La monja alférez, pieza teatral que relata las hazañas y dilemas de un aguerrido soldado español del siglo 17 que nació mujer, culmina temporada este domingo en la Sala Héctor Mendoza de la Compañía Nacional de Teatro (CNT).
Catalina de Erauso era su nombre, y trascendió en la historia porque su identidad varonil fue reconocida por las autoridades eclesiásticas y por la monarquía de la época.
«Había entonces bastantes mujeres que se vestían de hombres, pero Catalina de Erauso, según algunos testimonios, fue transexual. Hablo del personaje real. Estos testimonios dicen que un italiano le puso emplastos en los senos y estos se secaron; alterar su fisonomía física fue un proceso doloroso, pero no tuvo mayores consecuencias», explicó en entrevista Zaide Silvia Gutiérrez, directora de la obra atribuida al dramaturgo taxqueño Juan Ruiz de Alarcón.
Vivió como varón a partir de los 15 años de edad, cuando escapó del convento donde sus padres le recluyeron. De ahí que se le identificara como «monja», sin serlo.
Se hacía llamar Alonso, Antonio o Francisco -tuvo varios nombres y recorrió varios países, pues cada tres años se mudaba de lugar-, trabajó como soldado, obtuvo el grado militar de alférez, enamoró a mujeres y fue célebre por su ferocidad, por ejemplo durante la Guerra de Arauco contra los mapuches en el territorio que hoy es Chile.
Alonso Díaz de Guzmán, como se le reconoce en el escenario, vivió también en los actuales Perú, Colombia y México, donde falleció.
La monja alférez recoge muchos de estos datos biográficos y está escrita en verso, con formas métricas como las redondillas y silvas.
«Tiene la estructura de una comedia de los Siglos de Oro, sin embargo, en mi lectura, no es una comedia, sino un drama de identidad. Hay dos temas centrales: éste de la identidad y el de la pérdida, y la restauración de la honra. Es una obra asombrosamente contemporánea, con un lenguaje rimado que, sin embargo, suena muy cercano. Casi se nos olvida que está en verso«, explicó Gutiérrez.
Es una propuesta escénica que presenta personajes complejos, cercanos por lo tanto al público actual, destacó.
«Viven atormentados por sus conflictos, su ser no puede aflorar por las restricciones de conducta de su sociedad. Y ése es el punto medular: mientras exijamos que el ser se someta a condiciones externas, no podrá florecer. Es la tesis de mi montaje».
Y planteó: «Corresponde a nuestra sociedad, a nuestras comunidades, decidir si en la cotidianeidad tomarán una actitud en pro del ser o de la sumisión del ser. ¿Vamos a liberarnos o a someternos?«.
La pieza teatral, con la actriz Erika de la Llave como Catalina de Erauso/Alonso Díaz de Guzmán, se presentó el pasado mes de julio en el Festival Iberoamericano del Siglo de Oro de la Comunidad de Madrid y, desde el 22 de septiembre, se escenifica en el teatro de la CNT, ubicado en Francisco Sosa 159, en la Colonia del Carmen, Coyoacán.
Las últimas funciones son este viernes, a las 20:00 horas; sábado, a las 19:00, y el domingo, a las 18:00.
…Y dilucidan otro ‘conflicto’ de identidad
El tema de la identidad resuena no sólo en la trama sino en la obra misma, pues análisis recientes indican que su autoría debería corresponder a Ruiz de Alarcón, no al español Juan Pérez de Montalbán, revela Gutiérrez.
«Hace unos años, el investigador, filólogo, lingüista y hombre de teatro Germán Vega hizo un estudio filológico de la obra y recurrió además a un programa de computadora que hace exámenes forenses, que se llama Estilo. Descubrió así que la paternidad de la misma debería ser adjudicada a Juan Ruiz de Alarcón. Es una historia asombrosa», considera la directora.
El estudio forense examina la escritura como si fuera una huella digital.
«Esa huella es el número de palabras, el número de versos, el tipo de versos, el tipo de rimas, las figuras metafóricas, el tratamiento de los personajes… Se analiza muchísimo con un programa de computadora y, por supuesto, con el conocimiento del especialista comparando e interpretando».
