Según cuenta la historia, Napoléon Bonaparte llegó tarde a la batalla de Waterloo -en la que su ejército acabó derrocado- porque en ese momento estaba muy atareado en el baño, haciendo fuerza para defecar.
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Pero aunque el estreñimiento aquejaba desde hace años al general francés y una de cada siete personas en el mundo experimenta este problema, el proceso biológico para eliminar las heces es un tema del que se habla muy poco.
Millones de personas sufren en silencio los efectos de la constipación crónica, un problema cuya solución, de acuerdo a los expertos, no depende exclusivamente de la dieta sino también de un cambio mental que nos permita hablar de ello y liberarnos así del peso que conlleva este tabú.
«Nos entrenan de pequeños para dejar los pañales, pero después nadie chequea cómo nos va. De ahí en más nos ocupamos nosotros solos», le dice a la BBC Anton Emmanuel, médico especialista en salud intestinal del University College Hospital de Londres.
Tres veces por semana
Para entender exactamente qué es la constipación, empecemos por explicar cómo es el proceso desde que la comida entra por la boca, hasta que los desechos convertidos en material fecal salen por el ano.
Cuando ingerimos y masticamos un alimento, este inicia su viaje por el aparato digestivo. Una vez que lo digerimos con la ayuda de sustancias químicas que produce nuestro cuerpo, las bacterias comienzan gradualmente a trabajar sobre estos restos que se mueven hacia el intestino.
Para cuando llegan al colon, todos los nutrientes ya han sido absorbidos. Y después de unas 15 o 18 horas allí, nuestro organismo elimina estos desechos.
«Lo que ocurre en los casos de constipación es que la movilidad en el intestino se ralentiza«, explica Emmanuel.
Se estima que una persona puede estar sufriendo de constipación si no mueve de cuerpo al menos tres veces por semana, y si la deposición es grande y dura, o seca y formada por bultos, y si tiene que hacer mucha fuerza al ir baño o siente dolor.
Impacto
El estreñimiento en sí no es peligroso, porque mientras la materia fecal se encuentra dentro del colon no provoca ningún tipo de toxicidad (el colon están preparado para contenerla).
Sin embargo la persona puede sentirse incómoday temerosa de que las ganas de evacuar puedan surgir en un momento poco conveniente.
«Es un peso enorme para el paciente porque (impacta) en lo que puede comer, en cómo puede vestirse y en cuándo puede socializar, lo cual es un gran tema en todo esto», explica Emmanuel.
Además, por lo que sabemos hoy dia de la relación entre el cerebro y el intestino, «el estreñimiento puede cambiar nuestro estado de ánimo«, le explica a la BBC Miguel Toribio-Mateas, neurólogo de la London South Bank University.
Esto puede afectar más a las mujeres, porque ciertas hormonas que normalmente se eliminan con la materia fecal quedan circulando por el cuerpo y se acumulan, aumentando sus niveles.
Así, las mujeres en edad reproductiva, al estar estreñidas pueden sentir el «doble impacto del estrógeno o la progesterona o la hormona que sea que estén produciendo ese día y que no ha podido ser expulsada del cuerpo (a través de las heces)». Por ello son las que tienden a quejarse más de los efectos de la constipación.
Independientemente del género, «según la predisposición genética así como también según el tipo de comportamiento y personalidad, algunas personas se sienten con menos ánimo y otras más excitadas», dice Toribio Mateas.
No olvidamos también los síntomas físicos que acompañan a la constipación y que incluyen, entre otros, náuseas, hinchazón, dolor de cabeza e incomodidad o dolor en la zona.
Problema generalizado
Emmanuel dice que el paciente típico es una mujer que ronda los 30 años y que ha sufrido de constipación desde la adolescencia (generada por situaciones o experiencias que no están vinculadas a un problema médico), y que solo busca ayuda médica después de mucho tiempo.
Generlamente lo hace motivada por el diagnóstico de un problema grave en el intestino de un familiar o un colega de trabajo. Aunque, lamentablemente, los médicos no siempren toman este problema con la suficiente seriedad dado que es una afección generalizada.
«Irónicamente, por ser un problema tan prevalente, muchos no lo consideran como un síntoma«, explica Emmanuel.
El estreñimiento no solo afecta a los adultos, se estima que uno de cada tres niños padece constipación en un momento dado.
En cuanto a las causas, «la mayoría de los pacientes tiene un problema o con la tasa de contracción de su intestino –es decir cuán rápido las cosas se mueven a través de él- o en cómo funciona su suelo pélvico, o con ambos aspectos», señala Emmanuel.
Es decir, esto «no es culpa del paciente que no ha comido bien, o hecho suficiente ejercicio», aclara.
Por ello dice, no es algo que se resuelva comiendo ciruelas, o alimentos que estimulen en intestino, porque eso solo soluciona la situación de modo temporal.
No siempre fue asi
Aunque hoy día no está «bien visto» hablar del movimiento intestinal, no siempre fue así.
«En el Medioevo, tanto en textos literarios como médicos, el tema de los excrementos está por todas partes», le explica a la BBC la historiadora de la medicina Louise Foxcroft, y añade que antes no había tanta privacidad en torno al uso del baño.
«Imagínate Londres en el siglo XVIII, antes del sistema de cloacas. Había carros que pasaban por la ciudad para recoger las heces (que tiraban por las ventanas o estaban desperdigadas por todos lados) y se las llevaban para fertilizar los campos».
El secretismo se desarrolló a la par de las ciudades industriales.
«La idea de privacidad surgió en el siglo XIX, particularmente en Occidente, cuando se popularizó la vida en las ciudades y la gente comenzó a vivir en sitios abarrotados, se construyeron cloacas y aparecieron los baños», explica Foxcroft.
«La familiaridad sobre el funcionamiento del cuerpo era antes mucho mayor que ahora», añade
En el siglo XVIII, por ejemplo, la constipación fue un tópico explorado por algunos de los grandes escritores de la época.
«Voltaire decía que las personas que mueven de cuerpo regularmente y con facilidad todas las mañanas son las favoritas de la naturaleza. Son dulces, afables, agraciadas, reflexivas, complacientes y eficientes. Y un no de su boca tiene más gracia que un sí de la boca de un constipado», relata la historiadora.
Y es que la división entre la mente y el cuerpo, es una separación filosófica relativamente reciente.
«Antaño se pensaba que el intestino era donde se asentaban las emociones, no el corazón», dice Foxcroft, y añade que en la poesía medieval, hay muchos temas que versan sobre los excrementos y el amor, dos cosas cosas que uno compartía con la persona que amaba.
Soluciones
Más allá de los cambios de actitud respecto al estreñimiento, lo que muchos se preguntan hoy dia es qué hacer para no padecerlo.
«Necesitas cierta cantidad de fibra (soluble e insoluble) para que se formen las heces y muchas veces uno no consume lo suficiente», explica Toribio-Mateas.
Sobre todo es importante consumir una variedad de frutas y vegetales (incluidos los de hojas verdes), legumbres, semillas, frutos secos e idealmente granos integrales.
Emmanuel sugiere además de una dieta más balanceada -comiendo al menos tres veces al día- más líquidos, caminar más dentro o fuera de la casa, y si eso no funciona, usar laxantes suaves, y sobre todo, «cuando el cuerpo lo pide, no ignorar las ganas porque no es el momento adecuado, e ir al baño».
«Igualmente, cuando estás ahí, no te quedes mucho tiempo. Cuando hiciste lo que tenías que hacer, no te quedes esperando a hacer más», agrega.
Toribio-Mateas recomienda, para romper el tabú, «llevarse un libro que a uno le guste al baño, poner música… piensa en formas alternativas. Trata de emular la situación en la que vas al baño para darte una baño de tina, donde harías cosas para sentirte relajado».
«No te sientas raro haciendo esto. Piensa que estás trabajando en la comunicación entre tu cerebro y tu intestino».
Recomienda también hablar del problema, normalizarlo y compartirlo con otras personas.
«Cuando hablas con alguien de algo que te hace sentir miserable, es como sacarte un peso de encima», asegura.
Como dice el refrán: «Las penas compartidas pesan menos».