Cada aniversario del Salón Los Ángeles, los dueños lo festejan como si fuera el último.
Las razones son distintas. La propiedad del recinto, que nació en 1937, la comparte la familia de Miguel Nieto, actual director.
Los hijos de los encargados que pudieran heredar la administración no tienen interés en hacerlo, además de que tuvieron que pedir préstamo para subsistir, debido a que cerraron el Salón por casi dos años por la pandemia, los cuales siguen pagando.
El próximo 29 de julio, el Salón Los Ángeles, arraigado en la Colonia Guerrero, cumplirá 85 años de vida.
«Cada aniversario pensamos que puede ser el último, mi mamá desafortunadamente falleció el año pasado, a los 94 años, yo ya tengo 72 años, mis hijos y mis sobrinos, hijos de mis hermanos, no tienen el deseo de continuar trabajando en el Salón.
«Cotidianamente sabemos que, si no nos ponemos las pilas, sí podemos, como Ciudad, perder al Salón Los Ángeles, o sea, que puede cerrar», detalla Miguel Nieto a REFORMA.
Para encontrar una solución, los encargados contemplan hacer una reestructura y recibir asesorías de profesionistas.
Como parte de los festejos, el 30 de julio y el 2 de agosto se presentarán grupos musicales de cumbia, salsa, danzón, mambo y sonideras.
Los vecinos que caminan sobre Calle Lerdo, donde se ubica el recinto, detienen su camino para ver los cartelones que cuelgan de las paredes de color crema y rojo.
«Muchos de los artistas que nosotros empezamos a promover en los años 80, ya no nos es posible traerlos, pero, al mismo tiempo, promovemos a algunos que llegarán a esos niveles, seguramente», reflexiona Miguel.
Bertha García y su esposo David Romero se han convertido en unos enamorados del Salón.
En el aniversario número 83, en el 2020, el lugar estuvo cerrado al público por la pandemia, sin embargo, ambos acudieron al exterior vestidos de rumbera y pachuco para festejar en silencio.
Ahí estuvieron parados durante una hora, mientras platicaban y recordaban anécdotas vividas en la pista de baile, en la dulcería o en el altar a Dámaso Pérez Prado, el Rey del Mambo.
«Ahorita en la pandemia, la verdad, sí le sufrimos, porque ya estábamos como que acostumbrados a venir a desestresarse aquí cada ocho días o quince, sí lo echamos mucho de menos.
«En lo de la pandemia, mi esposo y yo nos arreglamos, como si viniéramos a bailar y aquí estuvimos afuera un ratito, nos fuimos a dar una vuelta y ya nos fuimos a la casa, venimos a darle su saludada al Salón», comentó Bertha.
David trabaja en una ruta de transporte público, mientras que Bertha atiende un puesto de quesadillas.
Cada que pueden, en un ‘vochito’ que conduce David acuden al Salón, en el que acostumbran a bailar por tres horas.
Cuando el vehículo no circula, llegan en taxi o en Metro, donde los usuarios se asombran con sus vestimentas y les piden fotografiarse con ellos.
«Ser rumbera, es darle sabor a tu baile, es un meneo de cadera, muy sensual.
«Me gusta bailar al frente de la pista, donde está el grupo de música, donde el piso esté parejito, para ver mejor a los grupos», agregó Bertha.