Por Federico Reyes Heroles
El dique
En situaciones extremas, medidas extremas. La idea de emergencia no cunde. No son tiempos de normalidad. La disyuntiva es cada día más clara: regreso al autoritarismo agravado, militarización, debilitamiento de la democracia o pelear por lo logrado.
El filósofo, de visita en México, de lejos ve la situación muy grave. Él está enterado, pero quiere detalles. Los comensales empezamos a describir –nada más– lo que ocurre. Ataque presidencial a todos los adversarios, destrucción sistemática de las instituciones de salud, educación, derechos humanos, sociedad civil y, por supuesto, las electorales. Por cierto, se acaba de anunciar una asignación de alrededor de 8 mil mdp a Altán Redes, la Asociación Público Privada responsable de la red compartida de telecomunicaciones. Ocho mil, pero –eso sí– ponen en jaque al Instituto Electoral de la capital para ahorrarse 52 millones.
Cuatrocientos mil mdp en subsidios a gasolinas. No seamos ingenuos. Los hechos hablan.
Todo el efectivo posible para comprar votos condicionados, son más de 23 millones de mexicanos. Ante la abierta destrucción de nuestra democracia, la oposición toma una medida drástica: no más reformas constitucionales. Es un dique para contener la avalancha destructiva. En el horizonte está una contrarreforma electoral que busca algo siniestro, acabar con la autonomía del INE, sometiendo a sus consejeros a una absurda votación que, por supuesto, estaría en manos del Estado. Y también la legalización del control militar para la Guardia Nacional, o sea, cerrar la puerta a los civiles en su seguridad.
Algunos cuestionan el bloqueo opositor a reformas constitucionales. Todos somos testigos –día a día– de la persecución y del uso del poder para fines de concentración en una persona.
Dejemos de fingir demencia.
La gran mayoría de los empresarios poderosos están contra la pared, pensaron que llevando las relaciones con suavidad quedarían exentos de la extorsión. Pero resulta que nadie está exento, nadie está a salvo. Unidos quizás hubieran perdido contratos –hay muchas concesiones que los ponen en riesgo–, pero ahora están por perder a su país.
Recuerden Venezuela. ¿A dónde se van a ir? Perderían todo.
Por eso el pacto entre los principales partidos opositores PAN, PRI y PRD para impedir modificaciones constitucionales es una contención mínima a las barbaridades.
Para ello se necesita una fuerza ética de los tres partidos, nadie puede ser cuestionado. ¿Relevo en el PRI? Es posible y deseable para así obtener mayor fuerza moral para la alianza.
El pacto, de entrada, fija límites a la andanada morenista.
Eso inyectará cierta certidumbre a los inversionistas, hoy atemorizados frente a la potencial dictadura. Además se elimina la posibilidad de que nuevos caprichos sean lanzados desde la cúpula del poder frente a la inminente sucesión. Se gana tiempo para respirar y poder evitar un daño mayor. El pacto da cara a una oposición que ya conoce las consecuencias de ir o no ir unidos. Es la única posibilidad de contener al monstruo autoritario. Faltan aún definiciones como la de MC, que ya no se juega su futuro político –gana votos–, sino ético: ¿qué va primero?, ¿que ellos ganen plazas o constituir un poderoso bloque de contención y salvar nuestra democracia? Contiendas electorales habrá muchas en nuestro futuro, eso, si podemos conservar la vida democrática hoy en la mira. La historia los juzgará: individualismo vanidoso o primero un México democrático hoy amenazado.
Ya estamos en la sucesión y es claro que el gobierno está coludido con el narco, que la gestión sirve como puente para el control de las bandas sobre regiones minando al Estado, que la violencia no cederá, al contrario, que al gobierno ya se le tilda internacionalmente de aliado del narco, que es una intentona de golpe de Estado por vía democrática, como ha ocurrido con varios vecinos del sur.
Las coordenadas hoy ya son muy claras: a favor o en contra de las libertades, de la democracia.