Por Leo Zuckermann
La importancia de Gorby
No lo querían en Rusia. Por lo menos me quedé con esa impresión cuando visité ese país en 2015. Nadie hablaba bien de él. Por el contrario, lo identificaban como el líder que terminó con la grandeza imperial de ese país y generó un caos político-económico que produjo el colapso de la Unión Soviética.
Me refiero a Mijaíl Serguéyevich Gorbachov, el último jefe de Estado de la URSS.
En los países occidentales, en cambio, Gorby (como se le decía de cariño) era un personaje apreciado y hasta venerado. Fue, al fin y al cabo, el que llegó al poder en la Unión Soviética con el ánimo de reformar la economía (Perestroika) y abrir la política (Glásnost). No envió los tanques cuando los países socialistas de Europa del Este comenzaron a independizarse del yugo soviético. Dejó que cayera el Muro de Berlín sin intervenir como habían hecho sus predecesores.
Este personaje tan importante en la historia del siglo XX, terminó siendo un actor de comerciales. Una triste caricatura que utilizaban las corporaciones capitalistas para vender mercancías.
Siete años después del colapso de la URSS y su defenestración política, Gorbachov apareció en un famoso spot de Pizza Hut. El exsecretario general del Partido Comunista Soviético aparece entrando en una sucursal de la famosa pizzería cerca de la Plaza Roja de Moscú. Va a acompañado de una niña (supongo que su nieta). Una familia que está comiendo ahí lo reconoce y comienza una discusión si fue el terrible político que dejó al país en un caos o el estadista que trajo la libertad a Rusia. El enfrentamiento va subiendo de tono hasta que interviene la abuelita que dice: “Gracias a él tenemos muchas cosas… como Pizza Hut”. Todos en la mesa coinciden. El abuelo se para y grita: “Viva Gorbachov” con una pizza en la mano. Al unísono, el restaurante entero repite los vivas. Gorby, modestamente, se para y agradece. Se oye una voz que dice “a veces hay cosas que unen a la gente como una pizza caliente de Pizza Hut”.
En una ocasión leía la revista cuando vi otro comercial en plana completa. En la foto se veía a Gorbachov sentado en la parte trasera de un automóvil viejo. Afuera se observaba algo que parecería el Muro de Berlín. El personaje histórico se encontraba elegantemente ataviado y, junto a él, una bolsa de viaje de Louis Vuitton con documentos en su parte superior. Era un anuncio de la prestigiosa marca del diseñador francés de bolsos y maletas de piel. Debajo de la fotografía decía: “Una jornada nos lleva cara a cara con nosotros mismos. Muro de Berlín. Regresando de una conferencia”. A continuación, se mostraba el teléfono de Vuitton y la dirección del sitio de internet.
Triste, sin duda, terminar así después de una carrera política tan importante. Pero, al margen de la caricaturización del personaje de Gorby, había un mensaje muy importante: la victoria del capitalismo sobre el socialismo.
Hoy esto se dice rapidito. Pero le tomó al mundo casi todo el siglo XX para comprobarlo. Sí, el capitalismo, con todas sus virtudes y vicios, prevaleció. Eso era lo que gritaban los mensajes de Pizza Hut y Vuitton. El último ícono del régimen comunista, el otrora emperador soviético, precursor de la apertura económica y política que cimbraron al régimen, saboreando comida rápida y modelando un maletín lujoso.
Sí, ganó el capitalismo, pero otra de las consecuencias de Gorbachov fue la eventual llegada al poder del actual presidente ruso, Vladimir Putin. Después del caos que, efectivamente, se produjo en la URSS de Gorbachov, incluyendo la explosión de la central nuclear de Chernóbil, y en la Rusia de su sucesor, el alcohólico Boris Yeltsin, arribó al Kremlin un exespía de la KGB, quien, con mano de hierro, volvió a ordenar el país.
Fiel a la tradición política autoritaria de los zares (tanto los Románov como los “rojos revolucionarios” del siglo XX), Putin concentró el poder y no lo ha soltado. Lleva 22 años siendo el líder indiscutible de una Rusia que pretende recuperar su brío imperial invadiendo otros países como Ucrania.
Ayer, a los 91 años de edad, falleció Gorby, el último líder soviético, quien trató de reformar a un país en franca decadencia. En lo económico, logró la transición hacia una economía capitalista, pero donde los grandes empresarios son los “cuates” del nuevo zar que gobierna en el Kremlin. Triste resultado del país que pretendía reformar. Y triste, también, el desenlace del político quien terminó como una celebridad banal de Occidente anunciando pizzas y maletines.