Por Yuriria Sierra
Lo mismo (y con los mismos)
“Ahora dicen que el movimiento nuestro es el nuevo PRI, pero si es tan malo el PRI, ¿por qué se aliaron al PRI los del PAN?…”, ¿confesión o error de cálculo? Esto lo dijo Andrés Manuel López Obrador hace un par de días. En las conferencias mañaneras tras la elección, el Presidente ha dedicado varios minutos para enviar mensajes a la oposición.
Ayer, incluso, les dijo, no sabemos aún si en burla, que sí había tiro, en referencia a lo dicho por líderes de Acción Nacional y el Revolucionario Institucional… ah, sí, y de la Revolución Democrática, casi lo olvido. El asunto es que el crecimiento de Morena, desde luego que recuerda los grandes momentos de hegemonía priista: hoy es un partido único en las esferas del poder.
En el Congreso de la Unión, sus legisladores tienen mayor presencia, por sí solos inclinan la balanza y la oposición no ha aparecido como tal en los últimos tres años, sino hasta la discusión de la reforma eléctrica, en el resto de iniciativas, su papel no ha tenido fuerza. No hay contrapesos y los que existen son constantemente denostados. Eso es consecuencia de otra condición actual que no es nueva. México hoy padece el regreso del hiperpresidencialismo.
Las decisiones del país, antes que ser aprobadas por el Legislativo, por ejemplo, llegan a la discusión con una consigna: no negociar. Desde Palacio Nacional se ordena a su bancada que “no se le mueva ni una coma” a sus proyectos. No hay margen de acción.
Lo más peligroso: se actúa sin respeto a las instituciones. Se desacredita el papel de brazos democráticos, pero también las leyes que emanan. Basta la línea presidencial para que todo su movimiento se vaya por la libre: ahí está el Tribunal Electoral señalando que sí hubo violaciones de gobernadores de Morena durante el proceso de revocación de mandato, ¿cómo va a responder el Presidente? Eso seguro lo sabremos hoy, pero también vemos cómo actúan durante los comicios, usos y costumbres que fueron delitos cuando los ejercían los otros, pero que con ellos son prácticas permitidas o sólo transformadas en programas sociales. Las gorras, bolsas y acarreos llegan en la misma o mayor proporción con el logo morenista. Las promesas y presiones para asegurar el voto, también. Los que alguna vez fueron candidatos y hoy son gobernadores, veamos: David Monreal, de Zacatecas, militó en el tricolor por 9 años; Miguel Barbosa, de Puebla, en el PRI por 17 años; Layda Sansores, de Campeche, priista por tres décadas; Miguel Ángel Navarro, de Nayarit, afiliado al Revolucionario Institucional por 29 años; Alfonso Durazo, de Sonora, del tricolor por 21 años… También expriistas Lorena Cuéllar, de Tlaxcala y los recién electos, Julio Menchaca, en Hidalgo, y Américo Villareal Anaya, en Tamaulipas.
Recordemos: “Ahora dicen que el movimiento nuestro es el nuevo PRI, pero si es tan malo el PRI, ¿por qué se aliaron al PRI los del PAN?…”, pues en usos, costumbres y figuras, al parecer sí. Lo mismo con los mismos y México sumido en los eternos pendientes… también los mismos desde hace décadas.