A unos pocos kilómetros de la cabecera de Linares, rumbo a la Presa Cerro Prieto, hay una joya natural única en Nuevo León desconocida por muchos, que tras décadas de haber sido degradada y luego rescatada, hoy ya muestra su nueva cara.
Se trata de la reserva natural Baños San Ignacio, un humedal con características únicas que ofrece hogar a una gran diversidad de flora y fauna, y que por su enorme valor está protegido a nivel internacional.
Tras haber permanecido sin un programa de manejo adecuado, el lugar fue rescatado en el 2009 con el fin de destinarlo a la conservación. Este marzo abrió sus puertas a los investigadores interesados en hacer estudios científicos y al turismo sustentable.
“Creo que este proyecto es una historia de éxito, que sí podemos rescatar y convivir con la naturaleza sin que se perjudique”, dice Gerardo Guidi, director de la asociación civil Baños San Ignacio, e impulsor de la recuperación del sitio.
Un humedal es un área natural que permanece inundada con aguas subterráneas de forma permanente o por largos periodos de tiempo. Los más importantes son protegidos por la convención Ramsar de la UNESCO.
En el mundo existen alrededor de 2 mil sitios Ramsar, en México arriba de 100, y el de Linares es el único en el Estado de Nuevo León.
Si se observa desde el aire, Baños San Ignacio cautiva la mirada con una gran poza de aguas termales color cristalino, con toques turquesa y olor a azufre, en donde habitan microorganismos y especies únicas. La temperatura promedio es de 37 grados.
“Dentro de esa agua puedes encontrar cianobacterias y diatomeas, que son prácticamente los organismos que dieron origen a la vida”, señala Gerardo Cuéllar, director de la Facultad de Ciencias Forestales de la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL), institución que colabora en el rescate de la reserva.
Situada en una isla rodeada de aguas dulces, la poza es hogar de cinco especies de peces que sólo viven ahí. Quizá también hay flora única, pero aún se está investigando.
El manantial e isla son dos de los cinco ecosistemas del humedal. También hay matorrales espinosos tamaulipecos, un pantano y pozas no termales.
Todos los cuerpos de agua desembocan en el Río El Anegado, el afluente más importante del Río Conchos, que conecta con el Golfo de México.
VALOR ECOLÓGICO
Al ser un lugar que está constantemente inundado, Baños San Ignacio se vuelve una fuente importante de agua para la flora y la fauna de la zona norte, donde actualmente se vive una intensa sequía.
“También ayuda a la recarga de los mantos freáticos”, añade Cuéllar. “Últimamente con las sequías y la escasez de agua, estos manantiales y este tipo de ecosistemas van a ser muy importantes para la conservación del agua”.
Además, es un área que brinda refugio a una gran cantidad de aves migratorias originarias de Canadá y Estados Unidos, que llegan para pasar el invierno en esta zona.
El lugar también es hogar de especies en conservación especial como la tortuga del desierto, la lagartija cornuda, la falsa coralillo real, la culebra de agua, el pato criollo, el búho, la aguililla y el jaguar.
Y el pantano ayuda a contrarrestar el cambio climático por estar compuesto por tule.
“Esta especie de tule tiene la característica de crecer muy rápidamente y eso nos ayuda muchísimo a la captura de carbono”, explica Cuéllar.
La reserva será también una puerta a la investigación científica. Se podrían encontrar nuevas especies de flora y fauna o microorganismos para desarrollar mejores medicamentos.
UNEN ESFUERZOS PARA EL RESCATE
Detrás de Baños San Ignacio hay historia y memorias de infancia. Su descubrimiento se remonta a la época de la colonización española, cuando los terrenos fueron aprovechados para sembrar caña de azúcar.
“Trataron de conservarlo en su estado natural”, cuenta Guidi, “pero a principios del siglo 20, tras la Revolución y con el reparto agrario, se fueron repartiendo estas tierras y fueron dedicándose a la agricultura, a la ganadería, lo que en esos años afectó muchísimo el sitio”.
Hay quienes recuerdan haber visitado este lugar cuando eran pequeños, para tomar un baño en la poza, aunque la reserva no era un lugar de acceso público.
Los terrenos pertenecieron a particulares por años, hasta que hace una década una de las familias propietarias decidió destinar el espacio a su conservación. Se fueron adquiriendo los terrenos hasta llegar a las 550 hectáreas que hoy conforman el sitio.
Su recuperación comenzó en el 2009, con la prohibición de siembra en los terrenos, el pastoreo y la extracción de agua, acompañado de la restauración de flora y fauna. El recurso económico proviene de donativos particulares.
“Es muy bonito ver que un ecosistema se recupera en tan poquito”, dice Cuéllar. “Al final, la naturaleza tiene que seguir su curso, y lo está haciendo. Le quitamos el daño, entonces empieza poco a poco a recuperarse”.
En el salvamento participan expertos académicos, instituciones y particulares, quienes integran el consejo consultivo, integrado por la UANL, la Universidad de Medio Ambiente de Valle de Bravo y la Secretaría de Medio Ambiente estatal.
COMPROMISO INTERNACIONAL
La convención Ramsar (Convención sobre los Humedales de Importancia Internacional) promueve la conservación y el uso racional de los humedales en el mundo. Es el único tratado dedicado a un único ecosistema.
Debe su nombre a la ciudad iraní Ramsar, donde los países adscritos suscribieron el acuerdo el 2 de febrero de 1971.
México está entre los 168 países que se comprometieron al firmar la convención a:
–Realizar un uso racional de todos sus humedales.
–Designar sitios para incluirlos en la Lista Ramsar de “Humedales de Importancia Internacional” y conservarlos.
–Cooperar en materia de humedales transfronterizos y otros intereses comunes.