Lejos de afectar a la planta, la noble vid hiberna durante el invierno y se prepara para el renacer primaveral tras la poda de febrero
Por: Roberto Ulíbarri
LA PRENSA
El pasado 21 de enero, los viñedos de Parras de la Fuente, amanecieron cubiertos de hielo, un espectáculo natural que sorprendió a locales y visitantes. Las ramas de las parras se adornaron con estalactitas, un fenómeno que en tiempos antiguos los “abuelos” lo llamaban «candelilla».
Aunque para muchas personas que desconocen las características de las parras, el verlas congeladas, sería como perder la vid, la realidad es muy diferente, ya que esta planta cuenta con proceso de autoprotección durante el invierno.
Juan María Alejo Marines, distinguida vitivinicultora de Parras de la Fuente, conocedora de las tradiciones locales, compartió detalles sobre cómo los ancestros enfrentaban las heladas para proteger los cultivos.
“Antes de una helada, la gente antigua regaba los árboles para protegerlos. Mi abuelita, por ejemplo, salía a ver la luna. Si tenía un aro, decía: ‘Va a helar, rieguen las plantas y métanlas”, comentó la propietaria de la pequeña vitivinícola, La Casa de la Parra.
Chachis Alejo, como es conocida explicó a la Prensa de Parras que la vid tiene un mecanismo natural de defensa. “En otoño, la planta seca sus hojas y entra en un período de reposo, similar a la hibernación, cuando la savia desciende a las raíces para protegerse del frío. Este descanso dura hasta la última helada, que generalmente ocurre a inicios de febrero”.
Detalló que en la segunda semana de febrero, inicia la poda de las parras, un proceso crucial para preparar la planta antes de la primavera.
“Se eliminan las ramas secas, dejando un número específico según la experiencia de los especialistas. Este trabajo minucioso asegura que en marzo y abril los viñedos de Parras luzcan sus primeros brotes, preludio de la belleza que caracteriza a la región”.
Aunque el clima ha cambiado en los últimos años, los habitantes de Parras siguen preservando estas tradiciones agrícolas, que son parte esencial de la identidad del pueblo y de su célebre producción vitivinícola.
Por ahora, los viñedos descansan bajo el hielo, protegidos por el conocimiento heredado de generaciones, listos para renacer con la llegada de la primavera.