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lunes 2 de diciembre de 2024

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La crisis alimentaria mundial se agrava por la disminución de los suministros de fertilizantes

La crisis alimentaria mundial se agrava por la disminución de los suministros de fertilizantes

Las sanciones a Rusia, la sequía y los recortes a las exportaciones contribuyen a una grave escasez de fertilizantes. Mientras los agricultores luchan por mantener la producción, la alimentación orgánica se posiciona como alternativa.

National Geographic Latinoamérica

¿Crees que la escasez mundial de fertilizantes es un problema ajeno? Mírate en el espejo. Si estás leyendo esto en América del Norte, Europa, América Latina o Asia, lo más probable es que el manojo de aminoácidos que te devuelve la mirada esté vivo hoy gracias a los fertilizantes químicos.

De hecho, según el célebre investigador canadiense en materia de energía Vaclav Smil, dos quintas partes de la humanidad (más de tres mil millones de personas) están vivas gracias a los fertilizantes nitrogenados, el principal ingrediente de la Revolución Verde que sobrealimentó al sector agrícola en la década de 1960. 

La trifecta de fertilizantes químicos que triplicó la producción mundial de cereales (nitrógeno (N), fósforo (P) y potasio (K)) permitió el mayor crecimiento de la población humana que jamás haya visto el planeta. Ahora escasea, y los agricultores, las empresas de fertilizantes y los Gobiernos de todo el mundo se esfuerzan por evitar una caída aparentemente inevitable del rendimiento de los cultivos.

«No estoy seguro de que sea posible evitar una crisis alimentaria», duda el Presidente de la Organización Mundial de Agricultores, Theo de Jager. «La cuestión es cuán amplia y profunda será. Lo más importante es que los agricultores necesitan la paz. Y la paz necesita a los agricultores».

La invasión de Ucrania por parte de Rusia fue un duro golpe a una industria que viene afectada por varios eventos durante más de un año. Rusia suele exportar casi el 20% de los fertilizantes nitrogenados del mundo y, junto con su vecino sancionado, Bielorrusia, el 40% del potasio exportado del mundo, según los analistas de Rabobank. La mayor parte de esta cantidad está ahora fuera del alcance de los agricultores del mundo, gracias a las sanciones occidentales y a las recientes restricciones de Rusia a la exportación de fertilizantes.

«Si hablas con un agricultor de América del Norte o de Oceanía, la principal conversación es sobre los fertilizantes, concretamente sobre el precio y la disponibilidad de los mismos», contó de Jager en una conferencia virtual sobre el tema celebrada recientemente. «Los precios son más o menos un 78% más altos que la media en 2021, y esto está resquebrajando la parte de producción de la agricultura. En muchas regiones los agricultores simplemente no pueden permitirse llevar los fertilizantes hasta la granja, o incluso si pudieran, no tienen fertilizantes disponibles. Y no se trata sólo de fertilizantes, sino también de productos agroquímicos y combustible. Esta es una crisis global y requiere una respuesta global».

La mayor parte de la respuesta hasta ahora ha sido bastante ad hoc, con cada granja y Gobierno por su cuenta. Pero la semana pasada, Estados Unidos y los bancos de desarrollo mundiales anunciaron un importante «plan de acción» sobre seguridad alimentaria mundial que suma más de 30 000 millones de dólares en ayuda, con la esperanza de evitar que se repitan las revueltas alimentarias que derribaron Gobiernos durante las últimas crisis de precios de los alimentos en 2008 y 2012.

(Te puede interesar:  Un tercio de los alimentos que cultivamos se desperdician o se pierden)

Los agricultores de Estados Unidos sienten la escasez

Rodney Rulon está mejor que muchos agricultores este año. Un agricultor progresista de Arcadia, Indiana (Estados Unidos), viene utilizando técnicas de labranza cero, cultivos de cobertura y cama de pollo en los 30 kilómetros cuadrados de maíz y soja de su familia desde 1992. En combinación con el análisis exhaustivo del suelo cada año, ha reducido el uso de fertilizantes químicos entre un 20% y un 30%, dice, pero sigue siendo su mayor aportación.

«Este año estamos reduciendo mucho el gasto en fertilizantes», cuenta Rulon. «Son 1200 dólares la tonelada de P y K. El año pasado eran 450 dólares. El nitrógeno costaba entre 500 y 550 dólares la tonelada el año pasado. Ahora supera ampliamente los 1000 dólares. De la noche a la mañana, nuestro mayor gasto se ha duplicado». Ni siquiera puede conseguir las 3000 toneladas de arena para pollos que utiliza normalmente en lugar del fósforo y el potasio químicos. Tenía un acuerdo de palabra con su proveedor para comprar su cantidad habitual por 60 dólares la tonelada, pero se vendió a un postor superior.

Los elevados precios de los fertilizantes han provocado una carrera por el estiércol en muchas partes de Estados Unidos, ya que los agricultores intentan encontrar alternativas y buscar formas de reducir sus facturas de fertilizantes. Puede que eso no sea malo, sostiene Antonio Mallarino, científico del suelo y experto en nutrientes vegetales de la Universidad Estatal de Iowa, quien lleva décadas intentando que los agricultores dejen de fertilizar en exceso.

«En el 50 o 60 por ciento de los campos de Iowa podrías no aplicar P (fósforo) y K (potasio) durante 10 años y estarían bien», dice Mallarino.

Aunque los precios del maíz superaron los 8 dólares la fanega en febrero, cerca del máximo histórico alcanzado en 2012, muchos agricultores están optando por el cultivo de soja, que requiere menos nutrientes y, por tanto, menos fertilizantes. La encuesta de siembra del USDA (Ministerio de Agricultura estadounidense), publicada el 31 de marzo, mostró que los agricultores tienen la intención de plantar un récord de 368 000 kilómetros cuadrados de soja este año, un 4% más que el año pasado, mientras que las hectáreas de maíz cayeron a 362 000 kilómetros cuadrados, el más bajo en cinco años.

«Si esta situación continúa, puede ser buena para el medio ambiente«, dice Mallarino. «Puede que no tengamos todo este exceso de nitrógeno y fósforo que llega a los ríos y lagos».

Bert Frost ha escuchado más de una queja de los agricultores sobre los precios de los fertilizantes. Es el vicepresidente senior de ventas, cadena de suministro y desarrollo de mercado de CF Industries, uno de los mayores productores de fertilizantes nitrogenados del mundo. La delicada interacción entre la oferta y la demanda que ha mantenido los precios del nitrógeno en un rango estrecho durante los últimos 10 años ya no funciona, asegura, porque tanto la oferta como la demanda se han visto afectadas por impactos externos.

«Lo que tenemos hoy es una confluencia de todos los factores que no funcionan de forma concertada», analiza Frost.

El repunte de la actividad industrial que utiliza las materias primas de los fertilizantes que salen de la pandemia, combinado con los bajos inventarios mundiales de cereales alimentarios, han disparado la demanda. 

Los proveedores, en cambio, se han visto perjudicados por un fenómeno meteorológico extremo tras otro. La tormenta invernal Uri, en febrero de 2021, congeló literalmente la producción de las fábricas de fertilizantes desde Iowa hasta Texas, dejando a varias de ellas fuera de servicio durante un mes o más. Seis meses más tarde, el huracán Ida atravesó el callejón químico de Luisiana, dañando a varios productores de fertilizantes, incluido el complejo de CFI en Donaldsonville. Con sus seis plantas de amoníaco y cuatro de urea (la urea es un fertilizante derivado químicamente del nitrógeno), es la mayor instalación de este tipo del mundo. La empresa se vio obligada a cancelar sus contratos durante un tiempo.

«Y tengo más», enfatiza Frost. «China y Rusia imponen restricciones a la exportación de fertilizantes. China exporta el 10% del suministro de urea del mundo. Sus exportaciones pasaron a cero. Entonces Rusia invade Ucrania y se desata el infierno».

El mercado se tambaleaba, en otras palabras, incluso antes de la guerra, las sanciones y el bloqueo ruso de los puertos ucranianos del Mar Negro.

«Todos los factores que expuse anteriormente, no los habíamos tenido en otras ocasiones», cuenta Frost, «así que la logística está complicada. No creo que esto se resuelva solo».

(Contenido relacionadoLa ONU alerta sobre una crisis alimentaria mundial por el cambio climático))

América Latina: una de las regiones más afectadas por la disminución de fertilizantes

Los agricultores norteamericanos acabarán recibiendo el fertilizante que necesitan esta temporada, proyecta Frost, aunque tengan que pagarlo caro. Pero son las potencias agrícolas de América Latina las más vulnerables a las interrupciones de los fertilizantes, en particular Brasil, que importa alrededor del 85% de sus fertilizantes, una cuarta parte de ellos normalmente de Rusia.

Si los agricultores de ese país reducen el uso de fertilizantes y sus rendimientos disminuyen, podría generarse un impacto significativo en el suministro mundial de alimentos. Brasil se encuentra entre los tres principales exportadores mundiales de soja, maíz y azúcar, así como de carne de vacuno, pollo y cerdo, según profundiza un reciente informe del USDA.

La principal temporada de siembra en el hemisferio sur comienza en septiembre por lo que el Gobierno brasileño se esfuerza por encontrar nuevas fuentes de fertilizantes. A principios de este año, incluso llegó a un acuerdo de trueque con Irán (para eludir las sanciones de Estados Unidos a ese país) por el que Irán enviaría 400 000 toneladas de urea a Brasil a cambio de maíz y soja. 

Los fertilizantes rusos son tan importantes para Brasil y para el suministro mundial de alimentos, que la administración Biden abrió una brecha en su conjunto de sanciones a Rusia a finales de marzo. Aunque las sanciones financieras siguen obstaculizando las entregas, los analistas esperan que la medida alivie la presión sobre los precios mundiales de los alimentos.

«Es imposible hacer previsiones sobre esta situación», sostiene Micaela Bové, directora de soluciones agrícolas de Yara Latinoamérica, con sede en Buenos Aires (Argentina). «Nunca imaginé que la COVID seguiría aquí, y sin embargo lo está. Tampoco sospeché que esta invasión se convertiría en una guerra, y sin embargo lo ha hecho. Pero los agricultores son los héroes en esto. Fueron golpeados por todo lo que puedas imaginar, y siempre producen alimentos».

Bové cuenta que su división de Yara, el gigante noruego de los fertilizantes, no está experimentando escasez en su región, que va desde las pequeñas granjas de México hasta las vastas estancias de Argentina, excluyendo Brasil. Pero los altos precios hacen que muchos utilicen menos. Así que ella y su equipo están impulsando herramientas y aplicaciones para ayudar a los agricultores a utilizar su producto de forma más eficiente. «Las decisiones sobre los fertilizantes dependen del cultivo», dice, «y un agricultor de maíz en México tiene necesidades diferentes a las de un agricultor de cítricos o de plátanos en otro lugar».

África: de poco a nada

Los agricultores africanos son, por término medio, los que menos fertilizantes utilizan por hectárea en el mundo y los que tienen unos de los rendimientos más bajos, sobre todo en el caso del maíz y otros cereales que proporcionan la mayor parte de las calorías del continente. Como resultado, a pesar de tener el 60% de la tierra cultivable del mundo, casi la mitad de los países de África depende del trigo importado de Rusia y Ucrania, y 14 países africanos obtienen más de la mitad de su trigo de las dos naciones en guerra. El aumento de los precios de los alimentos amenaza ahora con empujar a millones de familias africanas a la pobreza y la desnutrición.

No obstante, la lejana guerra no es su único reto, afirma Agnes Kalibala, presidenta de la Alianza para una Revolución Verde en África (AGRA), una organización sin ánimo de lucro con sede en Nairobi (Kenia) que ha trabajado con los Gobiernos africanos y las agencias de ayuda extranjeras para aumentar el uso de fertilizantes y semillas mejoradas con el fin de aumentar los rendimientos en todo el continente. «Lo más importante para mí, incluso antes que los fertilizantes, es lo mucho que están sufriendo los agricultores desde el punto de vista del cambio climático», dice Kalibata, ex ministro de Agricultura de Ruanda. «En los países en los que no llovió el año pasado, hubo en general un descenso del interés por los fertilizantes. Así que la pregunta ahora es si ese interés se recuperará cuando las lluvias lleguen a algunas de esas zonas».

Pero aún cuando los países puedan conseguir fertilizantes, los agricultores, por lo general, no podrían pagarlos, expresa. Los Gobiernos que comúnmente subvencionan los fertilizantes están luchando con una enorme deuda posterior a la crisis, que en algunos países supera el 50% de su producto interior bruto (PBI). El grupo de Kalibata trabaja con la Unión Africana, el Banco Africano de Desarrollo y los países del G7 para ayudar con financiación de emergencia, pero también anima a los agricultores a buscar alternativas.

«En África, nuestra productividad es muy baja y tenemos un alto agotamiento de nitratos en nuestros suelos», dice Kalibata. «Es muy difícil cultivar maíz o arroz sin nutrientes. Pero hay otras oportunidades como las habas, que se cultivan en Etiopía y Sudán, que pueden fijar el 100% de sus necesidades de nitrógeno. Es una oportunidad fantástica».

La fijación del nitrógeno es un proceso simbiótico natural que distingue a las legumbres de los cereales, que son de la familia de las gramíneas. Las bacterias rizobias (que viven en las raíces de las plantas) convierten el nitrógeno atmosférico en amoníaco que las plantas pueden utilizar, mientras que éstas proporcionan azúcares a las bacterias. Las judías son grandes fijadoras de nitrógeno: la soja suministra hasta el 70 u 80 por ciento de sus propias necesidades. Las alubias comunes, que se cultivan en toda África, pueden fijar hasta el 30%.

«Por lo que sí, se siguen utilizando nutrientes, pero se usan menos», dice Kalibata.

Como siempre, el clima sigue siendo el comodín. Sin lluvia, los fertilizantes tienen poco o ningún efecto.

«Si conseguimos que llueva en algunas de estas zonas, estos países deberían ser capaces de encontrar alternativas», dice Kalibata. «Si no lo hacen, tendremos múltiples crisis en nuestras manos».

Alimentos orgánicos, una alternativa positiva

Los únicos agricultores que no se quejan de los fertilizantes en esta temporada son el creciente número de productores orgánicos. Su mantra ha sido durante mucho tiempo alimentar el suelo, no la planta, y evitar los fertilizantes químicos y los pesticidas para los cultivos de cobertura de leguminosas, las rotaciones de cultivos diversificados, y la promoción de los insectos y microbios beneficiosos en sus campos. Algunos cultivos de cobertura, como la veza peluda, pueden producir hasta 336,26 kilogramos de nitrógeno por hectárea, según Jeff Moyer, director ejecutivo del Instituto Rodale en Emmaus, Pensilvania.

Rodale, con la ayuda de la Universidad Estatal de Pensilvania, lleva realizando comparaciones entre sistemas de cultivo convencionales y ecológicos desde 1981, el ensayo de campo más antiguo de América del Norte.

Después de un período de transición de cinco años, descubrieron que los rendimientos orgánicos no sólo eran competitivos con los convencionales, sino que rendían hasta un 40% más durante la sequía. Y lo que es más importante, los agricultores obtenían entre tres y seis veces más beneficios, sin verter productos químicos tóxicos en los ríos y arroyos.

«Los fertilizantes son sólo la punta de lanza de los problemas a los que se enfrentan los agricultores», afirma Moyer. «Fíjese en Kansas y Nebraska. Ambos estados están en llamas este año y se supone que esta es su temporada de lluvias. Con los cambios en los patrones climáticos y los costes energéticos que suben y no bajan, tenemos que revolucionar nuestros modelos de producción para minimizar estos impactos.»

Sin embargo, la conversión a la agricultura ecológica lleva tiempo, y eso es algo que también se les está acabando a muchos agricultores del mundo.

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