Por Yuriria Sierra
Todos esos Méxicos (todas esas marchas)
Todos estos Méxicos. Tan vivos. Y, ¡ojo!, no tendrían que estar en pugna porque, en su sentido más puro, ambos quieren lo mismo: que al país le vaya bien, que la sociedad mexicana progrese, que cada una de sus piezas tenga razones para planear un futuro.
Todos estos Méxicos. Tan vivos, todos. Los del domingo, presentes en Paseo de la Reforma. Y los del pasado 13 de noviembre, también tan presentes en ese mismo espacio. Todos estos Méxicos. Tan vivos. Y, ¡ojo!, no tendrían que estar en pugna porque, en su sentido más puro, ambos quieren lo mismo: que al país le vaya bien, que la sociedad mexicana progrese, que cada una de sus piezas tenga razones para planear un futuro. Sin embargo, la narrativa nacional ha estado en constante confrontación. El maniqueísmo que todo lo reduce y estropea. No se trata sólo de buenos y de malos, se trata de leer el conjunto y entenderlo. Miles de ciudadanos marcharon por convicción en defensa del INE, como otros miles marcharon el domingo pasado porque creen en un proyecto. El derecho de todos que debe celebrarse, reconocerse y, sobre todo, ejercerse, por eso la directriz no puede ser la polarización de ambos grupos.
¿Qué mensaje dio la multitudinaria —y sí, también histórica— marcha de hace dos domingos? ¿Qué dijo la de hace un par de días? Que cada vez son más los mexicanos con participación política. Miles en Paseo de la Reforma en defensa de un organismo autónomo al que se quiere sustituir. Miles también en esa avenida mostrando apoyo al Presidente. ¿Quién los lee? Mejor aún, ¿quién ha pensado en cómo será el proceso para reconciliarlos?
Andrés Manuel López Obrador sabe lo capitalizable que es el discurso de división, pero también sabe que, al paso de los días, se acerca más su salida del Ejecutivo. Y aunque ha decidido mantener esa narrativa, la pregunta es quién de los personajes, de ambos lados de las esquinas, que piensan en el futuro a partir del 2024, será capaz de leer esa urgencia por eliminar los caminos de confrontación. Ésta es la tarea esencial para quien sea que llegue a Palacio Nacional en la siguiente administración, sin importar del partido o coalición que salga: hacer que esos Méxicos, que hoy insisten en mantener enfrentados, puedan darse la mano y avancen juntos.
En su mensaje tras la caminata de cinco horas, López Obrador reiteró que no buscará la reelección, también resaltó que Beatriz Gutiérrez, su esposa, no buscará cargo alguno de elección popular. Nadie niega el poder de convocatoria del mandatario, tampoco que ha sido un líder que ha sabido cómo hacer sentir escuchados a los sectores de la población más vulnerables, pero en los datos y resultados está que eso no significó convertir este discurso en políticas públicas exitosas. Si se aferra a la confrontación, la contrapropuesta a esto tendría que marcar ya la pauta para comenzar al reencuentro de esos Méxicos que no se pueden ni se deben desacreditar. El debate no está en el intento por descalificar movimiento alguno, sino en hacer que todos quepan en un proyecto de nación que hoy parece no escucharlos a todos. Mantener esa narrativa sería también una victoria que ninguna esquina se debe permitir.