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Bitácora del director

Bitácora del director

Pascal Beltrán del Río

La sucesión de 1924

En el verano de 1923 —hace un siglo—, México estaba saliendo de la etapa de violencia revolucionaria que se había iniciado en 1910.

Álvaro Obregón ocupaba la Presidencia desde diciembre de 1920. Era la recta final de su cuatrienio, y el asesinato de Venustiano Carranza parecía un hecho olvidado. El país progresaba económicamente. Había cada vez más automóviles en las calles de la capital, donde la clase media se distraía con el cinematógrafo.

La pacificación había llegado de la mano de un triunvirato de generales sonorenses: el propio Álvaro Obregón, Plutarco Elías Calles y Adolfo de la Huerta. El segundo ocupaba la Secretaría de Gobernación y el tercero, la de Hacienda.

El acuerdo político de los tres hacía inviable que el poder recayera en un solo hombre. Además, la Revolución había enarbolado la bandera de la no reelección, así que la implantación de un modelo democrático era el camino marcado.

De la Huerta, quien había sido presidente sustituto luego del homicidio de Carranza, parecía resignado a que el sucesor de Obregón fuera Calles. Para evitar que lo encartaran, llegó a pedirle a éste que lo enviara a Estados Unidos.

Sin embargo, una elección local, para gobernador de San Luis Potosí, complicó lo que había sido un proceso sucesorio terso, el primero en la historia nacional que no involucraba una asonada o la muerte o el exilio del mandatario en turno.

El 5 de agosto de 1923 se celebraron los comicios en los que disputaron el cargo dos diputados: Aurelio Manrique, alentado por Obregón y Calles, y Jorge Prieto Laurens, quien se había enemistado con el presidente durante el proceso de designación de jueces y magistrados, mismo que ambos querían controlar. Aunque los resultados en San Luis Potosí favorecían a Prieto, los seguidores de Manrique tomaron la sede del Congreso local.

En pleno conflicto poselectoral. Prieto fue nombrado presidente de la Cámara de Diputados y respondió en términos muy duros el informe anual de Obregón, acusándolo de interferir en la sucesión presidencial e insinuando que lo hacía para beneficiar a Calles, en “un acto deliberado, aconsejado por enemigos de la Revolución”. En revancha, Obregón desconoció los resultados de la elección en San Luis Potosí que favorecían a Prieto.

A partir de allí, la descomposición no paró. El Partido Nacional Cooperatista, de Prieto, impulsó la candidatura presidencial de De la Huerta, para oponerse a la de Calles. Aquél cargaba agravios contra Obregón, por los acuerdos a los que éste llegó con EU para frenar la aplicación retroactiva de la Constitución de 1917, en beneficio de las compañías petroleras de ese país, a cambio del reconocimiento de Washington a su gobierno.

Molesto, al enterarse de los términos de los Acuerdos de Bucareli, De la Huerta renunció a su cargo, pero Obregón le pidió que esperara hasta noviembre para concretar su salida, esperando que eso ayudara a las aspiraciones de Calles. Si bien De la Huerta aceptó la solicitud del presidente, su renuncia se filtró al periódico El Mundo, de Martín Luis Guzmán, lo cual provocó la furia de Obregón.

En octubre, De la Huerta fue acusado por el gobierno de haber realizado un quebranto a las finanzas públicas durante su paso por Hacienda. En sus memorias, sostiene que la acusación tenía por fin provocarle la muerte política, seguro de que “después vendría la otra”. Enterado de que Obregón tenía un plan para asesinarlo, huyó a Veracruz, donde encabezó una rebelión contra el gobierno, apoyada por distintos generales.

El alzamiento delahuertista duraría poco. Para asegurar el apoyo de Estados Unidos —cuyo gobierno se mantenía a la expectativa—, Obregón promovió la aprobación legislativa de los Tratados de Bucareli. Para lograrla, necesitaba vencer la resistencia de un grupo de senadores, encabezado por Francisco Field Jurado. El 23 de enero de 1924, éste fue asesinado en la esquina de Córdoba y Tabasco, en la colonia Roma, mientras que tres compañeros suyos eran secuestrados. Consumado el aval del Congreso, el presidente estadunidense Calvin Coolidge ayudó a Obregón a terminar con la sublevación.

De la Huerta se exilió en Los Ángeles, donde puso una escuela de canto. Sin oposición, Calles ganó las elecciones de julio de 1924. Así culminó la sucesión presidencial de aquel año.

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