Por: Willem Veltman, basado en material de Luis Alfonso Valdés
Cuando en 1848 se descubrió oro en el norte de California, se desató un movimiento de prospectores y aventureros hacía ese estado: el famoso “Gold Rush”. Durante el año 1849 llegó a California un total de 300,000 prospectores, los así llamados “49-ERS” (Forty-Niners). La villa de San Francisco creció de 200 habitantes en 1846, hasta una ciudad de 36,000 habitantes en 1852. Parte de esos “49-ERS” viajó desde New Orleans hacía California, y con el fin de evitar enfrentamientos con los Apaches y Comanches en Texas y Nuevo México, decidieron viajar por el norte de México, pasando por Candela, Monclova, Cuatro Ciénegas, y Chihuahua. He aquí una descripción muy amena y bonita de su parada en nuestra ciudad de Monclova, del periódico The Daily Crescent, New Orleans, 3 July 1850
(en parte 2 de la semana pasada pudimos leer cómo iba llegando el grupo de Forty-Niners a Monclova en 22 marzo,
y luego a Cuatro Ciénegas en 26 marzo; continuamos con parte 3)
1 de abril de 1850 – Mientras el guía buscaba el sendero, preparamos café. El sendero lo encontramos como a las 7 y media, y retomamos nuestra marcha, recorriendo el mismo tipo de camino que el día anterior, a veces transitábamos por la cima de cerros altos, y luego por profundos barrancos, con las rocas elevándose a nuestro alrededor hasta una altura de 1200 o 1500 pies. Vi grandes variedades y hermosos ejemplares de cactus, eran de varias formas, algunos eran del tamaño de un duraznero, otros rectos como pilares y alzándose, algunos de 40 y 50 pies; todos estaban en flor y de diversos colores. Después de una tediosa y laboriosa marcha de 10 horas llegamos a otro pozo de agua de lluvia que tenía suficiente agua para nosotros y los animales (aunque estaba lleno de barro), fue verdaderamente enviado por Dios, ya que nuestros animales estaban casi acabados, habiendo recorrido unas 50 millas por el peor camino, y habiendo estado unas 36 horas sin agua. Al ponerse el sol, acampamos para pasar la noche.
2 de abril – Al poco tiempo de acampar anoche se nubló y como a las 9 empezó a llover, y llovió toda la noche. Me mojé hasta los huesos y pasé muy mala noche; mis huesos dolían por todas partes, y me sentí muy poco inclinado a viajar ese día. Llenamos nuestras calabazas de agua, y retomamos el camino, como de costumbre se soltaron varias cargas y el guía perdió el rastro, lo que provocó un retraso considerable. Después de otro duro día de marcha llegamos por fin al oasis en el desierto [hacienda San Antonio de los Álamos] que tanto estábamos ansiosos de ver. Como esperábamos encontrar un grupo de indios cerca del agua, nos detuvimos y enviamos un grupo de reconocimiento para ver si la costa estaba despejada; regresaron pronto e nos informaron que no había nadie allí, así que entramos y acampamos la noche.
3 de abril – Este es realmente un oasis en el desierto, es uno de los lugares más bellos y románticos que he visto en mi vida. Es un manantial de agua pura que corre por un estrecho paso entre dos altas montañas, con hermosos árboles verdes que crecen desde la entrada hasta donde el arroyo rompe entre las grietas de las rocas donde se unen las dos montañas. El manantial, después de romper sobre las rocas, corre sobre un lecho de guijarros lisos durante unos 100 metros, y luego desaparece repentinamente, y luego vuelve a surgir unos 50 metros más abajo, y después de recorrer una corta distancia más desaparece por completo, aunque el suelo es perfectamente nivelado donde desaparece y vuelve a subir. Hay una cueva en la ladera de una de las montañas de unos 25 pies de profundidad y 6 de alto, sus lados están cubiertos de dibujos de indios y nombres de hombres que han pasado por aquí hace años. Vi una inscripción escrita en español que estaba fechada en 1780 d.C. Hace unos 10 días pasó por aquí un grupo de 18 estadounidenses y sus nombres están inscritos en varios lugares. En la ladera de la montaña que da a la entrada del manantial pintaron una bandera estadounidense con el nombre del general Zachary Taylor, y enseguida abajo las iniciales del nombre del Capitán (T.J.C.), que probablemente permanecerá allí durante muchos años. Yo, al igual que el resto de los muchachos, tuvimos la ambición de escribir también nuestros nombres, en beneficio de aquellos que nos siguieran. Es probable que nos quedemos aquí dos o tres días para descansar nuestros animales, que están en muy mal estado, y aún no hemos llegado a la mitad del desierto. Hay 75 millas hasta el siguiente ojo de agua, a menos que tengamos la suerte de encontrar un lugar donde haya llovido recientemente, pero el guía dice que no hay muchas posibilidades de que encontremos algo. Como tenía la impresión de que llegaríamos a un lugar en unos días donde podríamos conseguir provisiones, no tomé más que lo suficiente para 6 días (no deseaba empacar más de lo absolutamente necesario). Ya llevamos 4 días fuera y es probable que estemos 8 o 9 más antes de llegar a alguna villa. Me temo que a Ned y a mí, junto con algunos otros, nos irá bastante mal durante 4 o 5 días. Nos quedó un poco de maíz que destinamos a nuestras mulas, lo tomamos y lo tostamos y lo machacamos, y encontramos que hace muy buen nixtamal cuando se hierve; durará 4 o 5 días, así que espero que no pasemos hambre.
4 de abril – Ayer se entendió en general que permaneceríamos en este lugar hasta mañana, pero la orden de esta mañana es estar listos para partir a las 12 M. Encuentro que nuestra vieja mula de carga tiene un gran bulto en el costado, y la mula joven tiene mucho dolor en la espalda, lo cual es un problema general de todos nuestros animales, debido, supongo, a que no sabemos cómo cargar las mulas correctamente. No parecen estar en condiciones de pasar 3 días sin agua, por un camino accidentado, rocoso y arenoso. Comenzamos a las 12 M. y viajamos por un camino muy accidentado y pedregoso hasta que oscureció, y luego acampamos para pasar la noche.
5 de abril – Nuestro guía habiendo perdido su caballo anoche, se vio obligado a ir a buscarlo, esperamos hasta las 7, y le dejamos cinco hombres, y el resto seguimos camino y acampamos como a las 11 en campo abierto, para esperar que nos alcanzaran. Después de descargar y desensillar las mulas, algunos de los muchachos prendieron fuego para preparar el desayuno. El viento soplaba bastante fresco, y como el monte estaba seco y alto, llegó a incendiarse, y tuvimos que corretear nuestras mulas y partir con el doble de rapidez. Afortunadamente nuestras cosas estaban a barlovento de donde se prendió el monte, de lo contrario no hubiéramos escapado. Recorrimos aproximadamente 3 millas y acampamos al pie de una montaña o cerca de ella, donde ahora estamos esperando ansiosamente que llegue el resto de nuestro grupo con el guía. El sol hace un calor insoportable y la única sombra que podemos conseguir es echando nuestras mantas sobre un pequeño arbusto y metiendo la cabeza debajo. De esta manera nos encontramos actualmente Ned y yo, mientras que a poca distancia están el capitán y varios otros, deliberando sobre qué harán si los indios nos atacan, porque estamos a la espera de ellos y no sabemos en qué momento pueden estar sobre nosotros (al menos eso dice el Capitán), porque ayer durante todo el día estuvimos encontrando nuevos rastros, y esta mañana sus señales de humo se pueden ver en todas direcciones; si se nos vienen, les daremos una cálida bienvenida, pero no creo que nos ataquen. Lo que más me preocupa ahora es que una de nuestras calabazas se rompió y la otra se partió esta mañana, y Ned y yo nos encontramos completamente sin agua, y se supone que no tendremos agua hasta mañana por la tarde. El guía y los demás acaban de llegar, y la orden es seguir adelante. Tomamos el camino y viajamos a buen paso hasta las 7 de la noche, el guía perdió el rastro y nos vimos obligados a acampar para pasar la noche, sin un litro de agua en el campamento, y siendo la segunda noche que nuestros animales estarán sin agua.
6 de abril – Levantamos campamento a las tres y media y todos se alistaron lo más pronto posible, porque estábamos todos sin agua. Mientras el guía buscaba el sendero, se soltó una mula de uno de los del grupo, y emprendió una caminata por el camino de regreso, el dueño salió tras él, no creyendo necesario llamar a nadie para que lo ayudara; poco después, habiendo encontrado el guía el sendero, todos nos pusimos en camino lo más rápido que pudimos, ansiosos de llegar al agua lo antes posible, no creyendo necesario esperar al hombre que había regresado a buscar su mula, suponiendo que nos alcanzara en unos minutos. La mula joven que conseguimos en Cinegas [Cuatrocienegas], que nunca antes había sido montada, pronto dio señales de decaer, y durante los últimos dos días tuvimos grandes dificultades para sacarla adelante. Esta mañana se rindió por completo, y Ned y yo pronto nos quedamos muy atrás. Ned permaneció conmigo, siendo la única mula que teníamos entre nosotros para montar.
(a continuarse la próxima semana)