SABINAS, COAHUILA. – En Sabinas se presentaron a trabajar como cualquier otro día, sin saber que para diez sería el último. Fernando Pompa fue uno de los cinco que a base de lucha y esfuerzo salvaron la vida.
“En la mañana fue un día común y corriente cómo cualquier otro día de trabajo… bajamos y normal, trabajando, lo único extraño es que íbamos avanzando muy rápido, había un poco de agua en los lugares, normal “Entonces iba a medio camino a entregar mi carretilla y el estruendo ese, que pensé que era una manguera o una llanta de carretilla porque se dio un tronido enorme, pero lo extraño es que era mucho aire, demasiado aire y si me alertó un poco, pero seguí como si nada. Seguí trabajando como si nada, caminando entonces de repente sale un compañero, El Loco, José Luis, y me dice: ‘córrele, córrele cabrón, un chingo de agua’. “Al momento de llegar a la plancha estaba un compañero ahí formado con su carretilla, le decíamos (Rogelio Moreno), me pregunta por su hijo: ¿dónde está José, José, dónde está?, José está allá abajo, le dije… él salió a correr, a buscar a su hijo en contra del agua. Ya no lo volví a ver, ni a mi compañero que me avisó (José Luis) ya jamás lo volví a ver”.
Fernando logró llegar junto con Héctor Díaz a la plancha, pero aún había 60 metros hasta el exterior, por lo que juntos comenzaron a escalar. “Seguí escalando, yo recuerdo que el agua me cubrió varias veces, me quedé abajo, pero mi afán de ver a mi familia en esos momentos; nada más tenía la imagen de mi esposa y de mi niña, de que: yo tengo que salir, tengo que volver a verlas “Íbamos como a la mitad del vertical, entonces de ahí de la nada sale Héctor (Díaz) de abajo, ya a 30 metros arriba del vertical sale Héctor, yo me asusté, emergió del agua y me asusté yo pensé que ya venía ahogado, lo volteo a ver y hace esto (respira profundamente) y dije: ‘pinche mudo’, y lo primero que hice fue abrazarlo, agarrarlo y abrazarlo y aventarlo hacia la manguera”. Cuatro mineros se encontraban en el hoyo, subiendo poco a poco hasta con el agua y a unos metros de la salida les arrojaron una cuerda.
“Cuando salí ya había un montón de compañeros del otro pozo enseguida, me sientan y me dicen: se ahogaron todos güey, todos se ahogaron cabrón”.
Con evidente dolor, pero muy seguro de los que dice, Pompa señaló que desde el primer día sabían que sus compañeros se habían ahogado. “Ahora sí puedo decir; desde el primer día, pero por respeto, por la religión, por la fe, nos lo guardamos. Había una esperanza qué hubiera una burbuja de aire, pero muy en el fondo sabíamos que no”. Aún sufre secuelas psicológicas como pesadillas y está apoyándose en la religión, pero con todo su pesar ahora trabajará en la excavación del tajo, junto con los otros cuatro que lograron salir ese día. (Con información de MILENIO)