontraron transporte, no encontraron nada para poderse mover y muchos se quedaron en la ciudad por eso, entonces cuando pudieron moverse empezaron a salir por su cuenta. Nosotros avisamos siempre que íbamos a hacer la evacuación, pero era entendible que no pudieran llegar».
¿Hay ciudadanos mexicanos, o de raíces mexicanas, combatiendo por Ucrania?
No que yo conozca, pero sí tenemos conocimiento de que hay mexicanos que quieren unirse a ello, pero no tengo mayores evidencias, sabemos, pero no tengo nombres ni nada.