La brutal reprimenda se basó en una mera suposición del jefe criminal sobre una posible fuga de información
El 5 de enero de 2024, una jueza en materia de amparo del Estado de México anunció que Miguel Ángel Treviño Morales, alias ‘El Z-40′, había sido trasladado del penal del Altiplano al Centro Federal de Readaptación Social (Cefereso) No. 4 de Tepic, Nayarit.
Asimismo, la juzgadora otorgó una suspensión que le puso un freno momentáneo a cualquier proceso para extraditarlo a Estados Unidos.
Esta determinación se suma a la numerosa lista de trámites judiciales que, desde 2013, ha presentado la defensa de ‘El Z-40′, recordado como uno de los más sanguinarios líderes de Los Zetas.
Dentro de los episodios que nutren la trayectoria criminal de Treviño Morales se encuentran la masacre de 72 migrantes en San Fernando, Tamaulipas, y el hallazgo de casi 200 personas en fosas clandestinas en 2010 en ese mismo municipio.
Uno de los actos de violencia perpetrados por este exjefe delictivo fue retomado por George W. Grayson, académico y político estadounidense, en un análisis sobre el sadismo de este grupo criminal.
En 2009, Treviño Morales organizó una reunión con policías municipales corruptos en un hotel de Nuevo Laredo, según puede leerse en el The evolution of Los Zetas in Mexico and Central America: sadism as an instrument of cartel warfare.
La única intención de ‘El Z-40′ era amedrentar a los agentes —que para ese entonces estaban estrechamente relacionados con el grupo criminal— para advertirles qué pasaría si se les ocurría traicionarlo.
Para ello, un grupo de sicarios de Treviño llevaron a la recámara a una policía que había sido identificada como supuesta informante del gobierno.
“En lugar de permitir que articulara una sola sílaba en su defensa, los sicarios la ataron de manos para inmovilizarla”, refiere el documento.
Una vez que la agente estaba amordazada, ‘El Z-40′ se acercó y tomó un tablón de madera como los que se utilizan comúnmente en las construcciones. Lo balanceó un par de veces, como si estuviera practicando sus técnicas de bateo, y empezó a golpearla en el rostro.
Cuando terminó la tortura, la víctima quedó reducida a “fluidos corporales, huesos destrozados y vísceras”, detalla el autor del citado análisis. Ante tal brutalidad, los agentes que estaban en el lugar entendieron el punto.