OJOS DE PERRO AZUL
Gabriel García Márquez
José Orozco Tenorio
Una serie de cuentos, pocos difundidos, del gran maestro y querido Gabriel García Márquez. La mayoría son de 1947, 1948 y de principios de los 50’s.
Podríamos calificarlos de extraños, pero si recordamos que el autor era un genio de la literatura fantástica entonces los entendemos. Nos queda claro que ya desde esos años el autor ya se inclinaba por una literatura negra.
García Márquez juega con el manejo del tiempo, va al pasado y habla en el presente y a veces se asoma en el futuro. Es impresionante como maneja el tiempo; el lector tiene que estar atento porque llega un momento en que uno no sabe ubicarse, pero es parte de toda la trama ambiental.
Desde esos cuentos ya mostraba el manejar los personajes entre la vida y la muerte, más durante el segundo; las personas hablan desde sus ataúdes y tienen vida; escuchan a su alrededor a los vivos, platican con ellos y llega un momento de que no se sabe si los supuestos muertos están vivos o los vivos están muertos. Así es el genio del Maestro García Márquez.
La lluvia es una constante en su ambientación, así como el campo, las nubes, el frío, la oscuridad y la humedad. Ese frío que penetra en los huesos y el lector lo llega a percibir. Transmite los olores al grado que uno los capta (o al menos los imagina). Es una muestra de la capacidad de un autor literario. El lector está viviendo, sintiendo, oliendo, oyendo a los personajes. Esto es el poder de la literatura.
Las flores no pueden faltar en la ambientación, macetas o árboles o jardines o el campo, vienen a ser una parte importante en los escenarios. Violetas, rosas, azahares, naranjos, simples hierbas húmedas, jazmines, en fin, todas tienen su razón y juegan un rol importante.
Y curiosamente aparece otro personaje inédito: el grillo. Bien sea con el ruido o con su presencia, los grillos están en varios de los cuentos ya bien sea con su sonido de fondo o en primer plano. Como en toda la literatura de García Márquez, hay que acostumbrarnos al simbolismo, y así nada de lo que aparece se debe tomar literalmente. El retumbar el sonido de los grillos en las cabezas de los muertos y éstos escuchar voces continuamente, no es otra cosa más que una extraña forma de transmitirnos la protesta por los ruidos mundanos.
Hay una constante en los cuentos: los muertos. Bien sea en la Tercera Resignación o en el Nabo; el negro que hizo esperar a sus muertos o en La Noche de los Alcaravanes, todos sienten, sufren, lloran, presagian catástrofes, tienen frío, escuchan y hasta lloran.
Con el último cuento Monólogo de Isabel viendo llover en Macondo, ya de principios de los 50’s, se presagia el trabajo maestro de Cien años de soledad.
En el conjunto de cuentos prevalece un halo de tristeza, soledad, sufrimiento, tragedia, de un ir y venir de la vida a una muerte y viceversa, pero lo que le queda al lector es una lección de lo que ya se vislumbra de literatura fantástica. Eso es al final del gran Gabo, ¡el maestro de lo fantástico!